Los apagones en Cuba disminuyeron un 32% en 2023 con respecto a 2022, aseguró la pasada semana el viceprimer ministro y titular de Economía y Planificación, Alejandro Gil, al intervenir ante la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP). Esto, gracias a un nivel de generación nacional que alcanza los 18.555GWh.
Esa cifra, que parece buena para los funcionarios del Gobierno, resulta en cambio una victoria pírrica si se revisa un año en que la crisis energética no se ausentó de los hogares cubanos y, sobre todo, de la economía. Porque comparar la situación eléctrica de 2023 con 2022 es fácil tomando en cuenta que ese año el sistema electroenergético de la Isla tocó fondo.
Basta mirar las promesas que hizo Miguel Díaz-Canel para diciembre de 2022 e inicios de 2023: el fin de año será mejor, dijo. Y lo fue, pero por poquísimo tiempo. Tanto, que ya nadie recuerda que la prensa oficial tiraba voladores en enero, cuando se consideraba una victoria política que desde el 16 de diciembre hasta la primera semana de enero no se registrara déficit en la generación eléctrica, gracias al aumento de la producción de electricidad y al decrecimiento de la demanda debido al descenso de las temperaturas del invierno caribeño.
Ello fue recibido con júbilo por los cubanos, que venían de vivir más de seis meses de largos y frecuentes cortes de energía, que dieron lugar a protestas en numerosas ciudades de la Isla, las que tuvieron su clímax la semana última de septiembre, cuando el cruce por el extremo occidental de Cuba del huracán Ian dejó al país a oscuras.
Pero nada más culminar las celebraciones por el año nuevo, llegaron los anuncios indeseados, así como los apagones. Vicente de la O Levy, ministro de Energía y Minas, anunció el 5 de enero que el país comenzaría una serie de mantenimientos de termoeléctricas con el objetivo de garantizar unos meses de verano, los de mayor demanda de energía del año, en mejores condiciones de generación.
Las autoridades evitaron mencionar, en tanto, que a partir del 2 de enero la disponibilidad de energía había empezado a decrecer progresivamente. El primer día del año la capacidad disponible era de 3.122MW; al día siguiente, de 2.981; el 3 de enero, de 2.943MW; el 4, de 2.883MW, y el 5, de 2.688MW, según cifras ofrecidas por la estatal Unión Eléctrica (UNE).
A fines de mes, los funcionarios tuvieron que reconocer que el déficit de generación era mayor de lo esperado, por lo que a partir del 23 de enero los apagones fueron más prolongados que los estimados para esa época del año. ¿La razón? Otra rotura inesperada de la Termoeléctrica Antonio Guiteras, de Matanzas.
Asimismo, desde entonces comenzó a vislumbrarse en las declaraciones de los cargos de la UNE el problema crítico que atravesaría 2023: la falta de combustible, algo que mencionó como quien no quiere las cosas Lázaro Guerra Hernández, director de la UNE.
Pero nada más llegar febrero, otro imprevisto se impuso: tres apagones con apenas horas de diferencia dejaron sin servicio a la mayor parte del país. Dos de ellos fueron achacados por la UNE a incendios próximos a las líneas de transmisión, primero en un cañaveral y luego en la vegetación, mientras que un tercero habría tenido por origen un "error humano".
En medio de las crecientes dudas y suspicacias de los cubanos, Jorge Piñón, investigador del Instituto de Energía de la Universidad de Texas, dijo a DIARIO DE CUBA que, si bien las causas de los "disparos" en las líneas de alta tensión que habrían provocado los cortes masivos eran plausibles, no es un dato menor que "la cadena de valor del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) necesita una total e integral recapitalización. Soluciones a corto plazo no resuelven el problema. Desafortunadamente, Cuba no tiene lo que más necesita para aliviar este grave problema: dinero y tiempo", subrayó.
"El problema con las líneas de transmisión demuestra la fragilidad del SEN; que, como en el efecto dominó, en que una ficha en hilera cae, provocando un efecto en cadena, al final todas las fichas terminan cayendo", advirtió.
El 23 de febrero ocurrió el cuarto apagón masivo, provocado según la versión oficial por incendios forestales, que dejó a oscuras desde Cienfuegos hasta Guantánamo.
