Hay un edificio vacío en la Avenida 23, muy cerca de que la Calle 12 la interseque, un gran elefante blanco carcomido por las malas decisiones, la ideología como punto de partida del arte y la mediocridad que ha sustituido al talento, inmenso talento, que una vez circuló por los pasillos, ahora oscuros, del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) que cumple, este domingo, 65 años de fundado.
En 1996, en una entrevista con el crítico inglés Michael Chanan, Tomás Gutiérrez Alea dijo que "el periodismo, por ejemplo, no cumple su misión de crítica de la sociedad. La gente, sin embargo, habla en los pasillos, en los cafés, en la calle, en la acera, en las colas; pero esos problemas no se exponen públicamente y esa es una gran frustración, y uno se siente con la necesidad de hablar".
Ahí está la esencia del cine cubano, en ser un espacio problematizador (y problemático, según la visión del poder) de la realidad cubana y eso, como quien conquista territorio enemigo y empieza a reconstruir su historia tapando los momentos incómodos, es lo que la nueva dirección del instituto, con el comisario cultural Alexis Triana al frente, pretende borrar.
"Y no es que no existieran contradicciones y que no existieran problemas, pero la discusión estaba por arriba de todo esto, el enfrentamiento de las ideas estaba por encima de todo eso", dijo a DIARIO DE CUBA la asistente de dirección Gloria María Cossío, con más de 50 años de trabajo en el ICAIC.
Es así que, imbuidos por el compromiso de correr todos los riesgos, y buscando la herejía más allá de la pantalla, en el cine cubano han coexistido nombres y obras visiblemente polémicas, que coadyuvan, desde perspectivas críticas y sapientes, a la conformación de una sociedad que es tan crítica y polémica como ha sido reflejada en la pantalla, aunque los funcionarios de turno traten de enmascararlo.
Estandartes en el proceso de llevar al cine las problemáticas de Cuba son las películas de Tomás Gutiérrez Alea, teniendo en Memorias del subdesarrollo, La muerte de un burócrata y Fresa y chocolate sus puntos más polémicos, así como la obra de Daniel Díaz Torres, que vivió sus días más críticos en torno a Alicia en el pueblo de Maravilla, una crítica mordaz al burocratismo y el inmovilismo de la Revolución. También las comedias de Juan Carlos Tabío, los filmes sibaritas de Humberto Solás, numerosos episodios del Noticiero ICAIC Latinoamericano y el cine de Fernando Pérez, que ha reflejado, con maestría y sentimientos sin dulcificar, las contradicciones de la sociedad cubana, sobre todo en películas como La vida es silbar, Suite Habana y Madagascar.
Pero el cine cubano también es personificable en Rolando Díaz, Rebeca Chávez, Eliseo Altunaga, Luis Alberto García, Isabel Santos, Julio García Espinosa, Ernesto Daranas, Alfredo Guevara, Belkis Vega, Arturo Sotto, Enrique Colina, Alan González, Alejandro Alonso, Armando Capó, Arturo Infante, Carlos Lechuga, Carlos Quintela, Daniela Muñoz Barroso, Eduardo del Llano, Enrique Álvarez, Rosa María Rodríguez, Fernando Fraguela, Ian Padrón, Carla Valdés, Jorge Molina, José Luis Aparicio, Heidi Hassan, Juan Carlos Cremata, Juan Pin Vilar, Luis Alejandro Yero, Ricardo Figueredo, Miguel Coyula, Pavel Giroud, Yimit Ramírez y muchos otros.
"Yo creo que la ilusión, el deseo de dejar constancia de lo que está pasando, es inevitable en todos los que seguimos intentando hacer cine cubano donde quiera que esté la gente. Los cineastas que quedan todavía dentro de Cuba, y los que están regados por medio mundo, intentando hacer cine cubano todavía, intentando expresar la realidad cubana de alguna manera, intentando hacer cine con lo que está sucediendo en Cuba, yo creo que nos planteamos hacer nuestras obras sin pensar en si esa película será exhibida o reconocida en Cuba oficialmente", dijo recientemente a DIARIO DE CUBA el cineasta Rolando Díaz.
Lo que es, lo que puede y lo que no quiere ser
El jueves 21 de marzo, en el cine Yara, Triana dijo que pretende que el ICAIC vuelva a ser lo que era. No, Triana, si el ICAIC no acepta los diferentes puntos de vista en torno a un tema, si no acepta y promueve la polémica, si no mete el dedo en las llagas de la nación, si no entiende que solo hablar del pasado, sin cuestionar el presente, es tenerle miedo a la Cuba de hoy y a los cineastas cubanos contemporáneos, el ICAIC no volverá a ser lo que era.
