Clandestinos, Hello Hemingway, Madagascar, La vida es silbar, Suite Habana, Madrigal, José Martí: el ojo del canario, La pared de las palabras, Insumisas, Últimos días en La Habana y El mundo de Nelsito: Fernando Pérez cumple 80 años y "yo lo que quisiera hacer ahora mismo es una nueva película, porque la manera de decir está en la obra que uno hace", comenta en conversación telefónica con DIARIO DE CUBA, "y no en una entrevista donde siento a veces que me repito y no tengo más nada que decir".
Por suerte, y para beneplácito de la cultura cubana en su expresión más amplia, somos muchos los que pensamos que Fernando se equivoca y 11 películas después, varios documentales y emisiones del Noticiero ICAIC Latinoamericano, muchos cursos y conferencias después, sí tiene qué decir, y mucho.
Así mismo piensan los jóvenes cineastas, integrantes de Asamblea de Cineastas Cubanos, que lo asumen como líder, a pesar de que "no me nace ser líder, no me siento orgánico, no sé cómo hacerlo, no siento que pueda encabezar nada, liderar nada, o representar nada, no aspiro a eso", subraya Fernando. "Mi participación siempre va encaminada a decir lo que pienso y a tratar de identificarme con las ideas de los que generacionalmente vienen detrás de mí", agrega.
Hace algunos meses, cuando DIARIO DE CUBA entrevistó a la actriz Lola Amores, esta destacó que, en el caso de Fernando, siempre "estaríamos hablando de una mente joven" y ahora, en una conversación por WhatsApp que cruza el Atlántico, el hijo del cartero de Guanabacoa, quien cumplió 80 años el pasado 19 de noviembre, dice: "No puedo estar inmóvil cuando todo a mi alrededor, el río que me rodea, fluye y sigue su cauce. Intento estar en sintonía o trato de entender e intercambiar con los jóvenes que por ley de la vida impulsan esa corriente siempre en movimiento".
"He aprendido lo que sé dando muchos tropiezos, en un proceso de descubrimientos sin tener siempre la verdad en la mano. Eso mismo es lo que trato de comunicarle a los jóvenes, pero como un intercambio, no como una enseñanza, porque muchos jóvenes me aportan a mí muchísimo. Si me quedara con lo que aprendí, con lo que sé, con lo que fue mi experiencia, me detendría en un punto muerto".
Es por ese mismo pensamiento de fluir y no quedarse inmóvil que afirma no sentir nostalgia por lo que fue el cine cubano, por lo que fueron espacios como el ICAIC, el Festival de Cine y la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños, hoy venidos a menos, a mucho menos. "Si algo me ha enseñado la vida es que uno tiene que evaluar constantemente el pasado, pero no añorarlo. El pasado pasó, es lo que fue. Y creo que lo más importante es mirar el presente, incluso más que el futuro. Eso es lo que trato de hacer en mi día a día, no sentir nostalgia de lo que fue. Y es justamente la mirada con la que intento construir mi próximo proyecto titulado Nocturno, una película que se agita en mi cabeza hace ya diez años".
Nocturno
Solo desde un punto de vista muy personal y muy subjetivo puede alguien aspirar a entender los últimos 65 años en Cuba. Y tal vez ni siquiera así. Esa es, precisamente, la aspiración de Nocturno, "una idea muy ambiciosa, y un proyecto que quiero realizar con mucho cuidado, para no quedarme en la epidermis de una historia que es muy compleja. Pero siento que es la película que realmente me queda por hacer".
"Fue una idea que me surgió cuando una noche vi a mi hija Susanita escuchando en la radio el programa Nocturno. Me sorprendió que treinta años después ella escuchara el mismo programa que trajo para mi generación, en los años 60, la música internacional, la música de Los Fórmula 5, Los Diablos, Los Brincos, toda la música española, la música en inglés, incluso los Beatles llegaron por primera vez a través de ese programa".
"Yo estaba en la universidad y recuerdo que íbamos a los trabajos productivos en el campo y siempre a las ocho y media de la noche nos reuníamos todos a escuchar Nocturno. Y aunque ya las generaciones más jóvenes no lo escuchan tanto, su sonoridad ha acompañado la historia más reciente de este país. Fue ese el detonante para empezar a escribir una película con todo lo que he vivido y que he visto vivir a gente de mi generación, desde el año 61 hasta hoy mismo, con algunos saltos, claro, no es que uno lo pueda contar todo".
