De un día para otro Anamely Ramos se vio expulsada del apartamento que alquilaba en La Habana junto a un amigo. El propietario de la vivienda "había sido presionado por la Seguridad del Estado", señaló la profesora, activista y curadora de arte en su cuenta de Facebook, el pasado 2 de septiembre.
"Toda una noche y madrugada recogiendo las cosas, con todo lo que eso conlleva, física y espiritualmente. Sé que no soy la primera a la que le ocurre, ni remotamente. Es un proceder clásico", dijo Ramos, y tiene razón. El patrón se repite.
Tras presiones de la Seguridad del Estado, en lo que va de año la periodista independiente Camila Acosta ha sido desalojada de su alquiler cinco veces. "El primer desalojo fue el 20 de febrero de 2020", dijo la reportera de Cubanet en conversación con DIARIO DE CUBA.
"Eso sin contar las veces que me he tenido que mudar, que han sido alrededor de ocho o nueve veces, porque he tenido que pernoctar en varios lugares para burlar ese asedio", explicó Acosta.
La situación de Anamelys no es "tan grave" porque tiene casa en La Habana, y regresó a vivir en ella tras la expulsión, aclaró la activista. "Pero fue muy desagradable por todas las cuestiones estas de desprotección, la injusticia y todo lo que ya sabemos", señaló.
Entre todo lo que sabemos está el grave problema de la vivienda en Cuba. Sin un lugar donde vivir no se puede pensar en otras cuestiones. Es la lógica bajo la cual parecen operar las autoridades cuando deciden poner en jaque a quienes disienten y para reprimirlos intimidan a los caseros, que terminan expulsando a estas personas de las casas que habitan. Incluso siendo madres con niños a su cargo o embarazadas a punto de parir.
Así le ocurrió en 2018 a Adriana Zamora, hospitalizada a la espera de dar a luz, y a su esposo, Ernesto Carralero, ambos periodistas de DIARIO DE CUBA. Fueron asediados por la policía política, que terminó también intimidando a la dueña de la casa donde vivía la pareja.
"Esperaron a que uno estuviera en el momento más complicado, más vulnerable, y en ese momento atacaron", razonó Carralero en aquel momento. "Es algo totalmente planeado porque nos citaron y, a esa misma hora, ya había un policía diciéndole a la señora que nos presta la casa que tenemos que salir de ahí, así que el plan estaba bien armado".
"Justo cuando nosotros estábamos enfocados en preparar todo para el bebé, tenemos que encontrar un lugar al que irnos. Afortunadamente, por el momento podemos irnos a casa de mi suegra. Pero igual es asfixiante", comentó Carralero entonces.
El hostigamiento a la pareja de periodistas continuó mucho después de haber Zamora dado a luz. Ambos abandonaron el país y pidieron refugio en Europa ante las presiones de la Seguridad.
Las mujeres, blanco de este patrón represivo
Ser madres no las exime de ser presionadas y expulsadas de las viviendas. La opositora Karelia Mercedes Manzano, miembro del Foro Antitotalitario Unido (FANTU), denunció en mayo pasado que fue desalojada de la vivienda que ocupaba junto a su hija menor de edad.
Algo que también sufrió en 2017 la periodista independiente Sol García Basulto. "Vivo con mi hijo pequeño de tres años de un alquiler en otro, según los precios y el grado de asedio de la Seguridad del Estado. No he podido hasta ahora establecerme en un lugar porque cuando los agentes descubren mi dirección presionan a los dueños para que me expulsen y, como la gente tiene miedo, no les tiembla la mano", detalló la reportera de la revista La Hora de Cuba en una ocasión.
El régimen llegó a imponerle prisión domiciliaria a García Basulto, quien estuvo acusada de "usurpación de la capacidad legal".