En marzo, la realidad acabó por imponerse: la UNE anunció que durante ese mes los apagones tendrían un promedio de tres horas de duración. Durante ese mes y el siguiente las largas colas de automóviles en las gasolineras del país y la escasez generalizada de combustible comenzó a golpear el día a día de los cubanos.
A fines de abril, el desabastecimiento de gasolina y petróleo era evidente. La estatal Unión Cuba Petróleo (CUPET) tuvo que salir públicamente a negar que estuviera exportando gasolina, en medio de una crisis que para entonces obligaba a la suspensión de las clases presenciales en varias universidades y a la reducción drástica del transporte de pasajeros.
Tras salir a dar la cara, Miguel Díaz-Canel responsabilizó de la crisis a suministradores que habrían incumplido sus convenios con La Habana, mientras que otros habrían tenido dificultades de producción. Pero no los mencionó explícitamente.
Barcos fantasmas y dudosas explicaciones oficiales
Mientras el país se abocaba a otro episodio de incertidumbre, DIARIO DE CUBA detectó al buque petroquímico Calida, con bandera de Malta, atracar vacío en la terminal de supertanqueros de Matanzas y partir rumbo al Canal de Suez con un aproximado de 750.000 barriles de petróleo.
Las autoridades cubanas hicieron silencio total al respecto, con la excepción de un detalle: a partir de entonces, los reporteros de los medios oficiales dejaron de informar regularmente, como hasta entonces hacían, del arribo de buques a ese destino.
Lo más sorprendente de la atmósfera de misterio alrededor del asunto era que, como advirtió a esta redacción Jorge Piñón, la escasez de combustible que semiparalizaba el país era dudosa. "Por lo menos para el primer trimestre, Cuba ha recibido suficiente petróleo y combustible de Venezuela, incluyendo por primera vez un supertanquero, el Nolan, con 1,5 millones de barriles, que llegó a mediados-finales del mes de marzo", indicó.
Piñón descartó que el problema estuviera en la deficiencia de las refinerías o en la capacidad de almacenamiento del crudo. Sí dijo que "hay falta de trasparencia en la información oficial" y se formuló la pregunta de si pudiera estar el Gobierno cubano vendiendo al mercado internacional más gasolina de lo habitual y comprometiendo el consumo nacional.
"Es una de las posibilidades: que la necesidad de dinero y de divisas es tan grande que están dispuestos a sacrificar la demanda interna y crear esta situación. Les puede salir el tiro por la culata desde el punto de vista político y social, y hasta económico. Pero sí es posible, porque ha pasado en otros años que Cuba esté exportando gasolina, una vez más, para generar las divisas que necesita", advirtió el académico.
Y como confirmó DIARIO DE CUBA a partir del sitio web de monitoreo de barcos VesselFinder, entre el 14 de abril —justo la jornada en que Díaz-Canel anunció que "tenemos casi la mitad de la gasolina que consume Cuba diariamente" porque "los países que tienen con nosotros determinados compromisos para suministrarnos gasolina están atravesando situaciones energéticas complejas y no han podido cumplir con los compromisos contraídos"—, y el 10 de mayo, arribaron a puertos de la Isla una decena de buques con combustible.
La crisis se repite, y esta vez peor
El verano, momento en que todo se crispa en Cuba, transcurrió con dosis de apagones y aparentes soluciones a la escasez de combustible. Pero nada más iniciar septiembre, la UNE reportó una jornada con 947MW de déficit de generación, el peor desde febrero y solo comparable con el martirio de 2022.
En junio, La Habana había anunciado con bombo y platillo un acuerdo con la petrolera estatal rusa Rosneft para el suministro de 1,64 millones de barriles de petróleo anuales a Cuba. Mas, como otros tantos anuncios de la "cubastroika", pasaron los meses y ni una gota de combustible llegó a la Isla.
De donde sí comenzaron a regularizarse los envíos fue de México. La estatal Pemex se convirtió, por detrás de Venezuela, en la segunda suministradora de petróleo a la Isla, en virtud de acuerdos sobre los que poco se sabe, pero sin duda impulsados por la sintonía entre el Gobierno de López Obrador y La Habana.
En junio México envió sin cargo 350.000 barriles de crudo a Cuba, más 700.000 en julio, por un valor aproximado de 77 millones de dólares. Estas fueron las primeras exportaciones de Pemex a la Isla desde 2019. Tales cargamentos no se han detenido.
