Como otros jóvenes con inquietudes intelectuales en La Habana Vieja de los años 60 y 70, conocí a José Lezama Lima y a Virgilio Piñera. Las diferencias de edad, prestigio y talento no nos permitían siquiera ser sus discípulos. Más bien veníamos a ser los casuales oyentes de sus charlas cuando llegaban a tomar el té, un té con sabor a cloro, en el portal del restaurante El Patio, en la Plaza de la Catedral.
Ninguno hablaba de política. Jamás. Recuerdo una tarde de septiembre de 1973, a pocos días del derrocamiento de Salvador Allende, en que Virgilio aseguró no estar ni al tanto de la victoria de la Unidad Popular en Chile.
Espiados, ninguneados, humillados, vestidos con los gastados trajes y los recapados zapatos que les quedaban de 20 años atrás, aquellos dos grandes escritores sufrían su importancia en cauteloso silencio. Aparte de cualquier explícita lección literaria ofrecían una tácita lección cívica: se puede vivir con miedo sin perder la decencia. Sin pecar de sinrazón, que es el más grosero pecado de un intelectual.
Ya en el exilio, al calor de la amistad con Eloísa, la hermana de Lezama, sabría lo que no estaba a la vista en aquellas tertulias de media tarde. En su casita de la calle Trocadero, había días en que Lezama agonizaba de asma en espera de unos paquetes de medicinas enviados desde España o EEUU y cuyos cuños de entrada acusaban una deliberada retención en la Isla. A veces, para dar fe del ubicuo poder de la dictadura, la entrega no ocurría por mano del cartero (¡ah, todavía solía pasar el cartero!) sino del "compañero" de la Seguridad. Por citar una anécdota.
Además de lo debido a su obra, Virgilio quedaría en los anales literarios y políticos de Cuba por su lacónica intervención durante la reunión de Fidel con los intelectuales en la Biblioteca Nacional, en 1961. "Yo tengo miedo", dijo, con desamparada ingenuidad. Breve y elemental, la frase debía servir de exergo a cualquier historia cubana luego de 1959.
Amigos comunes que eran invitados a jugar cartas en su casa de Guanabo, comentan que en ocasiones su corrosivo humor se desataba contra las mediocridades castristas en las artes y las letras. De inmediato, según cuentan, lo fulminaba la paranoia, el desencanto, la nostalgia por su época en Buenos Aires, cuando se codeaba con Bioy Casares, Gombrowicz, Mujica Láinez…
Ambos murieron sin que los dejaran salir del país. La atención que sus respectivas muertes recabó de la prensa y el oficialismo explica la mezquindad de la dictadura. No fue un quinquenio gris. Es más de medio siglo de totalitarismo rojo o, en su larga perspectiva, verde olivo. Podemos suponer lo diferente que hubiera sido el cantar de haber bajado la cabeza, de haber "participado del proceso", como Cintio Vitier, Eliseo Diego, Antón Arrufat y otros. Pero estaban hecho de mejor pasta. Tan discreta como inclaudicable, la suya fue la resistencia del antihéroe.
Por supuesto, no se puede establecer un manual del perfecto resistente. Pero ambos casos implican una norma, al menos para los intelectuales. (Sin mencionar a los que sí fueron a dar a la cárcel por su abierta oposición o simplemente por esa inercia de la injusticia que caracteriza al castrismo.) En este punto, aquellos que no nos rebelamos, aquellos que fingimos o que por un tiempo creímos de buena fe, estamos invitados al humilde ejercicio de admitir el coraje y el dolor implícitos en la rebelión de los otros. Aunque sea por un prurito de salud mental.
Visto de este modo, el hecho de que ayer tuvimos miedo en Cuba no nos exonera de la participación forzada por las circunstancias o abrazada con credulidad. Tampoco nos compromete a exonerar la participación de los que se quedaron. Cada cual que sea responsable de su miedo. Eso, pienso yo, contribuye a despejar el camino de la razón.
“Se puede vivir con miedo sin perder la decencia. Sin pecar de sinrazón, que es el más grosero pecado” … Excelente artículo que me recuerda el marasmo cultural en que nos sumió, el unicéfalo monstruo de la pesadilla caribeño-castro-socialista de los años 60. Todos teníamos miedo, y aprendimos a vivir con el miedo; porque el miedo ya era el instrumento preferido… ¡Sin duda estaban: “hechos de mejor pasta” excelente frase! Estaban hechos de una valentía, un coraje y una claridad que ya no abunda. “Cada cual que sea responsable de su miedo” y de su conciencia, si la tiene. “¡contribuye a despejar el camino de la razón” WOW! Difícil es de justificar la estrechez neurológica de los que tratan de minimizar la obra o la humanidad de Lezama, Virgilio, Reinaldo Arenas, Bioy, Borges y otros, encasillándolos en una supuesta homofobia u homosexualidad limitante.
