A principios de esta semana Rialta Magazine publicó un dossier en el que un grupo de cineastas y críticos respondieron una encuesta en torno a un debate que se ha iniciado en las redes sociales en relación al fenómeno del cine independiente en la Isla.
Llegué tarde al llamado porque me encontraba defendiendo un proyecto de Patricia Pérez en la Biennale College-Cinema de La Biennale di Venezia que apoya justamente proyectos cinematográficos independientes para los cuales sería difícil encontrar una vía de financiación. Con tardanza, aquí les dejo la respuesta a la primera pregunta de dicha encuesta.
¿Te consideras un(a) cineasta independiente? ¿Por qué?
La libertad creativa con la que he asumido mis películas confirma que lo he sido. Sin embargo, mis apetencias narrativas como cineasta independiente podrían necesitar de los recursos de una industria.
Esta contradicción me sirve para subrayar que solo me identifico con el término si este responde directamente a la honestidad del autor en relación a su obra. Desde mi percepción, el cineasta independiente es el que sabe lo que podría perder su película si dejara de contar con la libertad creativa que le proporciona su independencia.
Hay obras que necesitan de esta libertad creativa para brillar, hay otras que sus necesidades no se la exigen. Ser o no ser independiente no es un problema, la cuestión está en saber que si traicionas tu naturaleza creativa puede ser que la película no salga como esperabas. La crítica, los amigos, podrán halagarla, pero tú sabrás identificar en sus imágenes cuando fuiste honesto y cuando dejaste de serlo.
¿Cómo sería una película de Jorge Molina sin sexo y sangre o una de Heidi Hassan sin el recurso de la voz en off? Hay rasgos de autenticidad que constituyen a cada realizador. Lo que esos rasgos pueden explorar y devolvernos en la pantalla si se les da libertad creativa, no debería ser un rubro negociable. Comprometer esto, estoy convencido que daría como resultado una obra más pobre. Es triste que una obra que nació de ti, cuando la veas en la pantalla grande nada tenga que ver contigo.
Cuando quedan suprimidos o disminuidos dichos rasgos —en orden de encajar en el torrente narrativo en el que vivimos en donde solo se concibe el cine narrativo desde el diálogo y los puntos de giros— el cine pierde su expresión visual, sonora y se convierte en un contenido más. Si sucumbimos a esto, entonces ya no hacemos cine independiente. Cine independiente no es cine "indie", ni género Sundance, ni cine de autor por seguir una moda. Cine independiente es el respeto a ti como artista, autor, director, como lo quieras llamar, es el respeto a tu búsqueda artística.
O sea que ser cineasta independiente, desde mi punto de vista, básicamente es sacar del closet esos rasgos de tu personalidad creadora que muestran lo que sea que quieras expresar en imágenes y sonidos de la manera en que solamente tú podrías hacerlo.
En la ecuación cine independiente intervienen muchas otras variables, pero asumir la honestidad en la creación es determinante. En mi lista de cine independiente cubano figuran títulos como La primera carga al machete, Memorias del subdesarrollo, Lucía, Madagascar, De cierta manera, etc. filmes esenciales de la cinematografía cubana que no por haber sido producidos por el ICAIC dejan de ser expresivamente independientes.
Para aquellos que entienden el término independiente únicamente por ser independientes del Estado, ciertamente estarían dejando afuera estos cinco maravillosos ejemplos de películas independientes producidas dentro de un instituto estatal.
También creo que dentro del contexto cubano la ecuación se complejiza aún más porque se utiliza el término para identificar un fenómeno que ha surgido de una ruptura natural con un Estado totalitario, contrarrevolucionario e incompatible con el desarrollo cultural de su propio país.
En el contexto cubano el término independiente agrupa dos genealogías de cineastas cubanos que en esencia son muy diferentes entre sí. Por un lado, están los cineastas que quieren realizar sus películas independientes del Estado, pero que, de vivir en una sociedad normal, su naturaleza les conduciría por el camino de la industria, de lo que se puede implementar, serializar, reproducir.
Por otro lado, estarían los cineastas independientes —digamos que más parecidos a la concepción mundial de lo que puede considerarse cine independiente— que entienden que su trabajo es determinante porque si dejan de hacerlo dejarían de defender un arte que está en peligro de extinción.
Las etiquetas pueden ser peligrosas, estas repiten la política binaria de "estás con nosotros o estás en contra", aunque ahora pensemos que estamos en el lado correcto de la historia. El cine va más allá de las etiquetas pero ciertamente algunas etiquetas ahora son necesarias para consolidar nuestra identidad como cineastas bastardos —que hemos sido y que seguimos siendo— en nuestro propio patio. Creo que ser cineasta independiente es una necesidad de la época que nos ha tocado vivir y de nuestro contexto político específico.
Estoy convencido que lo más importante es saber qué podemos defender desde ese lugar de cineastas independientes. Ahí lo dejo.
Si vas a explicarlo no tienes por qué poner los signos de interrogación en el título.