Teléfonos contra golpes. Lectura de poesía contra represión. Viejos contra jóvenes. Dirigentes gordos contra ciudadanos flacos... Mientras el régimen cubano da su versión manipulada de los hechos en la televisión nacional, algunos protagonistas de lo ocurrido el pasado 27 de enero cuentan su testimonio a los medios independientes y en sus redes sociales.
"Un teléfono no hiere, solo recoge la verdad de lo que está sucediendo. Y a eso le temen", opina Miryorly García, una de las mujeres arrestadas violentamente frente al Ministerio de Cultura de Cuba (MINCULT).
Ese día una veintena de jóvenes creadores, activistas y periodistas independientes, en su mayoría miembros del 27N, se plantaron en las afueras del MINCULT para exigir la libertad de la poeta Katherine Bisquet, la artista Tania Bruguera y la periodista Camila Acosta, impedidas de asistir a un homenaje a Martí organizado por el grupo ese día.
El viceministro Fernando Rojas, quien había acordado una reunión con tres portavoces del 27N, al ver que se encontraban muchas más personas pidió que se dispersaran, como puede verse en una directa emitida por el periodista de DIARIO DE CUBA Mauricio Mendoza, quien trasmitió en nuestra página de Facebook toda la jornada hasta que el manotazo del ministro Alpidio Alonso se lo impidió.
"En la televisión he visto una historia muy mal contada donde solo dicen que el viceministro nos dijo que entráramos todos y que nosotros no queríamos. (...) Cuando esto se dijo, ya estábamos rodeados de patrullas de policías. Llevábamos casi una hora esperando. Yunior García, uno de los voceros, daba vueltas en círculo por las calles aledañas y la Policía no lo dejaba llegar", recuerda Miryorly en un texto publicado en su perfil de Facebook.
"Los que estábamos allí guardábamos distancia para cumplir con las medidas epidemiológicas. Al vernos rodeados de policías, comenzamos a recitar una poesía de José Martí como homenaje a su aniversario. Nunca cometimos ningún acto de provocación, solo pedíamos el cese de toda esa violencia policial antes de que entraran los voceros", añade.
También es cuestionable que la intervención policial fuera por "razones epidemiológicas", ya que las personas más bien estuvieron expuestas a riesgo real de contagio durante el "acto de repudio" realizado por trabajadores del ministerio y agentes de la Seguridad del Estado, y en el forcejeo de las detenciones.
"Rojas decía que podíamos entrar todos, pero sin los teléfonos, lo cual nos dejaba totalmente desprotegidos una vez que entráramos al MINCULT. Los teléfonos, esa ha sido la única arma con la que nos hemos defendido hasta ahora, y ellos lo saben", señala la historiadora del arte, quien vivió por primera vez una detención.
"Yo comencé a sentir brazos que intentaban agarrarme a la fuerza. Me sujeté de una reja. Me agarraban primero personas vestidas de civil, luego las oficiales del MININT. Opuse resistencia porque estaba consciente de que no había hecho nada incorrecto. Me separaron a la fuerza de la reja, lastimándome los brazos; me llevaron hasta la guagua sujetándome entre dos oficiales", relata Miryorly.
"En la puerta delantera, empujaban y violentaban a Solveig [Font], que gritaba. Me subieron entonces por la otra puerta. Me arrancaron el teléfono, también a la fuerza. Cuando me sentaron intenté abrir una ventanilla porque me faltaba el aire; una oficial del MININT se colocó parada entre mis pies y me aguantó fuertemente un brazo y otra mujer de civil sentada a mi lado me aguantó el otro brazo, y así me llevaron hasta la estación de Policía (...) yo les gritaba que les debía dar vergüenza maltratarnos así y escuchaba los gritos de otras y otros que también eran violentados."
A pesar del afán por arrebatarle los teléfonos, algún dispositivo logró captar el sonido terrible de esos gritos que no logran olvidar quienes estuvieron allí.