"Creo que si por algo he hecho cine es por la manera en que me identifico emocionalmente con cada una de las películas que he hecho, y que de alguna manera han ido reflejando mi evolución personal junto con la de mi país. Ahora trato de concentrar todo eso en una sola película en un salto al vacío que ojalá la vida me lo permita. Y yo mismo también".
¿Una película del ICAIC?
"Recuerdo que, en el 2014, después de trabajar en la Muestra de Cine Joven y apoyar desde sus inicios la producción de cine independiente, me plantee que mi apoyo tendría que ser también práctico y no solo teórico. Entonces decidí jubilarme para hacer una película independiente. Esa película fue La pared de las palabras, una experiencia muy bonita durante todo el proceso de preparación y filmación, pero que no terminó muy bien porque nos quedamos colgados de la brocha por falta de financiamiento para la postproducción. Pude terminarla gracias al apoyo solidario de Edesio Alejandro, quien hizo todo sin recibir un centavo".
"Pero sigo pensando que la mejor manera de hacer cine en Cuba hoy es hacerlo de manera independiente".
Asamblea de Cineastas Cubanos
Esa independencia está profundamente ligada a la Asamblea de Cineastas Cubanos, esa de la que Fernando dice que no es líder, pero sí lo es. En su actitud, en su acompañamiento irrestricto a la libertad de la Asamblea, está representado el cambio de época en el cine cubano y Fernando, que vivió intensamente la época dorada del ICAIC y vive ahora los empeños diarios de la Asamblea, es entonces una bisagra, un puente.
Si bien en los años 60, 70, incluso 80, el ICAIC vivió una intensa apertura a la realidad, a través del pensamiento crítico y la creación ―sin romanticismos para darle más de lo que merece, pero sin la mezquinad de quitarle al César lo que es del César―, la censura ha dinamitado lo que un día fue y "yo creo que, si algo ha confirmado el surgimiento de esta Asamblea y el no reconocimiento por parte del ICAIC, es que nuestra sociedad ha ido cerrando cada vez más puertas", apunta Fernando.
"Ojalá no me equivoque, pero no va a haber diálogo", enfatiza y añade: "El hecho de que un año después una Asamblea que estuvo apoyada por más de 400 firmas del gremio no haya sido reconocida, al menos para discutir, y la ignoren olímpicamente, es una respuesta".
"La fractura que se esconde debajo de las celebraciones por el 65 aniversario del ICAIC se está convirtiendo en un abismo prácticamente insalvable, dolorosamente insalvable. Porque son muchos los jóvenes que ya no están aquí, y eso es triste porque podrían haber estado, y esa emigración de la generación del Cardumen ―grupo de cineastas jóvenes que emigraron luego de que el ICAIC clausurara la Muestra Joven― se convierte en una reafirmación de la complejidad, diversidad y pluralidad del cine cubano".
"Creo que hay dos razones por las que no se reconoce a la Asamblea. La primera es la defensa irrestricta de la libertad de expresión, y la segunda es la inclusión y la pertenencia al cuerpo audiovisual de nuestra nación de todos esos jóvenes cineastas que están fuera de Cuba".
"Estamos viviendo un momento muy sensible, no solo en el cine, y creo que la Asamblea, en su sentido inclusivo, puede prefigurar el país al yo aspiro, ese en el que la naturaleza del Yo no esté limitada por ninguna restricción. Esa diversidad va a legitimar la riqueza de nuestra vida. No sé cómo vendrá, pero vendrá. Y la Asamblea lo prefigura. No será fácil, porque hay muchos extremismos, y el extremismo, venga de donde venga, es destructivo, paralizante y deformador. Pero ahí estamos, ignorados y olvidados, pero vivos, existiendo".
El siglo de las luces
Esta permanente necesidad de aspirar a un cambio, así como la búsqueda inequívoca de la libertad, son características que en Fernando están muy ligadas, confiesa, a su novela de cabecera: El siglo de las luces, de Alejo Carpentier. "Es curioso, porque la novela comienza con la llegada de Víctor Hughes, que trae las ideas revolucionarias de la Revolución Francesa, y después se convierte, cuando asume el poder, en una personalidad política totalitaria", dice.
