"Con esto nos tienen felices; al menos se hacen la vista gorda porque esto no hay quien lo soporte sobrio; hay que estar activao", opina Gael, un joven veinteañero, en referencia al consumo de drogas, fundamentalmente la llamada "piedra", catalogada como la más popular en la Isla durante los últimos cinco años.
Lo dramático en la narrativa que comparte Gael, es que él se costea "el prende" vendiendo sus alimentos o empeñando equipos electrodomésticos y electrónicos de su familia. El costo actual de una dosis de "piedra" llega a los 1.000 pesos, más otros 500 por un cigarrillo de cannabis.
"Yo sé que ando perdido y haciendo muchísimas cosas mal, pero si no me evado de la realidad terminaré preso. Reconozco que hacer una travesía en balsa, porque no me puedo costear ni en broma la travesía del Darién, requiere de agallas. Yo me puedo enfrentar a una selva, pero el mar es cosa gorda para mí", añade Gael, que abandonó sus estudios de Enfermería "porque ni zapatos tenía para ir a la facultad, ni un celular potente, que actualmente es imprescindible en cualquier nivel escolar, como si regalaran (el régimen) celulares y ETECSA te donara los datos móviles".
Cada día en la Isla, coinciden todos los jóvenes consultados, hay menos negocios privados. Un hecho que, lógicamente, disminuye la capacidad de empleo y el acceso a una remuneración económica más solvente, aunque no resolutiva, que los salarios estatales impuestos por el régimen a lo largo de seis décadas. Cada día, por ende, la sobrevivencia en el país obliga a los cubanos "y a familias enteras a coquetear con la ilegalidad, y esto es un hecho", señala Victoria, refiriéndose a que más de siete millones y medio de cubanos no reciben remesas del extranjero.
"Ahora mismo en las calles hay más drogas que comida, al menos en La Habana. Lo peor es que la más consumida es la más cara, la que nos tiene a todos enganchados porque te permite enajenarte totalmente. Cuando consumes un 'primo' (mezcla de la piedra con hachís o cannabis) te olvidas de todo por un rato. Una manera bastante suicida de escaparte de los problemas porque, como no hay dinero, pues una vende lo que sea: desde el cuerpo hasta la cafetera. Nada importa", confiesa Victoria, rota en llanto y con manos temblorosas.
"Cómo coño me salgo de esto, es la pregunta que me hago diariamente. Al menos no tengo hijos, caso contrario al de mis amigas Lucy y María Esther, que trabajan además para el Estado y apenas ganan 3.700 pesos mensuales. Las tres dejamos los estudios hace cuatro años, porque no tiene sentido graduarte de nada para trabajar por tres kilos en un país donde no hay ni plátanos, pero sí mucho alcohol, marihuana y polvo (cocaína)", remarca Victoria.
Las autoridades del régimen cubano guardan silencio al respecto, ante esta droga que se ha convertido, al menos en el último quinquenio, en uso extendido entre adolescentes y jóvenes. Las reformas al Código Penal tampoco explican, claramente, la diferencia entre "tenencia" y "consumo". Es decir, la simple tenencia de estupefacientes es condenada a privación de libertad.
Según el Artículo 107.1 del Código Penal vigente, las medidas de seguridad terapéuticas, respecto a los consumidores, son las siguientes: ingreso en hospital o institución de salud que preste servicio de tratamiento psiquiátrico o de deshabituación, y tratamiento médico ambulatorio. Sin embargo, los cubanos han desmentido este mecanismo durante décadas. El criterio extendido entre los cubanos es que a estas medidas paliativas solo pueden acceder familias con solvencia económica para sobornar a las autoridades, o familiares de altos cargos militares o de la cúpula del poder del régimen.
