El castrismo se supera y, visto desde el cosmos, el dormido caimán verde aparece parpadeante como arbolito navideño semifundido, al que ocasionalmente se le prende una u otra rama, más por cortocircuito que por celebrar una fiesta que solo pueden disfrutar hoy en Cuba los herederos de aquellos que la prohibieron por burguesa y decadente, como los Beatles, Virgilio Piñera o el pensamiento individual. Para los demás, hay apagón, apagón, alumbrón, apagón, apagón, hambre, hacer como que se trabaja… huir.
No malgastemos letras repitiendo los déficit de generación eléctrica que los voceros del régimen cuantifican cada amanecer como gallos de la penumbra, esos números negros nada dicen de la agonía diaria de millones de cubanos que, casi sin darse cuenta, retrocedieron desde el siglo XX —Cuba jamás llegó al XXI— hasta el siglo XII, plena Edad Oscura donde se cocinaba con leña cuando se encontraba qué comer, se bebía agua de pozos infectos, el sueño reparador era un lujo al alcance solo de ricos con ventilación, y plagas de ratas, mosquitos, cucarachas, cobradores de impuestos y otras alimañas diezmaban poblaciones en nombre del rey… actualmente el primer secretario del Partido, un tipo a sueldo de GAESA.
Hemos cruzado un Rubicón alcanzando déficits de generación diaria mayores que la generación misma, y como para la Roma republicana de César, para la Cuba de los Castros la suerte también está echada. No hay salvación posible cuando se queman las naves, solo hay atenerse al plan de saquear hasta el último hombre y la última peseta, mientras los cubanos, como hombres de la caverna de Platón, observan sombras moviéndose sobre piedras y creen que esa es la realidad, que vivir en cadenas es vivir y que sin cadenas no hay vida posible.
Algunos, "haciéndole el juego al imperialismo", se preguntan dónde están el petróleo mexicano, las donaciones rusas y las centrales solares chinas, y además insinúan que estamos nuevamente solos, como en 1989, porque la revolución bolivariana también se fue a bolina, hundiéndose en el mismo cielo de engañosas utopías con las que Fidel Castro cegó al pueblo, haciéndole mirar fijamente a un futuro nunca presente que enceguecía de luminosidad… pero dejémoslo ahí, deprime hablar de luz en esta isla/caverna apagada… los mosquitos me están acabando las piernas.
Nadie se explica cómo llegamos aquí. ¿En qué se equivocó la Revolución? ¿Esto es culpa de Fidel, de Raúl…? ¿De Díaz-Canel? No, los títeres son culpables de amarrar la pata, pero no son quienes matan a la vaca.
Pero, como para casi todo lo complejo, para esto hay también una explicación simple, la decisión concreta de un hombre que, como otros muchos que han moldeado la historia, aun rodeados de inteligencia propia y ajena se empinaron en el pedestal de su ego y, desde donde creían que nadie les alcanzaba, dieron un timonazo a su tiempo sin importarles las consecuencias. Puede que después justificasen su sicopático egoísmo con encumbrados propósitos nacionalistas, raciales, humanitarios, ideológicos o cualquier otra justificación que el vulgo acepta, cuando en realidad les movió ego. Poder y gloria, esa gloria que no cabe en un grano de maíz ni en el pecho henchido de tantos criminales salvadores.
Cuando el mundo despertó del socialismo marxista, Fidel Castro decidió que "ni un tantico así" cedería al imperialismo, y con el mismo desprecio por la sangre cubana de su cómplice/víctima Ernesto Guevara, consciente de que las condiciones históricas, geográficas y sociológicas de Cuba no eran similares a las de China, Vietnam o cualquiera de esos paisuchos recién liberados del yugo moscovita, entendió que su finca caribeña no aguantaría embelesos de libre mercado ni buenas relaciones con los yanquis, y mantuvo el rumbo hacia esta tormenta en que nos ahogamos hoy.