Pero en julio las autoridades dieron a conocer que, de las ocho patanas de la empresa Karadeniz Holding rentadas a Turquía en 2022 para aliviar la grave crisis eléctrica, solo seis permanecían operando en la Isla. Y a las alturas del noveno mes quedó claro que la escasez de combustible solo había dado un respiro.
Ahora el Gobierno anunció la "contingencia energética": déficits de energía eléctrica diarios de al menos 700MW (casi un tercio de la demanda del país); paralización de buena parte del transporte; suspensión de clases presenciales; trabajadores enviados a hacer teletrabajo; cierre de entidades altas consumidoras de energía, entre otras medidas, fueron anunciadas.
Piñón recordó entonces que "Cuba produce unos 40.000 barriles diarios de petróleo (bpd), pero necesita de otros 100.000 para satisfacer su demanda. La diferencia era hasta ahora cubierta en parte por sus socios, pero habría un déficit de al menos 20.000 bpd".
"Tienen problemas con la calidad del fuel oil que están recibiendo. Y las plantas flotantes turcas se abastecen con fuel oil", sumó Piñón. "La situación es crítica con el diésel, ya que este abastece al sector eléctrico (grupos electrógenos), el transporte y la agricultura".
Asimismo, "las termoeléctricas se abastecen principalmente con crudo cubano. El problema con estas no es falta de combustible, sino de mantenimiento", advirtió. "No voy a repetir mis numerosos comentarios sobre el Sistema Eléctrico Nacional: está colapsado, y arreglos temporales no van a resolver lo que es un problema estructural".
No solo termoeléctricas y suministros de petróleo
En noviembre, durante una comparecencia en la televisión cubana, los responsables de la UNE hicieron evidente que, pese a que Díaz-Canel asegurara en octubre que la "contingencia energética" estaba superada, la escasez de combustible y transporte tenía responsables en CUPET y Cubametales, refinador e importador, respectivamente, del petróleo extranjero consumido en el país.
Y es que los funcionarios reconocieron que el combustible de las termoeléctricas, los grupos electrógenos y las patanas turcas no cumple con los requerimientos necesarios para su uso. Asimismo, se quejaron de que el arrendamiento de los buques de cabotaje que trasiegan combustible entre termoeléctricas, como el Primula, Marianna IV y Equality, de Belice, Liberia y Tanzania, respectivamente, no había sido pagado.
Tras esa comparecencia, Piñón concluyó que esta puso en evidencia un panorama mucho más complicado para la solución del problema energético cubano: "Falta de gestión empresarial dentro de un modelo económico centralizado; problemas estructurales sin solución a corto plazo; el uso de petróleo crudo nacional como combustible, con un alto nivel de azufre y metales altamente corrosivos; un círculo vicioso de mantenimientos... Aplaudimos el uso de las energías renovables, pero es un sueño de hadas esperar la solución a corto plazo", comentó.
Sobre esto último, al presentar el plan de la economía de Cuba para 2024, el ministro Alejandro Gil comentó que la generación del sistema eléctrico nacional es hoy de 18.555GWh, de los que 942.6GWh se planifican con la utilización de fuentes renovables de energía. O sea, el aporte de las energías limpias es de apenas el 4.9% de la generación total del país.
Por ello, los cubanos están obligados a seguir pendientes de unas termoeléctricas con más de 40 años de explotación, bajos niveles de mantenimiento operacional y de capital, averías y desperfectos frecuentes, por no hablar del resto de la cadena de suministro y distribución de electricidad.
En la contracción económica del 2% de la economía de la Isla en 2023 tuvo un enorme peso la crisis energética antes descrita. La solución a largo plazo es la recapitalización del SEN. Pero, como advirtiera meses atrás Piñon, "Cuba no tiene tiempo, ni dinero; estimamos que ello tomaría mas de cinco años y entre 5.000 y 8.000 millones de dólares".
Entonces, los apagones y las crisis van a seguir. Y también las justificaciones de los responsables.
Están vendiendo todo para hacer un poquito de divisas y aguantar otro día más. El mundo anda patas arriba y ya no encuentran país para parasitar como antes, pero tampoco están dispuestos a realizar cambios porque saben que de inmediato perderán el poder. 2024 será hambre y represión versión superlativa. Veremos si la soga rompe por algún lado, como el 11 de julio.
Habrá que preguntarle al "experto" Ramiro Baño'eSangre Valdés....