Gracias, Ponte, dejé el pesado bloque de Memorias en México, en 2009, no recordaba dónde fue la cena. Pero peor, al ser en su casa y no en la de Borges. ¿Anfitrión lengüino con sus invitados? De otra parte, ya Virgilio había estrenado Electra Garrigo, escrita a principios de los 40, innovadora para el teatro latinoamericano de entonces. Y un poema clave de la corriente coloquial hispana y decisivo en la cultura cubana: "La isla en peso". Ensayos como "El secreto de Kafka", publicado en Orígenes... Ayudaba a traducir la novela de su amigo Witold Gombrowicz, colaboraba en Lettres Nouvelles y Les Temps Modernes, además de la rutilante Ciclón... Cuestión de opiniones, pero me parece que ya para entonces la obra de Virgilio dentro de las literaturas de habla hispana, era más fuerte que la del señor Casares. Sería higiénico reproducir el asqueroso fragmento. Excusas a Andrés Reynaldo por el desvío de su artículo, que resalta la dignidad y el decoro de Virgilio y de su amigo Lezama.
¿Hay algo de asqueroso en comentar "hoy vienen a comer a casa dos maricas cubanas"? No veo el asco por ninguna parte. ¿Ser homofóbico es un "defecto"? En cuanto a las comparancias: Bioy tiene novelas excelentes y exqusitas colaboraciones con Borges, etc. "La carne de René" es un experimento sin paralelos en la literatura latinoamericana, por tratarse de una novela de anticipación, una novela de culto, sobre un culto que vino a ser la religión oficial latinoamericana, con su Papa y todo. Bioy jugó a la fantasía, pero "La carne de René" es una especie de ciencia ficción política que solo tiene un equivalente en Orwell. Nuestros críticos, tan vagos, no han sabido situarla a la misma altura, no han sabido traducirla. González Echevarría dice que Martí no se traslada bien a otras lenguas: Virgilio tampoco. Increíblemente, Lezama suena mejor en inglés que en el original. Ver "A Poetic Order of Excess", Green Integer, 2019. Ah, y ojalá DDC aprenda a conservar los comentarios.
Paradiso estaba en la Biblioteca Nacional. Recuerdo que el borde de las hojas del capítulo 8 estaba negro en comparación con el resto del libro. Los lectores se enfocaban en ese capítulo donde con ese lenguaje rebuscado (barroco) y atorrante (atorrante), Lezama describía una relación homosexual. Yo conozco la obra de Virgilio, Lezama y Reinaldo Arenas, y me pregunto: se considerarían en el Olimpo de los escritores cubanos si no hubieran sido homosexuales? Escribí mis notas aparte para no confundir a mis atacantes. No me disculpo con nadie por preguntar esto, excepto con Heberto Padilla, quien refiriéndose a Lezama dijo que “hasta el cielo de Cuba lo apoya”. Y por cierto, sería admiración lo que impulsó a Heberto a escribir eso? Quién era el cielo de Cuba en aquella época?
Parte del éxito de Oscar Wilde y de Alejandro Magno es haber sido queer, locas, bisexuales, pederastas. ¿Determina ese dato su grandeza? No. Solo los hace más interesantes, más complejos. Dónde están los escritores straight cubanos (aparte de GCI) que puedan llegar a la chancleta de esas tres locas? Su pregunta es improcedente y, aquí sí, homofófica.
@ Narco: Pues si, a mi Tony también me caía muy bien. Hay otro escritor straight muy bueno: Norberto Fuentes. Lo conoce?
”Ambos murieron sin que los dejaran salir del país.” Alguien pudiera precisar las gestiones que ellos hicieron para irse del país? No dudo que esa afirmación sea cierta, pero me gustaría tener más datos.
Contundente caracterización de los principales "miedos". Felictaciones. Sólo una sugerencia: eliminar a Bioy Casares, que en su ladrillo-Memorias se muestra homofóbico y petulante, cuando narra una visita de Pepe Rodríguez Feo y Virgilio Piñera a casa de Borges. Adolfito, escritor mediano, su ficha en Wikipedia es patética, da risa la exageración. La obra de Virglio Piñera es más relevante que la del ególatra Adolfito. Y por cierto, doña Leonor, madre de Borges, se la pasaba llamando a Virgilio para saber si habían llegado de La Habana los pagos de la colaboraciones en Ciclón...
Es cierto que Bioy Casares se muestra homofóbico y petulante al hablar de Rodríguez Feo y Piñera en visita, no a la casa de Borges, sino de Bioy y Silvina Ocampo, donde cenaron.
Eran homófobos Bioy y Borges como puede leerse en los diarios de Bioy sobre Borges. En cuanto a petulancia, la cena ocurrió en 1956, cuando Piñera estaba por publicar "Cuentos fríos" (lo haría ese año) y su obra publicada hasta entonces (incluso "La carne de René") no podría compararse con "La invención de Morel", por citar un ejemplo de Bioy. Otra cosa sería el futuro, pero así estaban las cosas en 1956.
Pero para petulancia la de Prats Sariol tratando de "Adolfito" a Bioy. ¿Y qué hay con que la madre de Borges y Borges vivieran del pago de las colaboraciones del escritor? ¿Hay que mirar a ambos por encima del hombro después de noticia tan relevante?
Piñera pudo recordar perfectamente a Bioy, que en otras entradas de su diario discute con Borges una obra teatral de VP y un cuento suyo.