La artista Celia González fue la primera en ser subida por la puerta delantera del autobús: "La guagua estaba vacía y me dio terror, seguía sin entender nada y les gritaba que no podía respirar. Me sentaron a la fuerza en el primer asiento de la guagua. Logré abrir la ventana y empecé a gritar: '¡No somos delincuentes!'. Tengo en mi cabeza la imagen de ese grupo de hombres canosos que, desde afuera, con toda calma, miraban el espectáculo complacidos", relata en la revista Hypermedia.
"El grito de espanto y furia de las mujeres maltratadas todavía me retumba en la mente. No podré olvidar a Celia gritando a medio estrangular y a Camila resistiéndose a que le quitaran su teléfono mientras dos mujeres corpulentas la abusaban y exprimían con odio. Muchos de los agentes militares o civiles reían o miraban con indiferencia lo que sucedía", así contó el artista Reynier Leyva Novo la represión que vivió ese día.
Su testimonio, publicado por la revista Rialta, da cuentas de una violencia que ya sabemos ejerce el régimen contra las voces disidentes. La "novedad" aquí es que la violencia la inició el ministro de Cultura, al arrebatarle el teléfono a Mauricio Mendoza en plena directa. Esta es una violencia es institucional.
"Viví la detención con profunda conmoción. (...) Ejercieron la violencia y el maltrato con plena conciencia de la impunidad de sus actos, por eso les preocupaba mucho quitarnos los móviles, asegurarse de que nadie registrara las atrocidades y el abuso que perpetraron en la guagua", afirma a DIARIO DE CUBA la historiadora del arte Carolina Barrero, otra de las jóvenes presente ese día.
"Cuando comenzó el acto de repudio se abalanzó sobre mí una señora que venía a pegarme en la cara. Yo la miré y le grité fuerte: 'no, no se te ocurra'. Como si saliera de un trance bajó la mano y junto a otra me inmovilizaron. Ya dentro de la guagua le vi en los ojos el rastro de la vergüenza", recuerda Carolina.
"Llegué a las puertas del ministerio en calidad de ciudadana, amparada por mi derecho ciudadano de manifestarme pacíficamente. Y esto es suficiente. No se necesita pertenecer a ningún movimiento, ser amigo de alguien, para ejercer los derechos de manifestación que ampara la Constitución", enfatiza.
Carolina aclara que durante el cacheo que le realizaron a todos en la estación policial, a las mujeres no las desnudaron ni tocaron en sus genitales, como se publicó en un primer momento. "A las que teníamos falda, que éramos Celia y yo, nos hicieron subir la falda en mi caso, y el vestido en el caso de Celia, hasta la parte de la entrepierna", indica.
"A todas nos cachearon, y ese fue un cacheo con alevosía", señala, "tocaron bien en la entrepierna (…) pero sin agresividad de tipo sexual". Para Carolina lo sucedido es "suficientemente grave".
"A mí me dijeron al final: 'agáchate y puja, y tose', y yo les dije: '¿de verdad que eso hace falta?', y ella [la represora] no me obligó (…) 'Bueno, enséñame el arco del pie', yo se lo enseñé y ya", recuerda Carolina, que a pesar de esa experiencia ha salido este pasado domingo para exigir la dimisión del ministro Alonso, y ha sido arrestada por unas horas.
Una petición lanzada por el 27N recauda firmas para pedir formalmente la dimisión del ministro de Cultura. #AlpidioDimisión es una de las etiquetas que se mueve en redes sociales por estos días, donde cada vez más artistas y ciudadanos en general expresan su descontento con la actitud del funcionario.
Movimiento Cambolo, cada cubano una pedrada. No existe sistema de inteligencia que pueda contra eso. Abajo la tiranía, sigamos el ejemplo de Andres Castro en la hacienda San Jacinto.
Es posible que un teléfono no mate -a no ser que lo lo disparen por la cabeza a alguien- pero SÍ HIERE de muerte a una dictadura intolerante y prepotente.
Gracias a estos muchachos la nturaleza del régimen queda al descubierto. Sin la tradición demórática de la tolerancia y el diálogo, la dictadura actúa como único sabe hacer: con represión.