Da pena, e indigna a la vez, que de un país sus habitantes tengan que emigrar para buscar en tierras extrañas lo que en su suelo natal pudieran tener, pero un régimen inhumano les impide.
Es ese el caso paradójico de Cuba, país que fue siempre un imán para atraer inmigrantes de los cinco continentes hasta que un par de hermanos sin escrúpulos asaltaron el poder e implantaron el comunismo bajo la asesoría de un misántropo argentino, buen conocedor del marxismo-estalinismo, y que no tenía pruritos para admitir: "Me gusta matar".
Yendo al grano, como un saldo neto de la "revolución", Cuba se ha hundido en una crisis demográfica. Ya venía gestándose, pero hizo eclosión en 2016 y se ha agravado dramáticamente desde fines de 2021, con lo que me parece exacto llamar "el vaciado de Cuba".
Las crisis demográficas ocurren por defecto (reducción de la cantidad de habitantes del país), o por exceso (aumento exagerado de esa población). El descenso lo causan guerras, epidemias, catástrofes naturales, emigraciones masivas, o descenso pronunciado de la tasa de natalidad. El aumento excesivo de la población, la inmigración excesiva, muy alta tasa de natalidad, y otros factores, pero estos mencionados son los pesos pesados.
La de Cuba es una crisis demográfica por defecto, alimentada por varias fuentes, entre ellas dos fundamentales, hijas del comunismo: 1) la emigración masiva de ciudadanos, mayormente de la población económicamente activa (PEA), la que produce bienes y servicios; y 2) una muy baja tasa de natalidad. Ambas golpean duro y reducen la cantidad de habitantes del país.
En 2016 la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) informó que Cuba tenía 11.239.234 de habitantes. En 2017 la cifra ya bajó a 11.221.060 cubanos, y en 2019 fue de 11.193.470. Y en agosto de 2022 la ONEI reveló que en marzo de 2022 la población de Cuba era de 11.105.814 habitantes, pero que al cierre de 2021 había totalizado 11.113.215 habitantes. En tres meses la población total se redujo en 7.401 ciudadanos.
Si bien la pandemia ocasionó más muertes que las reconocidas por la dictadura, el descenso de la población cubana se produce por las dos causas ya mencionadas.
Cada año mueren muchos más cubanos que los que nacen
Lo más alarmante es que hoy en Cuba mueren más personas que las que nacen. Según la ONEI, en 2021 en la Isla fallecieron 167.645 personas y nacieron 99.096. Hubo 68.549 muertes más que nacimientos. En 160 municipios de los 168 que hay en el país la población ha disminuido.
En el mundo como promedio ocurre lo contrario, cada día nacen 372.960 personas y mueren 155.520, según datos del Gobierno de EEUU. O sea, el crecimiento diario medio de la población mundial es de 217.440 personas.
En Cuba hoy la tasa cubana de natalidad o fecundidad es de solo 1,45 hijos por mujer, la más baja de América Latina, que es de 2,1 hijos y es precisamente la tasa mínima de hijos por cada mujer fértil para que la población se reemplace a sí misma y no disminuya. Por ejemplo, en Argentina la tasa de fecundidad (que nunca ha sido muy alta), es hoy de 2,3 hijos por mujer, en Guatemala (3,0), Perú (2,4), Honduras (2,5), Ecuador (2,5) Panamá (2,5), Bolivia (2,9).
El argumento castrista de que una baja tasa de fecundidad es sinónimo de desarrollo en el caso de Cuba no encaja bien. Ciertamente en el Primer Mundo las mujeres fértiles tienen menos hijos que en los países más pobres. En la Unión Europea (UE) la tasa de fecundidad es de 1,5 hijos por mujer, mientras que en África, es de 4,7 y en Asia de 2,32 nacimientos por cada mujer. Pero las naciones industrializadas reciben inmigrantes y cuentan con economía de mercado. La población económicamente activa, que crece con los inmigrantes, genera recursos para sostener a quienes ya no trabajan. Y suficientes para tener un alto o aceptable nivel de vida en general.
