¿Puede el director del Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas escribir y publicar en La Habana un libro honesto sobre el Caso Padilla? Jorge Fornet publicó en 2013 un volumen centrado en el Caso Padilla donde no cita a ningún estudioso cubano residente en el extranjero. Utiliza referencias de Arturo Arango, Desiderio Navarro, Leonardo Padura y Julio César Guanche, todos residentes en Cuba, y ni siquiera menciona a Liliana Martínez Pérez, Idalia Morejón, Rafael Rojas, Lillian Guerra, Iván de la Nuez o Duanel Díaz Infante.
Así trata el oficialismo a opositores y enemigos, silenciando sus nombres para no regalarles existencia. Y así evita el oficialismo discusiones que podrían revelar su indigencia. En El 71. Anatomía de una crisis Fornet perpetúa, tantos años después, la división entre amigos y enemigos reforzada en 1971.
Ese año comenzó en Cuba el racionamiento de los cigarros, subió el precio de las bebidas alcohólicas, se publicaron los datos del primer censo posterior a 1959, se hizo obligatorio portar carné de identidad y dictaron una ley contra la vagancia. Empezaron ese año los triunfos internacionales de las delegaciones deportivas cubanas, la empresa discográfica estatal logró editar sus primeras grabaciones estereofónicas, y alcanzó su apogeo la construcción de Alamar y de las escuelas secundarias en el campo.
Jorge Fornet acopia todos estos acontecimientos para dar contexto al Caso Padilla y al Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura. Hay que agradecerle a su libro la ordenación de señales de una época, aunque luego falte interpretación a fondo de esas señales. Porque El 71… no es tanto obra publicada como borrador. Su autor haría bien en regresar a las hemerotecas, reconciliarse con la idea de que fuera de Cuba existen otros que se ocupan del tema, y haría bien en dejar de proyectar hacia el pasado sus certezas del presente. Tendría, sobre todo, que perder miedos. Tendría que olvidar que dirige el Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas.
Historia y política como profecía
Cualquier asomo al Caso Padilla, por somero que sea, no puede prescindir de la acción de Seguridad del Estado. El índice analítico de El 71…, de más de una veintena de páginas, incluye a Verlaine, Turguéniev y Raymond Carver, pero no a Seguridad del Estado. Contempla al Museo de Artes Decorativas y no a Villa Marista. Dos menciones de esa policía política aparecen en las páginas del volumen. La primera, dentro del recuento de una novela policial. La segunda, en una frase de Heberto Padilla. Por sí mismo, Jorge Fornet no se atrevió a aludirla.
Tanta cautela suya hace que se despreocupe de la suerte de Padilla: da noticias de la detención, elude el encierro en Villa Marista y, cuando volvemos a saber de él, ya está pronunciando la samokritika, para decirlo con el término soviético al que todo aquello remitía. Las semanas de arresto se mencionan únicamente de pasada, por boca del argentino Rodolfo Walsh.
Fornet explica la carta pública contra Pablo Neruda de 1966 ahorrando a los firmantes toda presión policial y política: "No es extraño que los escritores cubanos firmaran veloces y entusiastas aquella carta: mirado desde el campo político, eso los ubicaba en una posición radical que los complacía; desde el literario, los involucraba en un género (el de la polémica y la carta abierta) que gozaba de prestigio, y contra una figura mayor que, como reflejo, les otorgaba un alto estatus a ellos mismos".
En Cuba, a juicio suyo, no existían amenazas de estalinismo cuando Padilla se dedicó a extrapolar experiencias moscovitas. Padilla era un exotista, lo mismo que Julián del Casal. Y así como Casal fue acusado de afrancesado, él terminó acusado de sovietizante. O de estalinizador. Todavía en 2007 Ambrosio Fornet, padre del autor, sostenía que Padilla "aun bajo el sol tropical se sentía asediado por los fantasmas del estalinismo" ("El Quinquenio Gris: revisitando el término", en La política cultural del periodo revolucionario: memoria y reflexión, edición de Eduardo Heras León y Desiderio Navarro, Centro Teórico-Cultural Criterio, La Habana, 2007.)
No es detalle superfluo el del sol tropical, útil como fue al denunciar el exotismo de Casal. Jorge Fornet suscribe esta historia de fantasmas y considera el Caso Padilla como una autoprofecía cumplida. O sea, que un poeta fue capaz de imponer sus fantasmas a todo un Estado. Lamentablemente, Fornet hijo y Fornet padre no explican cómo fue que Padilla forzó a Fidel Castro y su administración a dar uno de los giros más contundentes de la política revolucionaria.