"Al final es Sofía la que se lanza nuevamente a la calle porque hay que cambiar todas las cosas, no importa cómo, pero hay que cambiarlas. Una metáfora de cómo las ideas de cambio van en espiral, porque la historia no es una línea recta, como yo y el mundo pensábamos en los años 60. Y esos ideales de justicia, de mejoramiento humano, a veces se pierden, pero después se renuevan en un anillo mucho más amplio de la espiral y de acuerdo a lo que cada generación trae, porque el cambio es inevitable. La inercia de un mismo discurso lleva a la parálisis, a un colapso de las ideas de espaldas a la evolución ineludible de la Historia".
El hijo del cartero de Guanabacoa
En esa ineludible evolución de la historia tienen un peso también los amigos y compañeros que ya no están, bien porque han emigrado, bien porque han fallecido. "Yo miro a mi alrededor y veo que los rostros que me han acompañado y que me acompañan en este momento se están yendo y no es fácil asumirlo", dice Fernando y es inevitable no pensar en Raúl Pérez Ureta, su gran amigo y director de fotografía icónico del cine cubano y, claro está, de buena parte de la obra de Fernando.
"Pero en este nuevo e inevitable escenario siento que sigo siendo el hijo del cartero de Guanabacoa, siento que la nobleza de mis padres se ha mantenido en mí. Y mira que he vivido cosas fuertes, cosas realmente difíciles y emotivas y grandes de todo tipo, pero le agradezco a la vida haber vivido a plenitud. Cuando digo a plenitud, no me refiero a un estado de felicidad constante, sino a la búsqueda permanente, en medio de luces y sombras".
Una anécdota de Nocturno.
Una persona del interior de la isla que amaba Nocturno pero que no reconocía una de las canciones temas del programa, le pidió a una tía nuestra que le cantara la canción "Casita Gris" del programa Nocturno, después de obligarla a tararear la mencionada canción; mi tía llego la conclusión de que esta pobre persona se refería a "Tus Ojos" de Juan y Junior ...
https://www.youtube.com/wat…
De nuevo estamos en el aula del cuarto piso y entra Mirta Aguirre a enseñarnos versología española. O estamos en Berlín, en aquel apartamento de tu beca... Siempre respetando tu dignidad, honradez y talento. Lo otro son puntos de vista diferentes para enriquecer la cultura cubana, evitar los aburrimientos de la unanimidad. Oigamos Nocturno, cuyo tema musical me viene ahora mismo a la boca para tararearlo. Felicidades.
Mi saludo más sincero a Fernando Pérez, un cubano cuyo eje central como creador ha sido la honestidad y la decencia.
Veo que este párrafo (Si bien en los años 60, 70, incluso 80, el ICAIC vivió una intensa apertura a la realidad, a través del pensamiento crítico y la creación ―sin romanticismos para darle más de lo que merece, pero sin la mezquinad de quitarle al César lo que es del César―, la censura ha dinamitado lo que un día fue..) no empieza entrecomillado, por lo que debe ser redacción del autor de esta conversación, y no de Fernando. Pienso que entre las instituciones culturales cubanas, el ICAIC fue una que trató de no caer en dogmatismos importados de los países socialistas y se caracterizó por abrirse hacia ciertas críticas de hábitos sociales, pero solo las críticas que el régimen permitía, porque censura hubo siempre. El ICAIC nunca fue una isla. De lo contrario, los filmes no se hubieran visto siempre con antelación en proyecciones cerradas en salitas ... (cont.)
(Cont) … del propio ICAIC, donde los funcionarios encargados decían esto sí y esto no. Censura que alcanzaba hasta documentales de carácter histórico. Como muestra, además, “PM”, que nunca se exhibió, “Un Día de Noviembre” que se pospuso su exhibición por considerarse pesimista, o “Alicia en el Pueblo de Maravillas” que se exhibió con público movilizado de las bases del PCC y provocó una polémica dentro del PCC con Fidel Castro de árbitro. El ICAIC desde su creación estuvo "dinamitado" bajo ese régimen. Lo que ha cambiado no es que haya ahora censura y antes no, no es el ICAIC lo que ha cambiado, es la sociedad cubana. Como bien dice Fernando: “La inercia de un mismo discurso lleva a la parálisis, a un colapso de las ideas de espaldas a la evolución ineludible de la Historia", y el ICAIC (junto al régimen) en tanto censura y controles se paralizó.