Y es que, aunque sea difícil de entender para su anacrónico romanticismo, el ICAIC no necesita volver a ser lo que era, necesita ser un instituto mejor de lo que fue, un lugar en el que cineastas como Nicolás Guillén Landrián no sean abandonados, un instituto que no tenga miedo a exhibir las películas de los directores cubanos que viven fuera de Cuba, que no censure a los que tienen una opinión diferente, que no ningunee a la Asamblea de Cineastas Cubanos, que no desprecie los reclamos del gremio de una Ley de Cine, que no pretenda centralizar toda la producción cinematográfica del país, que las películas, para hacerse, no dependan exclusivamente de la aprobación de uno o dos hombres, que no enjuicie y vea como el peor de los tormentos a esos que hacen cine en contra de esa nebulosa a la que insisten en llamar Revolución.
Es obvio, el párrafo anterior es un cuento de hadas, y cada una de las acciones de la nueva directiva del ICAIC están encaminadas a enterrar a la Asamblea de Cineastas Cubanos, a eliminar a los "conflictivos" y poblar el edificio de los "confiables", a tal punto que un piso del instituto ha sido destinado a la nueva productora Patria. Dirigida por Roly Peña, esta "dará nuevas batallas por la historia de la Isla", dijo Triana en su perfil de Facebook, lo que debe asumirse como un vuelco propagadístico en el cine cubano estatal, tal vez con más intensidad que el ya existente, pero sin la calidad artística de lo hecho en la época dorada de la institución.
"Menos mal que el arte invade el edificio", comentó la documentalista Lourdes de los Santos en la publicación de Triana, como si todo fuese borrón y cuenta nueva, como si el gremio cinematográfico no estuviese en pie de guerra. "Es muy triste que el Instituto de Cine de Cuba no responda a los llamados de los cineastas a ser parte de los procesos de la Asamblea de Cineastas Cubanos. 65 años cumple el ICAIC y no da un espacio a sus cineastas, no responde los correos ni las cartas y se habla de la fiesta al cine cubano. Pero aquí hay una asamblea más grande y más activa que nunca", escribió en otra publicación de Facebook la directora y productora Rosa María Rodríguez Pupo, luego de que el ICAIC, en su pretendida renovación, se negara a hablar con los cineastas independientes. "No somos nosotros los que rechazamos o negamos el debate. El desprecio de la dirección del ICAIC es la evidencia de un patrón que poco ayuda a la credibilidad y razón de ser de nuestras instituciones", denunciaron los miembros de la asamblea.
"Ahora tenemos un nuevo presidente al cual, indudablemente, le están dando todos los recursos que no le dieron al anterior, y que tiene como fin atraer con muchos fuegos artificiales a todos los que tienen que ver con estos estratos de la cultura. Y hacer un cine no libre, sino dirigido a apoyar todas las situaciones por las que está pasando el país. Apoyarlo desde el punto de vista gubernamental, cosa que va en un camino completamente diferente a lo que exige la realidad del país en este momento", dijo Cossío a este diario.
En la misma línea, dijo otro cineasta vinculado durante muchos años a la institución, que prefiere permanecer en el anonimato: "Triana está tratando de levantar en el ICAIC un fervor enamorado hacia una realidad que ha perdido sus encantos. Ya no son los años 60, han pasado 65 años, tiempo han tenido para hacer un país. Suena muy lindo todo lo que dice, todos sus planes son geniales y hasta quisiera que fueran verdad, pero los cineastas son inquisidores, buscadores de la verdad y ahí es donde su discurso se convierte en muela, discurso alejado de cada amanecer de los cubanos".
"Ese ICAIC que nació con un espíritu de discusión y de rebeldía, hasta cierto punto, ha llegado ahora a un momento muy difícil, y lo que pase con el resto del país definirá o guiará lo que pueda pasar en este gremio cinematográfico", agregó.
En entrevista reciente con DIARIO DE CUBA Fernando Pérez dijo: "Ese horizonte de un cine libre sin censuras, sin exclusiones, sin fracturas ni destierros, con una Ley de Cine que proteja la libertad de expresión, ese Madagascar que ahora es un sueño porque la política oficial no quiere reconocerlo, se irá haciendo realidad en el tiempo, porque el pensamiento es libre y nada puede silenciarlo".
El cine en Cuba diría que es una forma de evadirse de la realidad durante unos momentos.
¿Para qué ir más allá?