Ser de provincias es otro factor en contra si la persona está viviendo en la capital y la Seguridad la asedia. "Ellos saben bien que yo no tengo casa en La Habana (…) Saben que si promueven el miedo en las personas a mi alrededor, estas podrían influir en mí de alguna manera, ya fuese desde un familiar o desde el mismo dueño del alquiler. Y de cierta manera lo logran, sí. Por muy fuerte que tenga uno un pensamiento y esté dispuesto a luchar por ello, es terrible perder cosas. Hay que estar dispuesto a perder cosas", reflexionó Katherine Bisquet, quien sufrió en 2019 más de cinco desalojos, algo que se agudizó al colaborar con DIARIO DE CUBA.
"He vendido o regalado casi todas mi pertenencias, electrodomésticos. Trato de andar con lo imprescindible. Trato de tener cada día menos cosas que perder. Esta es una manera de andar ligero y de ganar libertad. Porque si te aferras a esas casas, a tus cosas, entonces te autocensuras, te mutilas expresiones y acciones por tal de mantener esas cosas que posees. Y a la larga esas cosas no son la que te hacen plena, libre, solo son cosas que te atan, te someten a una tranquilidad y paz aparente que no es más que desidia", dijo la poeta.
"Mientras el mundo entero se ha enfocado en el aislamiento social, cuidarse de la pandemia, para mí esa no ha sido la preocupación. Yo me he pasado toda la pandemia en Cuba mudándome", comentó Camila Acosta. "Esa ha sido mi pandemia, el acoso de la Seguridad del Estado constantes, los desalojos, las amenazas, los arrestos", detalló la reportera nacida en Isla de Pinos.
"Cuando ellos ven que no tienen justificación sólida para arremeter contra uno, toman estas iniciativas como estrategias para desestabilizar", opinó Bisquet. "Entre el año pasado y este año me he mudado diez veces exactamente. Es agotador", dijo la escritora, natural de Cienfuegos.
La onda espansiva del miedo
Desde que Camila Acosta se hizo periodista independiente se ha visto aislada. "Mis amistades tienen miedo de visitarme. Por temor a ser citados o que saliendo de mi casa los vean y los amenacen. Tengo un amigo que, simplemente por visitarme en dos ocasiones, lo citaron. Él pertenece a un medio oficialista, le hicieron una reunión con el consejo directivo de su medio para analizar la relación que él tiene conmigo. Lo amenazaron... Y él luego se alejó de mí", explicó la periodista independiente.
Sin un lugar donde vivir no tienes ni espacio ni tiempo para otras cuestiones, incluso para trabajar si lo haces en tu domicilio. "Cada vez que me desalojan me paso días sin poder poder trabajar. Porque es todo el estrés de recoger todas mis pertenencias, buscar otro lugar, la mudanza, he tenido que hacer mudanzas a veces de madrugada porque me han puesto vigilancia para seguirme", acotó.
Para Camila Acosta al trabajo del periodismo independiente se suma la búsqueda de un lugar donde vivir y el reto de intentar "burlar el asedio de la Seguridad del Estado".
También redobla las preocupaciones de los más allegados. "Siempre están al tanto de mí cuando ocurre alguna manifestación o acción de movilización. Esto los pone en estado de alerta. Es estresante", expresó Bisquet, que también siente que "hay mucho más apoyo. La gente, familiares y amigos, se conectan y entienden más ahora. Están al tanto y si ocurriese cualquier cosa conmigo sé que ellos lo denunciarían. Eso antes no hubiera pasado…"
La inexistencia de un contrato de alquiler que pudiera respaldar legalmente a las personas desalojadas refuerza la desprotección que sufren estas activistas. "Espero todos los días la llamada con la mala noticia de que tengo que salir de aquí. Es agotador. Se siente mucha impotencia, pero a la vez te da fuerzas", señaló Bisquet.
"A veces tengo miedo de llenarme de odio, como otras personas que han sufrido más que yo. Y tengo miedo de estar poco tiempo acá. Y miedo de que afecten a mis amigos o familia. No tengo miedo de mí, temo por lo que he de perder. Y eso ellos lo saben. Por eso nunca me atacarán a mí directamente, siempre irán por los bordes", analizó la poeta, quien vive ahora feliz en un lugar que le encanta, aunque no sabe hasta cuando. "Todos los días son inciertos", dijo una azotea de La Habana.
Terrible. ¿Dónde está la FMC? Brilla por su ausencia.