Back to top
Sociedad

Pobreza y hambre en Cuba, caldo de cultivo para las enfermedades mentales

La malnutrición y la incertidumbre menoscaban psicológicamente al individuo, aumentando el riesgo de sufrir trastornos mentales.

Madrid
Ilustración.
Ilustración. Diario de Cuba

Durante el invierno de 1944-1945 más de 20.000 personas murieron de hambre en los Países Bajos ocupados por las tropas alemanas y otros miles fallecieron por causas indirectas atribuidas a la falta de alimentos. Se conoció como la hambruna holandesa o Hongerwinter. La experiencia documentada de aquel episodio, en un país moderno, desarrollado y alfabetizado, permitió a los científicos medir los efectos del hambre en la salud humana y específicamente en la mente.

El estudio del Hongerwinter fue pionero en relacionar hambre y enfermedad mental. A pesar de que fue una situación temporal dada en un país rico, dejó secuelas significativas, por lo que no es difícil calcular la dimensión real de una situación que se prolonga en países pobres como Cuba, la isla donde el pescado es inalcanzable y el Gobierno gasta 2.000 millones anuales en importar alimentos que es incapaz de producir después de haber destruido la agricultura, la ganadería y otras industrias antes florecientes.

El Programa Mundial de Alimentos de la ONU reconoció en abril de 2023 que en Cuba se pasa hambre, y que la malnutrición se disparó tras la Tarea Ordenamiento. La inseguridad alimentaria no ha dejado de empeorar desde entonces y la población se expone a más enfermedades, entre ellas las psiquiátricas.

El informe del PMA publicado hace un año reveló que "los cubanos de entre 14 y 60 años en la Isla solo ingieren diariamente el 24% de las proteínas necesarias, el 36% de la energía y el 18% de las grasas que necesitan". 

Los científicos afirman que las personas activas deben ingerir de 1,2 a 2,0 gramos diarios de proteína por kilogramo de peso corporal. Quien pesa 150 libras debe ingerir de 82 a 136 gramos por día. Pero los cubanos ingieren solo entre 20 y 34 gramos diarios.

Miguel Díaz-Canel dijo recientemente que los cubanos emplean más del 70% de su dinero en comida, pero se quedó corto. En un análisis conservador publicado en marzo, el economista Omar Everleny Pérez, que consideró precios máximos estatales, estimó que el costo actual de la canasta básica alimentaria mínima para dos personas en Cuba es de casi 20.000 pesos al mes. Junto con el disparo del valor del dólar en el mercado negro, que este mes llegó a 365 pesos y ha reducido el salario mínimo de 2.100 pesos a poco más de cinco dólares, la pobreza se agudiza en medio de un sistema de Salud Pública en quiebra.

Según la Organización Mundial de Salud (OMS), unos 450 millones de personas en todo el mundo se ven afectadas por algún problema de salud mental que dificulta gravemente su vida. Más de 300 millones de personas en el mundo viven con una depresión. Un artículo publicado en la revista Science en diciembre de 2020 reveló que, dentro de un mismo contexto específico, las personas con ingresos más bajos tienen entre 1,5 y tres veces más riesgo de sufrir trastornos depresivos o de ansiedad.

En 2019, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) señaló el suicidio como una de las principales causas de muerte entre jóvenes en América Latina y apuntó que Cuba era uno de los países más afectados. En la Isla es la décima causa de muerte, según reconoció el ministro de Salud Pública, José Ángel Portal Miranda, en un balance de la caótica situación del sector en 2023.

En marzo Evelin Pineda, una madre cubana de 29 años, intentó quitarse la vida ante la imposibilidad de alimentar a su hijo con parálisis cerebral y otros padecimientos graves. El 24 de enero pasado, la joven Gisell Villafranco, con trastornos de esquizofrenia y con medicación inadecuada, se suicidó tirándose del octavo piso del Hospital Miguel Enríquez, en La Habana. Son solo dos de los casos registrados por los medios independientes este año.

