Con el peso de los escombros de su vivienda sobre su optimismo y su futuro, Moraima, residente en Pilón, Granma, no tiene esperanzas de volver a levantar su hogar en el corto plazo. Golpeada por los sismos del domingo 10 de noviembre, está entre quienes dejaron de creer en aquello de que "ningún cubano quedará desamparado". La frasecita revolotea en las reuniones del Consejo de Defensa Nacional y en los medios oficiales tras los recientes desastres naturales en Cuba, pero ella sabe cómo es vivir en pobreza.
"Me voy con mi tía abuela, que vive en una casita que da pena, hasta no sé cuándo. Tengo suerte de tenerla y de que me quiera acoger. No quiero pensar en mis vecinos que como yo lo perdieron todo con los temblores y se van a tener que meter en un albergue", dice a DIARIO DE CUBA esta mujer con dos hijos menores de edad y viuda. "¿Qué esperar cuando otros miles esperan hace años?", añade.
Los más recientes desastres en Cuba —los huracanes Oscar y Rafael y los fuertes sismos del oriente— han dejado más de 34.000 viviendas dañadas, entre derrumbes totales, parciales y de cubierta, informó el jueves el ministro de Economía y Planificación, Joaquín Alonso Vázquez.
Los planes de recuperación, dijo Alonso Vázquez, "dependen en gran medida de la disponibilidad de recursos (muy escasos, a menos que sean para el Turismo), en la voluntad del país (Gobierno) de mejorar el fondo habitacional y potenciar su adaptación y resiliencia al cambio climático".
En San Antonio del Sur, Guantánamo, otra familia que no quiso compartir los nombres de sus integrantes dijo que tiene "esperanzas" de volver a levantar su casita, pero "será bien difícil en las actuales condiciones" y contando solo con "dos salarios medios para comer y tener que asumir el costo de la reconstrucción".
A finales de octubre, el Gobierno de Cuba anunció que miles de cubanos que lo perdieron todo y otros que sufrieron enormes pérdidas tras Oscar tendrán que asumir el 50% del costo de colchones y materiales de construcción para levantar o reparar sus viviendas dañadas. En medio de la pobreza creciente, para muchos tampoco es asumible tener que pagar la mitad de nada.
DIARIO DE CUBA ha expuesto los casos de varias personas afectadas por desastres naturales que siguen esperando una solución del Gobierno en la más absoluta miseria.
Nereida Padilla Escalante, 68 años, es damnificada del huracán Sandy, un fenómeno que impactó la Isla en octubre de 2012. Desde su casucha de tablas y zinc desbaratados, sin las más mínimas condiciones de habitabilidad, apuntalada, con puertas y ventanas con sábanas, contó su historia a DIARIO DE CUBA.
"Tenía mi chequera de bienestar social y se muere mi esposo en la casa que el ciclón me desbarató. Al morirse, me quitaron mi chequera y me dieron la de él, por viudez, de 1.070 pesos. Esto es duro, estoy pasando trabajo y necesidad".
Con esa pensión, Nereida no puede comprar ni una docena de huevos. Ha acudido al Gobierno, a la Dirección de Vivienda, a Seguridad Social por un subsidio, todo sin resultados.
Otros cuatro cubanos residentes en una comunidad del municipio San Luis, en Pinar del Río, mostraron las condiciones en las que viven, tras años esperando una ayuda estatal para arreglar sus casas.
Julio, con un retiro de 1.600 pesos, no tiene muchas esperanzas de poder repararla. Miladis, con tres niños pequeños, a veces no tiene ni un peso para ir a buscar el pan de la bodega. Su esposo es el sostén y su salario no alcanza. En esas condiciones no puede asumir la compra de materiales de construcción. Tampoco Eduardo Montano, con 1.885 pesos de retiro puede levantar su vivienda destruida. Jorge González, con secuelas de un accidente cerebrovascular, vive en una especie de casa de campaña: "dijeron de hacer la casa, pero nada".
Marilyn Borrero González y Floro Álvarez Leyva, que residen en Velasco, Holguín, llevan "15 años viviendo como animales" a la espera de ayuda desde el paso del huracán Ike. El matrimonio, que mostró a DIARIO DE CUBA las condiciones en que sobrevive, dijo que las autoridades le asignaron unas tejas de zinc con la promesa de "un techo más adelante, y hasta el sol de hoy" siguen esperando.
"Al delegado le he dicho que me conformaba con un techo, que las paredes las hacía aunque fueran de yaguas, pero esto de mojarse es demasiado. Cuando llueve no hallamos donde estar", lamentó Borrero.
Un padre cubano residente en Baracoa, Guantánamo, con afectaciones en su vivienda tras el paso de Oscar rogó por una solución a sus problemas, acumulados de ciclones pasados. "Esto fue derrumbe total del ciclón Matthew. Aquí nunca dieron nada. Me dijeron ahora que es traslado para un albergue, pero no me meto yo con un niño asmático de dos años en albergue ninguno", dijo.