Más adelante, el Artículo 236 tipifica que, la simple tenencia de drogas ilícitas o sustancias de efectos similares sin la debida autorización o prescripción facultativa, se sanciona:
a) con privación de libertad de uno a tres años o multa de 300 a 1.000 cuotas o ambas, cuando se trate de cocaína o de otras sustancias de efectos similares o superiores;
b) con privación de libertad de seis meses a dos años o multa de 200 a 500 cuotas o ambas, cuando se trate de cannabis, conocida por marihuana, o sus derivados;
c) con privación de libertad de seis meses a un año o multa de 100 a 300 cuotas o ambas, cuando se trate de drogas ilícitas o sustancias de efectos similares no comprendidas en los apartados anteriores.
Si se indaga cabalmente al interior de las barriadas habaneras, comprueba uno que no solo adolescentes y jóvenes están enganchados al consumo de "la piedra". Grupos etarios de entre los 50 y 70 años de edad también están recurriendo a estupefacientes con efectos de evasión y enajenación. Un fenómeno trágico entendiendo que a esas edades se suele ser cabeza de familia, o estar a cargo de hijos o nietos en edades donde distinguen los efectos "entre las drogas y el alcohol".
"Si usted recorre los barrios entre la medianoche y hasta las tres o cuatro de la madrugada, verá a personas de la tercera edad, y sin distinción de sexo o color de piel, pululando para darse también un 'cantazo'. Que nadie te diga lo contrario que eso lo veo todos los días", explica Gerardo, uno de los dealers habaneros con más de 25 años en el giro de la venta de drogas.
"Fíjate si el fenómeno está duro, que hasta yo rompí la regla de oro de un jíbaro: jamás consumir lo que vendes. Yo tengo 72 años, tengo cuatro hijos y siete nietos. A todos los he mantenido para que jamás tuvieran que caer en el jamo al menos de la piedra. Pero tres de mis nietos, de 18, 20 y 23 años están enganchados a la piedra. ¿Y sabes cuál es mi decisión? Pues apretar más la cantidad que sirvo de mecánica, para sacar más plata y pagarles la travesía para que salgan de Cuba", comenta.
El relato de Gerardo no es único. Antonieta, una exprofesora de Educación Física de 68 años de edad, ni siquiera sabe a ciencia cierta cómo llegó al consumo de "piedra". Habla en voz baja, sin levantar la mirada, y avergonzada de sí misma, algo que se percibe en la constante pero tenue frotación de sus manos.
"Te juro que no sé cómo llegué hasta aquí. Quizá para no recordar el hambre perenne que tenemos los viejos en este país. Quizá un día en que el alcohol ya no me permitía olvidar que perdí a mis dos hijos cuando decidieron irse en una balsa, y no tuvieron la suerte de llegar al otro lado. Quizá para entender de qué va la 'continuidad', o porque me dejé vencer por las colas para comprar nada", casi balbucea Antonieta, que percibe una pensión de jubilación de apenas 3.100 pesos mensuales.
"No me preguntes cómo consigo los 1.000 o 1.500 pesos para, aunque sea una vez por semana, consumir eso. Eso es lo único que me queda: que solo yo, y nadie más, sabe qué tengo que hacer para salirme de este plano terrenal. Pero no es justo; no es justo que una mujer de mi edad, luego de haber trabajado casi 30 años, viuda desde hace diez años, tenga que recurrir a consumir drogas para no morirse de tristeza y decepción".
Seremos como el asesino asmáticos y mariguanero
A ese paso La Habana sera otra Filadelfia
La decisión de consumir droga es meramente voluntaria.
Hoy en día ni la pobreza ni la falta de oportunidades determinan si un individuo se volverá drogadicto, es la voluntad. Es más, hasta en los genes está el riesgo de consumo y adicción a las drogas.
Aquí mismo en los Estados Unidos, donde existe mejores estándares de vida que en la isla, hay un barrio en la ciudad de Filadelfia en el que la gente ya camina como los zombies por la gran cantidad de droga que se meten a la vista y paciencia de la policía.
Una solución salomónica, sacarlos de Cuba, para que sigan consumiendo en Jayalia.
Como el que llevaba 3 meses acá ,que sin licensia de conducir embriagado se llevó una roja e impacto a varios autos .eso es lo que está mandando el Sg@o para este país.