Jorge Fornet entiende la política y la historia a través de profecías. Esto escribe del fortalecimiento de relaciones, luego de desencuentros, entre La Habana y Moscú: "Pero la historia tenía prevista la opción del entendimiento y, para cuando ella llegara, los soviéticos dispondrían, por su parte, de una alfombra roja".
Raymond Aron recomendó a los historiadores emprender "el desfatalismo del pasado" e investigar como si los acontecimientos, incluso los pasados, no estuviesen obligados a ocurrir. Habría pues que situarse en las expectativas de una época y en el temor de que esas expectativas no vayan a cumplirse. Contrario a la lección de Aron, Fornet profetiza retroactivamente: La Habana y Moscú no podían menos que tener buenas relaciones porque la historia lo tenía previsto ya.
Una investigación chapucera
El 71... es un libro investigado chapuceramente. Menciona el arresto en La Habana del fotógrafo francés Pierre Golendorf, a quien relacionaron con Padilla, busca la causa del arresto en varias fuentes e ignora el libro de Golendorf Siete años en Cuba (Plaza & Janés, Barcelona, 1977).
Para rastrear el linaje soviético de la samokritika de Padilla, Fornet utiliza una fuente poco relevante —Contra la censura. Ensayos sobre la pasión por silenciar (Debolsillo, Barcelona, 2008) de J. M. Coetzee—, y afirma haber leído allí que Evgueni Evtushenko, junto a Margarita Aliger, Vasili Axiónov y Andréi Voznesenski, se vio forzado a la autocrítica pública. Coetzee no menciona a Evtushenko en su libro (sí a los otros tres) y, en todo caso, no es pertinente emparejar el caso de este (la reacción oficial ante la publicación de Autobiografía precoz en Francia) al de los otros tres escritores.
Fornet ni siquiera menciona la amistad de Evtushenko con Heberto Padilla. Nada dice de su estancia habanera en 1961, cuando trabajó en el guion del largometraje Soy Cuba, asistió a las reuniones de Fidel Castro con intelectuales de la Biblioteca Nacional, alcanzó a escuchar las "Palabras a los intelectuales" y avisó a Padilla: "Esta revolución es como la infancia de la nuestra". Hablaba, por supuesto, de estalinismo. Padilla lo relata en sus memorias, Fornet olvida noticiarlo a sus lectores.
Menciona a Margarita Aliger via Coetzee e ignora su visita a Cuba. Manuel Díaz Martínez, uno de los jurados que premió a Padilla en 1968 y terminó denunciado por él, la recuerda: "En conversación que unos pocos escritores mantuvimos con ella en la UNEAC confesó sin rodeos que estaba asustada por los artículos de Leopoldo Ávila, los que, según nos aseguró, ya se comentaban en Moscú. 'Con artículos iguales a esos comenzaron las purgas de Stalin', dijo" (Solo un leve rasguño en la solapa, AMG Editor, Logroño, 2002).
¿Para qué traer a cuento a Evtushenko y Aliger y no explicar la relación personal de ambos con Padilla? Hans Magnus Enzensberger residía por esos años en La Habana, estaba casado con una hija de Margarita Aliger y, tal como reconoce en Tumulto (Malpaso Ediciones, Barcelona, 2015), Padilla era el visitante preferido de su casa. No es difícil que Margarita Aliger coincidiera con él.
Dadas las fechas de publicación, Fornet no habría podido leer Tumulto para su libro, aunque sí las memorias de Díaz Martínez. Resultan muy significativos los comentarios habaneros de Evtushenko y Aliger pues, contrario a lo que sostiene Fornet, ambos poetas no dejaron de detectar la amenaza del estalinismo en La Habana. En el caso de Evtushenko, una década antes del arresto de Padilla. Lo apuntado por Díaz Martínez brinda, además, indicios de un fenómeno poco estudiado: la intelectualidad moscovita atenta a las señales que llegaban de La Habana.
