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Inflación

Control de precios: batalla perdida de una Revolución sin futuro

Es improbable que el castrismo deje de utilizar esta herramienta más política que económica, que le permite favorecer a sus allegados mientras aparenta combatir la inflación.

La Habana
Un quiosco de venta de alimentos en las Playas del Este de La Habana.
Un quiosco de venta de alimentos en las Playas del Este de La Habana. Diario de Cuba

El título de este artículo parafrasea al del reportaje de Cubadebate "Control de precios: una batalla compleja pero decisiva para el futuro de la Revolución", pues, más que decisiva, esta es definitivamente una batalla imposible como demuestra el clásico estudio 4.000 Años de controles de precios y salarios, de Schuettinger y Butler.

Esos autores enseñan que ni una vez en cuatro milenios los controles de precios han sido positivos para los pueblos, pues estas políticas siempre esconden malformaciones económicas estructurales que el mandamás de turno —tirano o demócrata— prefiere mantener para su propia conveniencia. Entonces, manipulando demagógicamente a las masas, trata de reprimir los efectos —controlando precios— para poder mantener la causa de fondo que, frecuentemente, está asociada a redes clientelares y rejuegos de grupos de presión.

Pero es improbable que el castrismo deje de utilizar esta herramienta más política que económica ahora que está mutando de un sistema de dependencias —gratuidades, subsidios, monopolio de medios de producción— hacia uno clientelar, pues los controles de precio le permiten favorecer a sus allegados mientras aparenta combatir la inflación.

Muy por el contrario, en el mencionado artículo de Cubadebate, Vladimir Regueiro, ministro de Finanzas y Precios, desglosó las medidas que están tomando para controlar precios en Cuba. Analicémoslas:

1- Regulaciones de precios por los gobiernos locales para determinadas nomenclaturas de productos:

Variante más común del control de precios. El burócrata de turno pone topes sin tener noción del funcionamiento de miles de mercados interconectados que se influyen mutuamente de manera compleja, vía interacciones no lineales e impredecibles. Estos topes, siempre, generan escasez, al ubicar el precio por debajo del equilibrio de mercado, lo que expulsa a los productores menos eficientes. Esto a mediano plazo se revierte en precios más altos por un déficit de oferta y porque se debe actuar en mercados negros.

2- Concertación de precios de Acopio con los productores:

Esto es lo que en un país económicamente maduro se llama "compra de futuros" —origen de los populares derivados financieros—, que no es más que cerrar a precios de hoy compras de productos aun no listos para la venta. Tales acuerdos le garantizan al productor un beneficio predecible y, así, la planificación de próximos ciclos, mientras que el comprador saca beneficio —o pérdida— intermediando entre el precio actual y el de venta futura.

Pero en Cuba esos acuerdos no se efectúan vía mercado por partes voluntarias y expertas; es decir, no contratan productores y especuladores especializados partiendo de precios reales de oferta y demanda, sino que se parte de mercados extremadamente intervenidos y, al menos por la parte estatal, participan personas que no se juegan su propio capital, lo que les hace proclives a negociar mal y a corromperse, además de a, como representantes del Estado, incumplir lo pactado sin que los productores puedan defenderse.

3- Vinculación directa de las entidades presupuestadas que prestan servicios básicos (salud,educación, deporte y cultura):

Esto solo es posible ofreciendo precios similares a los que los productores pueden encontrar si venden directamente al mercado, pues si estas entidades pagan menos no encontrarán vendedores. Así que esta medida es totalmente antiflogitínica.

4- Exigir a las entidades estatales que ajusten sus márgenes comerciales:

Esta política contradice la de autonomía empresarial, que se supone descentraliza la repartición de beneficios y la formación de precios, por lo que es una norma que desincentiva la producción y, además, demuestra que el régimen carece de verdadero deseo por alejarse del centralismo.

Para colmo, esta medida no implica que los precios a los consumidores disminuyan, pues los márgenes pueden reducirse aumentando los costes de manera artificial, lo que en un ambiente de presupuestos laxos como el de la economía centralizada castrista puede ser la llave para que la directiva de una empresa obtenga más dinero del presupuesto central, lo que aumenta la inflación vía precios y vía tensión sobre el presupuesto.

En resumen, las medidas que no son totalmente irrelevantes están atentando contra la homeostasis del mercado, enfermándole, distorsionando aún más el poco margen que tiene en Cuba el rejuego oferta y demanda.

Si hay un ministerio especialmente insidioso e inútil que debería desaparecer, es este de Finanzas y Precios… aunque, para ser inclusivos, lo mejor sería desaparecerlos a todos.

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2 comentarios

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Profile picture for user Pedro Benitez

Para disminuir la inflación y aumentar el poder adquisitivo de los ciudadanos, el “ministro” puede topar los precios de la electricidad. Sin embargo, topar los precios sin billetes, equivale a radicalizar el mercado negro. Los ciudadanos con solvencia (billetes) actúan como casa de cambios; aislando al gobierno en su propia política digital.

Profile picture for user Pedro Benitez

Puede ser interesante estudiar la correlación entre el control de precios, y los precios en el mercado informal…