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Cumbre de las Américas

La Cumbre de las Américas no excluye a los que piensan diferente

La versión de Miguel Díaz-Canel es otro modo más de atacar a Washington con malos argumentos.

La Habana
Miguel Díaz-Canel y Nicolás Maduro.
Miguel Díaz-Canel y Nicolás Maduro. Univista

En el discurso inaugural de la reciente Cumbre de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de las Américas (ALBA),  el mandatario cubano Miguel Díaz-Canel siguió arremetiendo contra la Cumbre de las Américas, en especial contra la pretendida exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela de esa cita continental.

Al referirse al Gobierno de EEUU, organizador de la próxima reunión hemisférica en la ciudad de Los Ángeles, el heredero de los Castro apuntó: "Dicen ser promotores de la democracia, que deliberadamente confunden con su sistema, pero no son capaces de asegurar un espacio plural. Pretenden estar interesados en una relación constructiva con nuestra región, pero irrespetan las diferencias".

De esas palabras se desprende que Miguel Díaz-Canel estima que la Administración norteamericana desea una Cumbre de las Américas donde no estén presentes los que piensen diferente a Washington. O sea, que solo participen en la reunión aquellos que comulguen con los principios de la democracia liberal y la total preponderancia del mercado en la economía.

Sin embargo, la realidad se encarga de desmentir al presidente cubano. Porque a la Cumbre de las Américas están convocados también mandatarios que abrazan las ideas de izquierda, que no creen totalmente en la ideología liberal, y no las tienen todas consigo con el funcionamiento del mercado. Aunque eso sí, llegaron al poder respetando las instituciones democráticas, y hasta el momento gobiernan sin violarlas. Es decir que, en lo fundamental, cumplen con la Carta Democrática Interamericana, eslabón fundamental para la buena convivencia hemisférica.

Son los casos de Gabriel Boric en Chile, Luis Arce en Bolivia,  Alberto Fernández en Argentina,  Pedro Castillo en Perú, Xiomara Castro en Honduras, y hasta Andrés Manuel López Obrador en México. Ellos, o sus representantes que finalmente viajen a Los Ángeles,  van a garantizar el espacio plural que no puede —o no quiere— apreciar el gobernante cubano en el cónclave de las Américas.

Por otra parte, los excluidos son aquellos que han ejecutado acciones de fuerza de franco contenido antidemocrático. Por ejemplo, la Venezuela chavista que desbancó ilegalmente a aquella Asamblea Nacional de mayoría opositora —la declaró en desacato—, que le iba a hacer difícil la tarea de gobierno a Nicolás Maduro, y que con frecuencia criminaliza a la verdadera oposición política.  O el accionar poco menos que delincuencial de los gobernantes sandinistas en Nicaragua, que decidieron encarcelar a los candidatos opositores que podían enfrentar con éxito la candidatura de Daniel Ortega. Y en medio de semejante represión, que tuvo su mayor nivel durante las protestas populares de 2018, decretar la posibilidad de reelección indefinida en la presidencia. Lo que significa que Daniel Ortega y Rosario Murillo —los Ceausescu centroamericanos— podrían permanecer en el poder mientras vivan.
 
Y qué decir del régimen cubano. Basta con expresar que su sistema totalitario de gobierno, al cerrar todos los espacios de participación de la sociedad civil, y sustituir los sólidos valores de la institucionalidad democrática por los dudosos postulados de la emergencia revolucionaria, constituye hoy la máxima expresión dictatorial en América.

A propósito, resulta contraproducente el llamado de Díaz-Canel a que se respeten la pluralidad y las diferencias en la Cumbre de las Américas. Con total cinismo está exigiendo lo que su Gobierno le niega a la oposición interna en Cuba. Como diríamos en buen cubano: es candil de la calle y oscuridad de la casa.

Evidentemente, la idea original de las Cumbres de las Américas, que con tanto celo anidó el presidente Bill Clinton en 1994, debe de estar a buen recaudo de los detractores de la libertad y los derechos humanos.

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