Basándose en Coetzee, Jorge Fornet escribe: "Aquel mismo 1970 apareció en Nueva York Hope against Hope, volumen de poesía de Ósip Mandelstam (…), editado y comentado por su viuda Nadiezhda". A continuación traza conjeturas sobre el Padilla lector de ese libro y una (reconoce él) improbable Nadiezhda Mandelstam lectora de Padilla, pues ambos coinciden en imágenes de muñones y de lenguas coartadas. Es evidente que no conoce el libro del cual habla, memorias de Nadiezhda Mandesltam y no libro de poemas de su esposo, y no existe en Coetzee nada que induzca a tal confusión. Fornet se muestra capaz de sacar conclusiones de aquello que no sabe y capaz de no saber bien aquello que lee.
Vuelta a la pregunta del inicio: ¿puede el director del Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas escribir y publicar en La Habana un libro honesto sobre el Caso Padilla? La defensa del prestigio institucional hace que trate pedestremente a Carlos Fuentes y otros escritores mexicanos, lo obliga a insistir en lo paranoide de Jorge Edwards y consigue que apenas se detenga en Calibán, el ensayo de 1971 de Roberto Fernández Retamar que contestó al Caso Padilla.
El 71… recuenta diversos hechos relevantes anteriores a ese año, despliega un capítulo forzado sobre Ernesto Guevara lector, y no hace mención de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). Cabe aquí la interrogante de cómo analizar la homofobia legalizada en el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura obviando que es continuación de la política que fundara las UMAP. Aunque, por supuesto, eso vendría a abonar la hipotesis de un estalinismo fuera de las profecías de Padilla y pulverizaría la tesis de Fornet.
Cierra el volumen una cronología del año 1971 que no incluye, entre otros muchos hechos, el fusilamiento del narrador Nelson Rodríguez, con quien Pierre Golendorf coincidió en la cárcel y de cuyos últimos días da noticias su libro.
No sabría decir si Jorge Fornet investiga mal por elección o por fatalidad, presionado por el cumplimiento de unas profecías o por las limitaciones de su entendimiento. Cualquiera que sea la hipótesis que se tenga al respecto, su libro permite hacerse una idea del funcionamiento del Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas, dirigido por un inepto o por alguien obligado a la ineptitud dados su compromiso con la institución.
Resulta curioso que El 71… no haya sido reseñado por ninguno de los estudiosos del tema a los que su autor ignora. Es como si estos le devolvieran el desfavor. Rafael Rojas lo menciona en un par de notas al pie de La polis literaria. El boom, la Revolución y otras polémicas de la Guerra Fría (Taurus, Madrid, 2018). Y Duanel Díaz Infante cita una frase suya en un ensayo donde critica a Rafael Rojas. Habré pasado por alto alguna referencia más, pero lo cierto es que resultan escasas para los siete años que lleva publicado este libro.
Jorge Fornet, El 71. Anatomía de una crisis (Letras Cubanas, La Habana, 2013).
El autor de esta reseña agradece a Ibrahim Hernández por haberle enviado desde La Habana un ejemplar del libro reseñado.
Fornet 2 está tan bien informado como el 1, no son ineptos tampoco ni limitados, son personas actualizadas y con acceso a todo tipo de información y de distintos lugares. Lo que pasa que siempre se han rascado todos en su entorno "muy bien y del mismo palo" y les ha dado y da resultado. Y si allí les funciona, para qué cambiar de rumbo, si de eso viven. A buenas horas Fornet 2 va a terminar ignorado como Padilla en el exilio o señalado en Cuba. No le interesa el asunto. Al fin y al cabo, a Fornet 2 no le queda mucho tiempo para jubilarse, y después ya "se verá" por donde van los tiros con asesorías y otras encomiendas, si no tiene otros planes...
Para estudiar un evento tan complejo y retorcido como el caso Padilla, es difícil imaginarse a alguien menos apropiado que cualquiera de los dos Fornets... creo que Rosita Fornés lo haría mejor. Esos dos tienen una combinación de mediocridad, cobardía y chatura que los hace la mejor pareja de huevos sin sal (y sin huevos) de la sosa literatura cubiche. Lo de confundir las memorias de Nadezhda Mandelstam con una antología de poemas de su marido demuestra el nivel de bobería y falta total de rigor de este bitongo (des)ilustrado. Por lo menos debemos agradecer que se dedicara la crítica literaria, donde el daño que hace es muy poco dado que nadie lo toma en cuenta, y no, por ejemplo, a la medicina. Sería de los que entran al quirófano a sacar un apéndice y terminan con una operación de cambio de sexo.