El calvario de los albergados
Los vecinos de Moraima, en Pilón, y la familia de José, en La Habana, se tendrán que ir a albergues, a enfrentar deplorables condiciones higiénicas y de hacinamiento, y a sumarse a los miles de familias que esperan en estos lugares por una solución que en la mayoría de los casos nunca llega.
Oficialmente nombrados "comunidades de tránsito", en estos albergues hay familias que llevan más de 20 años. Muchos han nacido, se han casado y han tenido sus hijos allí, sin esperanzas de un hogar propio.
En La Aldea, al Este de La Habana, entre los límites del reparto Bahía y Guanabacoa, se ubican albergados de La Habana Vieja y Centro Habana. Son 17 naves divididas en cubículos donde en 2021 se apretaban para sobrevivir unas 200 familias.
Un informe de la Organización Panamericana de la Salud (PAHO) que incluyó el caso de los "Albergues Temporales" en Cuba, señaló que "el funcionamiento de los albergues debe contar con la organización de los servicios generales que garanticen las condiciones imprescindibles para la estancia en ellos". Sin embargo, la realidad de los locales es muy diferente. Los sistemas de aguas albañales permanecen desbordados gran parte del año, hay criaderos de mosquitos, otros insectos y roedores, las instalaciones de agua potable tienen filtraciones y en ocasiones averías que la mezclan con las residuales.
En algunos las condiciones son surrealistas, difíciles de describir si no es a través de imágenes, como las recogidas por este periódico en noviembre de 2023 al recorrer un antiguo muelle portuario que funcionaba entonces como albergue de familias cubanas que perdieron todo por derrumbes.
Regla, natural de La Habana, quien vivía en Muralla entre Habana y Compostela, en un edificio que se derrumbó siete años atrás, mostró las duras condiciones de vida de ella y su niño pequeño, asmático y alérgico, expuestos a la lluvia, a las ratas y otras plagas, y a condiciones infrahumanas.
La terrible situación de los albergados ha suscitado frecuentes protestas públicas, incluyendo el corte de vías de tráfico vehicular, pero ni esas manifestaciones, regularmente protagonizadas por madres desesperadas, han hecho que se les atienda.
El fin de semana del 8 de enero de 2021, una veintena de residentes del albergue Bahía-Plaza iniciaron una protesta para exigir el traslado a un lugar en mejores condiciones y la entrega de viviendas propias.
"Al lado de las naves donde vivimos están construyendo un edificio para los trabajadores de la Empresa Eléctrica; también hay edificios vacíos nuevos en Cojímar que son para los militares, y a nosotros, que llevamos años entre ratones y mosquitos, en casas que se mojan y te coge la corriente, no nos dan nada. Estamos cansados de ir a todos los lugares posibles y que al final nunca nos resuelvan", dijo entonces Lourdes Quintana, madre de cinco hijos.
Tras conocer en primera persona las historias de albergados, no es difícil entender por qué personas como Facundo, de Guantánamo, se resisten a abandonar casas donde "llueve más adentro que afuera".
"Prefiero la porquería propia, mis miserias, por lo menos no tengo ratas", dijo.
La crisis en números
La catástrofe de la vivienda en Cuba llegó en marzo de 2023 al diario independiente inglés The Guardian, uno de los más importantes del mundo. A través de un ensayo fotográfico, los fotorreporteros catalanes Manu Mitru y Jordi Otix documentaron durante su paso por La Habana la dura existencia de varias familias albergadas tras perder sus casas, ubicadas en los numerosos edificios en ruinas de la capital.
El Gobierno cubano dejó caer la construcción de viviendas en Cuba en un 64% en solo cuatro años, según datos oficiales contenidos en el Anuario Estadístico de 2023, publicado por la estatal Oficina Nacional de Información y Estadística (ONEI).
De 15.491 viviendas que el Estado cubano edificó en 2019, en 2023 solo fueron 6.205. Los números fueron reduciéndose año tras otro: en 2020, el Estado construyó 13.865 casas; en 2021 la cifra fue de 8.741; en 2022 fueron 8.103 y en 2023 solo llegaron a levantarse 6.205.
En agosto de este año, otra vez la Política de la Vivienda y el programa de producción local de materiales de la construcción mostraron retrocesos en todas las provincias. Al cierre de ese mes solo se concluyeron 5.262 viviendas, apenas el 39% del plan de 2024, según el informe presentado en una reunión con gobernadores, encabezada por el primer ministro, Manuel Marrero Cruz.
Según publicó el portal oficial Cubadebate, los datos confirman "la persistencia de un ritmo muy bajo de ejecución, y los niveles de fabricación de materiales son insuficientes en todos los renglones". Las provincias con peores resultados son La Habana, Camagüey, Las Tunas, Santiago de Cuba y Guantánamo, cuyos datos desagregados no aparecieron en el reporte oficial.