El Gobierno cubano está noqueado

Antes de que con su desplome un boxeador confirme que está noqueado, en la descoordinación de piernas y brazos o en la desorganización de su ofensiva, pueden adivinarse las señales de la inminente derrota. La incoherencia es síntoma inequívoco de fallas en el órgano rector, ya sea el cerebro de un boxeador vapuleado, ya sea un Gobierno abrumado.

Hasta ahora, el castrismo ha sido extraordinariamente coherente con su meta de perpetuarse en el poder, a ella ha supeditado desde la política internacional al sistema económico y sus actuales reformas; todo concebido no para servir, sino para servirse del pueblo. Esa coherencia ha sido demostración de su autoestima totalitaria, de seguridad en su dominio y control.

Incluso en la reciente etapa, intentando salvar su estalinista versión de socialismo adoptando tintes capitalistas, ha sido coherente con sus ansias de poder demostrando que su ideología es simple pose, jamás verdadera convicción, una herramienta más para lograr que la casta siga siendo casta.
 
Sin embargo, las dos últimas medidas económicas anunciadas, aunque cada una sea consistente con el mantenimiento del poder, son absolutamente incoherentes entre sí, no guardan concatenación lógica, se contradicen. Recuperando el símil pugilístico, diríamos que el Gobierno ha lanzado dos golpes —flexibilización aduanera y mercado cambiario— cada uno coherente con el objetivo castrista, pero, tan descoordinados, que solo demuestran agotamiento.

La flexibilización aduanera presentada como dádiva de un Gobierno magnánimo a sus amados ciudadanos, es coherente porque, aun manteniendo el monopolio del comercio exterior, facilita que llegue suficiente pacotilla para evitar que colapse la salud o haya una hambruna, pero sin permitir que empresarios privados tengan acceso al mercado internacional mayorista.

Podían haber abierto totalmente las importaciones de los pasajeros, limitándolas solo por lo que prohíba el Código Penal y las aerolíneas. Más aun, podrían haber permitido se normalizase el comercio internacional, pero no, coherentemente con su estrategia conservadora, abrieron solo hasta donde necesita el Gobierno, no hasta donde necesita el pueblo.

El nuevo mercado cambiario, mostrado como "esfuerzo" estatal para legalizar una actividad ilícita, como intento de fortalecer el valor de la moneda controlando la inflación y como mecanismo para acopiar aquellas divisas que, supuestamente, "no están aportando nada al desarrollo del país", es otra medida coherente con el mantenimiento de statu quo castrista.

¿Por qué mejor no controlan la emisión monetaria, el déficit fiscal, la restricción de lo privado a favor de lo estatal, que son las causas reales de la inflación? ¿Por qué no, sencillamente, legalizan agentes financieros —MIPYMES, cooperativas o cuentapropistas— especializados en el intercambio de moneda? ¿Por qué si quieren las divisas, en vez de comprarlas usando papeles con tinta llamados pesos, no ofrecen bienes y servicios reales?

Es fácil ver la consistencia interna de ambas medidas y su sintonía con la prolongación del sistema de control político y saqueo de riquezas; sin embargo, analizadas en conjunto resalta inmediatamente su incompatibilidad.

Sabiendo que el mercado negro es imparable y que la inflación es causa, no efecto del tipo de cambio, lo que desmiente esos dos supuestos objetivos del nuevo mercado cambiario, es obvio que, lo que de verdad desean, es atrapar las divisas que circulan en el ámbito privado. Pero la única manera de lograrlo es transformando la actual tendencia monetaria para que los ciudadanos oferten más dólares y euros de los que demandan, dejando así un diferencial favorable al Estado.

Entonces, ¿cómo se explica que menos de una semana antes de inaugurar este mercado cambiario, el Gobierno anunciase la flexibilización aduanera sabiendo que las "mulas" —durante los últimos años la mayor demanda interna de divisas— sacarán del país divisas a borbotones para poder importar miles de celulares, televisores, split, piezas automotrices, ropa, comida y medicamentos, eso sí, "sin fines comerciales".

Mientras el mercado cambiario es un intento desesperado de atrapar divisas, la flexibilización aduanera abre una ventana no, un ventanal entero de par en par para que se escapen las divisas. En menos de una semana, el castrismo ha anunciado una medida que potencia la demanda interna de divisas y otra que, para que funcione, depende del fortalecimiento de la oferta interna de divisas… Más incoherencia es imposible.

En sus buenos tiempos de amo indiscutible de una nación atrapada —"atrapada" es la palabra precisa— en la red del totalitarismo, el castrismo no habría cometido un error tan de bulto, si ahora cae en ello es porque, como boxeador noqueado, lanza puñetazos inconexos, desgastando sus últimas energías, con la esperanza de salvar una pelea que todos menos él, saben que ya perdió.