Como apunta Ponte, no es posible ser un funcionario de la Casa de las Américas y escribir sobre Padilla veraz y objetivamente, al menos que se deje el miedo a un lado, algo que Fornet jr. todavía no ha perdido. El régimen en su afán por parecer políticamente correcto (cuando le conviene) rescata la figura de Lezama Lima, los Beatles o trata el "caso Padilla" con la imparcialidad del mafioso en pensión, utilizando de relator al contable de la famiglia.
Cuando Ponte habla, la cultura cubana se hace otra, como ajena para ser por fin propia, un tesorito a salvo del esplendor antes y ahora las ruinas del totalitarismo. Mi modesta contribución: http://orlandoluispardolazo…
La realidad es la percepción que se tenga de ella. Por lo que se explica en este artículo, la de Fornet Jr está dada por la que públicamente muestra el régimen, su aparato de seguridad y sus intelectuales "orgánicos". De acuerdo con lo que Ponte desmenuza muy bien, muy en detalles de conocedor del tema, la pregunta de si es honesta o no esta obra del Jr Fornet, para mí, no alcanza a calificar el libro. Es una obra de investigación fallida, mala, porque para investigar bien y aportar resultados atendibles hay que sumergirse en datos de TODAS las partes. A la hora de los mameyes, esto es simplemente más de lo mismo, un libro más que calza las acciones --los abusos-- del castrismo.
Es un artículo positivo, desde la óptica de saber que aberraciones sufrieron buena parte de los intelectuales cubanos, y a su vez, saber quienes apoyaron esa represión, a veces sutil, otras tantas, violentas. Hoy pasa lo mismo: en aquel entonces las víctimas eran "buenas plumas" y ahora, se trata de reguetoneros obsecuentes contra todo aquel que demuestre tener pensamiento libre.
Aqui se confirma una vez mas que la pespertiva de los intelectuales esta bien lejos de la realidad ; casi inmediatamente que Castro expropia las grandes empresas provoca una crisis economica que fue solucionada por las subvenciones rusas; esas relaciones economicas avanzaron tanto que para el 68 Castro acaba con la poca propiedad privada que queda para poder sovietizar toda la economia y la sociedad; es increible que este fenomeno haya tocado la burbuja donde viven los intelectuales 3 annos despues en el 71!
Heberto como Fornet padre eran hombres desencantados de la revolución a la que amaron en sus comienzos, mientras el primero entró progresivamente en conflicto con el poder, el segundo se mantuvo como "observador imparcial". Algo que puedo afirmar con certeza ya que traté personalmente a ambos.
A juzgar por este magnífico análisis, el autor reseñado heredó tan imposible actitud. Si tomamos en cuenta que fueron stalinistas quienes organizaron el aparato represivo cultural cubano en sus comienzos (después resultaron también sus víctimas) está fuera de dudas el escenario en que se movió Padilla.
El caso del escritor Nelson Rodríguez fue un horrible mensaje escrito con sangre, pues su fusilamiento tuvo por delito el intento de salida ilegal del país. De haber sido hoy, las redes sociales hubieran convertido ese asesinato legal en un escándalo internacional.
Artículos como el presente nos confirman efectivamente la inmovilidad del régimen.
johnfortes____Con Heberto Padilla tuve el honor de compartir labores "voluntarias" en un campo de papas en Artemisa, poco después de ser rehabilitado en Arte y Literatura. De allí y desde entonces, nuestra amistad. Con Fornet padre, también compartí amigos comunes, y algunos saraos de ocasión.
Fornet padre no es que haya sido un "observador imparcial", es una anguila oportunista y así se ha mantenido con matices según el clima ambiental.
Hola Amadeus, Heberto no era melindroso con las bebidas, encontraba placer en las más variadas ofertas, sin importar su humildad o excelencia. A Fornet lo recuerdo bebedor de oporto, siguiendo el consejo lezamiano, razón por la que puse mi afirmación entrecomillada. Resulta curioso como un hombre brillante puede tener una opinión de si mismo equivocada. Saludos.
Nuestros intelectuales parece que no leyeron "La Catedral" ; todo el mundo sabe como empezar un fuego ; pero nadie sabe como termina.
Felicitaciones a Ponte. Se necesitan muchos articulos como éste. En la academia norteamericana y europea, se sigue citando a Casa de las Américas como si fuera una institucion cultural seria. Este Fornet 2 cumple las instrucciones del 1 y no supera las cobardias de su padre.