Food Monitor Program, una iniciativa independiente que aborda la inseguridad alimentaria como un fenómeno complejo y multifactorial en Cuba, considera que el déficit de nutrientes así como el estrés asociado a la búsqueda de comida son "un hecho que está teniendo consecuencias adversas en la salud de los cubanos".

En declaraciones a DIARIO DE CUBA, el doctor Emilio Arteaga, médico exiliado en España desde 2020, consideró que el déficit nutricional general que padece la población cubana aumenta la vulnerabilidad para enfermar tanto física como psíquicamente.

"En todos los aspectos se afecta la capacidad de respuesta del organismo ante situaciones precarias de alimentación. Se deprime el sistema inmune, aparecen una serie de trastornos metabólicos", señaló.

"En los grupos en edad de desarrollo, como niños y adolescentes, quienes aún no han completado la maduración del sistema nervioso central, las condiciones de nutrición son esenciales para la salud mental", añadió.

"Estar sometidos de manera prolongada a una alimentación insuficiente por supuesto que atenta contra la normal maduración de ese sistema nervioso central y lo hace más frágil", dijo.

Los que padecen trastornos mentales ya diagnosticados y que llevan un control con tratamientos biológicos (psicofármacos) también sufren las consecuencias de una alimentación precaria.

"Imagínate el caso de quienes consumen este tipo de medicamentos potentes; mal alimentados, los efectos secundarios aumentan. Hay que sumar la inestabilidad de los medicamentos para todas las patologías en la Isla", apuntó el especialista, quien no ve a corto o mediano plazo mejoría para la salud mental de la gente en Cuba.

"En Cuba la población sufre enorme estrés. El desgaste psicológico es diario, pensando en qué comer, enfocados totalmente en una cosa tan básica como es la alimentación, sin opción de concentrarse en otras áreas de la vida, que es lo que realmente conduciría a una calidad de vida y vida plena", dijo.

La política oficial no parece estar dirigida a reducir el hambre que acarrea enfermedades. La agricultura, que emplea casi el 20% de la mano de obra en Cuba y que podría sustituir gran parte los 2.000 millones en importaciones anuales de alimentos que ahora necesita el país, recibe 13 veces menos inversión que al turismo. El economista Pedro Monreal alertó al respecto al revelar que la actividad agropecuaria obtuvo en el primer trimestre de 2024 solo el 2,8% del presupuesto total.

Así, el Gobierno depende cada vez más de donantes extranjeros para poder proveer alimentos a la población. El ejemplo más reciente ha sido el de la petición gubernamental al Programa Mundial de Alimentos para la adquisición de leche en polvo para los niños, pero también están los cargamentos de arroz suministrados por China o Vietnam, o las sumas de la Unión Europea para invertir en el sistema de bombeo de agua o proveer semillas junto con la FAO, entre otros.

El doctor Miguel A. Cedeño T., psiquiatra y catedrático de Psicopatología y Psiquiatría Clínica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá, enfatizó en un artículo publicado en La web de la Salud cómo la pobreza y sus componentes pueden alterar diversos mecanismos neurobiológicos del cerebro e incidir de esta forma en el origen de diversos trastornos mentales.

"Se sabe que la pobreza está asociada con ingresos y gastos volátiles. La incertidumbre para la supervivencia de uno mismo y de la familia que resultan de esta situación menoscaban psicológicamente al individuo, aumentando el riesgo de sufrir trastornos mentales. Pero el fenómeno funciona igualmente en la dirección contraria: las enfermedades mentales empeoran a su vez la situación económica de las personas, reducen el empleo y, por tanto, los ingresos de las familias, además pueden dificultar la educación y la adquisición de habilidades entre los jóvenes y exacerbar las desigualdades de género debido a su prevalencia desproporcionada entre las mujeres", alertó Cedeño.

Archivado en
Más información

1 comentario

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.

¡Zombieland!