Muchos trabajadores en las naciones altamente desarrolladas acumulan ahorros, o bienes. Muchos turistas europeos y canadienses que van a vacacionar a Cuba son jubilados que luego de retirarse emprenden negocios propios. Se autofinancian, siguen siendo consumidores y hacen crecer el Producto Interno Bruto (PIB), lo cual fortalece los sistemas estatales de seguridad social.
En Cuba eso es imposible. Los trabajadores no tienen posibilidad alguna de ahorrar, y mucho menos de invertir capital libremente. Los jubilados reciben una pensión tan baja que pasan hambre, se visten a veces con harapos. Se convierten en una carga para sus familiares, que además no pueden ayudarlos adecuadamente.
Las cubanas no quieren tener hijos que saben que pasarán hambre
Uno de los peores efectos de la crisis demográfica es que el único segmento poblacional que hoy crece en Cuba es el de los jubilados y ancianos. Los mayores de 60 años constituyen más el 23% de la población y en 2025 superará el 26%, según pronostican expertos del Banco Mundial.
Las mujeres cubanas se niegan a tener hijos pues no quieren que vengan al mundo a pasar hambre y necesidades de todo tipo. Y no paren los 2,1 hijos necesarios para el reemplazo poblacional.
En 1950 las mujeres a nivel mundial tenían como promedio 4,7 hijos, y de acuerdo con las proyecciones del Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME) esa tasa de fecundidad a fines de este siglo habrá caído a 1,7, o menos. Es decir, ya hoy Cuba tiene un índice de natalidad inferior al promedio que se pronostica para 2100, cuando la población mundial habrá caído de su punto más alto de 9.700 millones de seres humanos en 2064, a 8.800 millones al comenzar el siglo XXII.
Ahora con el reciente cambio radical de la política migratoria de la Administración Biden con respecto a Cuba, Venezuela y Nicaragua, a priori parecería que se aliviará la crisis demográfica cubana. Falso, se agravará. De las 360.000 visas que anualmente otorgará Washington a las tres naciones asfixiadas por dictaduras "revolucionarias", a Cuba podrían corresponderle unas 100.000, o quizás más.
Con ello la crisis demográfica se agravará, pues de hecho se reproducirá casi un Mariel (125.000 emigrantes) anualmente. En cinco años eso suma medio millón de emigrantes cubanos, y solo para EEUU. Agreguemos a los que emigrarán para cualquier otro lugar del mundo, convencidos de que por mal que les vaya van a vivir mejor que en la ínsula medieval natal.
Según un análisis de Cuba Study Group el grueso de los cubanos que emigran tienen entre 20 y 40 años. Se está yendo de Cuba el más preciado capital, el humano, con su know-how. Los cubanos van así a crear riquezas en EEUU y otros países avanzados en vez de hacerlo en la empobrecida y tan necesitada Cuba.
La estampida de jóvenes agrava el envejecimiento poblacional. Ya el cubano es el pueblo más envejecido de América Latina. Y con menos gente trabajando hay menos producción agrícola e industrial, y el Estado tiene menos recursos para sostener a los jubilados, y para sufragar los gastos de salud pública, educación, seguridad social, y para mantener la imprescindible cartilla de racionamiento, o para hacer las inversiones necesarias.
Esta pérdida de Cuba de capital humano hará más difícil y costosa la reconstrucción del devastado país en el poscastrismo. En fin, estamos otro "logro de la revolución". En verdad, ante un crimen de lesa humanidad que no debe quedar impune. Como expresó José Martí, "cuando un pueblo emigra, el Gobierno sobra". El régimen totalitario de Raúl Castro sobra, y debe de cesar ya.
La Administración Biden debe poner fin a su creciente coqueteo con La Habana y dejar el empeño de facilitar que GAESA y la cúpula castrista reciban de nuevo miles de millones de dólares. Todo lo contrario, debe presionarlos a fondo, desenmascararlos, hostigarlos como nunca antes y ayudar así de manera efectiva a los cubanos a librarse al fin de la más prolongada tiranía en la historia de América.