¿Suicidio, locura, orgullo? ¿No sabía —como ya sabía el resto de la humanidad— que ese sistema era disfuncional? Nada de eso. Tras 30 años y más miles de millones en recursos soviéticos que plata produjeron las minas del Potosí, Fidel, el destructor, era consciente más que nadie de que el socialismo no funcionaba… para el pueblo, pero para él, su poder y su finca no había mejor opción… que se joda el pueblo.
La cuesta abajo era inevitable y el comandante siempre lo supo, pero no importaba porque tenía a quien culpar —los yanquis, por supuesto— y tenía tiempo, tiempo suficiente para de vez en cuando vampirizar a otro "mejor amigo" de la revolución. Y sobre todo tiempo suficiente para que el país funcionara, mal que bien, gracias al capital acumulado por las "ayudas" de la URSS, más lo robado a ritmo de "nacionalizaciones". Después de mí, el Diluvio.
Desde 1989 estamos comiéndonos a nosotros mismos. Con raras excepciones, la mayoría de estos años Cuba ha consumido más de lo que se ha invertido, lo que se ha ido pagando a golpe de deuda/estafa externa, y de una deuda interna fácilmente maquillable —hasta que con Murillo intentaron arreglarla—, en una economía en la que los precios solo reflejan lo que la burocracia necesita, aunque ello conlleve padecer la economía más ineficiente de este y cuanto otro planeta habitado exista.
Y así hemos llegado al final del arcoíris entre falta de capital y una malsana inversión en turismo, la fantasía de un socialismo próspero se está deshaciendo entre carros viejos sin repuestos ni combustible, escuelas deprimentes con maestros más deprimentes aún, hospitales con más cucarachas que médicos y medicinas, centrales azucareros pudriéndose en medio de campos de marabú, y termoeléctricas que solo encienden para volverse a romper. Economía de guerra le llaman a esta fase final.
El socialismo, como en cualquier otro lugar, aparte de llevarse la Navidad solo trajo a Cuba atraso y mayores desigualdades, y si en la Isla se ha mantenido a trancas y barrancas —tonfazos y celdas— es porque nuestra mafia socialista, a diferencia de la china o la vietnamita, ve demasiado peligroso adoptar una economía capitalista.
Siendo este un país pequeño tan cerca del yuma, primero Fidel Castro y luego sus herederos se lo jugaron al todo socialista o nada capitalista, aun sabiendo que la nada llegaría, sí, pero mientras tanto ellos seguirían ahí, mandando, amillonándose y acumulando hoteles para lo inevitable, porque de que esto se cae, se cae, como juguete giratorio al que se le acaba la cuerda, como árbol de Navidad que se apaga bombillo a bombillo.
a maternidad aun se puede ir a llorar?
Perdón, pero que los herederos de Fidel Castro se lo jugaron al todo socialista y nada capitalista, no es exactamente así. El socialismo solo existe en los documentos y la retórica oficiales, en las escenografías del PCC y en la Constitución, que como respuesta al Proyecto Varela se convirtió en irrevocable. La población no recibe ningún beneficio de ese "socialismo", y sí todas las restricciones que de él emanan. De empresas capitalistas, incluso con presencia en otros países, viven en Cuba varios "herederos", sobre todo de los "históricos" del régimen. Solo hay que intentar mandarles comida, vituallas o medicamentos a los parientes en Cuba para descubrirlos. Para no hablar de GAESA y sus negocios, que escapan de la Contraloría del régimen. De ahí que no quieran hacer cambios porque con ese socialismo inventado, a sus negocios les va muy bien.
La Nosferatu le dio el tiro de gracia a la Revolución en 1967, cuando acabó con el último residuo de la libre empresa y la propiedad privada. Lo demás es historia.
Es cierto, al Grinch hay que actualizarlo con una barba descuidada, una gorra verde olivo y un tabaco en la boca; efectivamente el verdadero Grinch es el Cagandante, e hijo de la puta Lina, Dr. Infidel Castro.