Back to top
Arquitectura

Descifrando el barroco eclesiástico de La Habana

Entre las iglesias barrocas, la Catedral de La Habana ha sido la más admirada. Luce además junto a una amplia plaza que le sirve de atrio y favorece una perspectiva formidable de toda su fachada.

Madrid
Catedral de La Habana vista desde un soportal de la Plaza de la Catedral.
Catedral de La Habana vista desde un soportal de la Plaza de la Catedral. Expedia

El barroco es el primer estilo internacional empleado en nuestra arquitectura. Además de su belleza debería reconocerse como un punto de inflexión que cambió una práctica constructiva completamente vernácula, por el uso de códigos, escalas y diseños más académicos.

El barroco introdujo en todas las tipologías del contexto cubano conceptos nuevos como la monumentalidad y la ornamentación. Esto conllevó a una arquitectura de mayor factura, que empleó sistemas constructivos más resistentes y versátiles, con una distribución más compleja de los espacios y una voluntad decorativa que en los siglos venideros persistió adecuándose a los nuevos lenguajes artísticos.

Llegó en el siglo XVIII cuando la Isla, y principalmente La Habana, tenía el desarrollo urbano y económico suficiente para demandar y presumir de una arquitectura de alto estándar. Entonces también contaba con los recursos materiales y la mano de obra capaz de acometerlo. Su salto cualitativo es enorme, y así debió percibirse en una ciudad joven con construcciones de madera, tapial o mampostería de sobrio diseño y baja escala.

Si se compara con Italia puede decirse que llegó con un siglo de retraso. Sin embargo, el principal referente era España, y allí el barroco aún estaba en desarrollo. Mucho se ha dicho de la conexión directa del barroco cubano con el del sur de la Península Ibérica, ya que muchas portadas parecen sacadas de las calles de Cádiz.

Con este estilo la arquitectura doméstica habanera comenzó a regularizar la vivienda de dos plantas con entresuelo y patio claustral, que en lo adelante definió la vivienda colonial. Algunos arcos interiores, la escalera principal, los balcones y la portada fueron objeto de realce decorativo hasta detalles que involucran la aldaba con un amplio catálogo de formas.

Fue la época de construcción de las tres últimas fortificaciones habaneras: La Cabaña, El Príncipe y Atarés, que a pesar de su función militar incorporaron elaboradas portadas de piedra. Joyas barrocas fueron también los palacios de gobierno: Segundo Cabo y Capitanes Generales; así como el desaparecido Teatro Principal, junto a la Alameda de Paula.

Espacio relevante tuvo la arquitectura religiosa, objeto de un amplio plan constructivo desde el último cuarto del siglo XVII por el obispo Diego Evelino de Compostela, que continuó en la siguiente centuria. Esto convierte a la mayoría de las iglesias y conventos de La Habana Vieja en iniciadores de una reforma estética que impactó la ciudad.

El barroco y el neoclásico fueron los lenguajes que mayormente definieron la arquitectura colonial y, por tanto, a los principales referentes del estilo neocolonial desarrollado entre las décadas de 1930 y 1940, que recicló a nivel de vestidura sus motivos decorativos más recurrentes. Por lo que muchos de sus recursos visuales se expandieron al resto de la capital durante el siglo XX.

Entre las iglesias barrocas, la Catedral de La Habana (1777) ha sido la más admirada. Luce además junto a una amplia plaza que le sirve de atrio y favorece una perspectiva formidable de toda su fachada. Su interior portentoso perdió los altares originales de madera, pero no deja de ser vibrante en la fuerza expresiva de su arcada de piedra y su cubierta abovedada. La fachada concentra toda la magia del movimiento barroco y búsqueda de la profundidad, a partir de la manipulación de elementos arquitectónicos con afán ilusionista.

Sobre ella resumió el arquitecto Daniel Taboada: "Nunca antes en la historia de la arquitectura cubana, una fachada se había movido y quebrado en planos cóncavos y convexos. Nunca se tallaron en esviaje columnas aisladas o en tríos con tanta osadía. No tenemos otro ejemplo de cornisa que se encrespe, suba y baje con la ligereza de una ola de mar. Usando todos los elementos característicos de su época y por supuesto las indispensables consolas jesuíticas, mantiene con rigor el equilibrio y la escala monumental. No es una fachada para ser descrita sino para aprehenderla".

Tiene La Habana Vieja otras siete iglesias barrocas: San Felipe Neri (1693), Santa Teresa (1700) —hoy María Auxiliadora—, Nuestra Señora de Belén (1718), San Francisco de Paula (1730), la Basílica Menor de San Francisco de Asís (1738), Santo Cristo del Buen Viaje (1755) y Nuestra Señora de la Merced (1755). Además, estuvieron la de San Agustín, demolida en 1904 y reconstruida en 1925 en la actual iglesia de San Francisco de Asís; y la de Santo Domingo, cuya portada barroca de la calle Mercaderes ha sido recientemente reconstruida. La fachada actual del Oratorio San Felipe Neri, originalmente barroco, corresponde a la remodelación neocolonial realizada entre 1926 y 1928, como sede The Trust Company of Cuba.

Algunos de estos templos fueron obra nueva o sustituyeron antiguas ermitas e iglesias de fábrica más simple, erigiéndose en cada caso como importantes hitos urbanos. Juntos representan uno de los conjuntos arquitectónicos más formidables que conserva la capital, a los que habría que sumar las de Guanabacoa y Santa María del Rosario.

Realizados por lo general en piedra conchífera, tuvieron en ella su primer reto: porosa y plagada de fósiles marinos, esta piedra no es fácil de esculpir para crear pequeños detalles. Por lo que el barroco, gustoso de elaborada ornamentación, tuvo en Cuba un acento más discreto. Su mayor expresividad, concentrada alrededor de los vanos, en los arcos y entablamentos está dada por el quiebre, superposición, giro y repetición de las formas. El efecto visual sería mucho más acentuado con los colores de la fachada, pues se considera que algunos de estos edificios estaban originalmente enlucidos y pintados.

En la década de 1930 se acometieron varias obras de restauración que retiraron el revoque de edificios coloniales, dejando para siempre sus fachadas con la piedra a vista. No se ha estudiado cada caso para certificar cuáles iglesias barrocas lo tenían. Se considera que la Catedral, por la demora de su obra, nunca lo incorporó; sin embargo, durante la restauración de San Francisco de Asís se descubrieron restos de enlucido. Actualmente, la Iglesia de La Merced es la única que ofrece esa imagen encalada, así como la portada restaurada del Convento de Belén.

Elementos característicos de este lenguaje arquitectónico en las iglesias cubanas es el uso de frontones quebrados, abiertos o partidos, y también curvos; así como los entablamentos y cornisas marcadas y quebradas en múltiples líneas, para crear mayor dinamismo y juego de claroscuros. En este sentido, es recurrente el empleo de hornacinas sin santos y arcos abocinados, e incluso estriados a manera de concha.

Los hastiales, arcos y óculos son mixtilíneos, este último con preferencia del cuadrifolio. Todo ello elimina la cualidad planimétrica de la fachada y busca profundidad, movimiento y juegos de luz. Su complemento está en el giro de las columnas a 45 grados (en esviaje), y en el uso de la retropilastra, es decir, de una pilastra adosada al muro sobre la que se coloca otra pilastra o columna. Este elemento subraya y multiplica el efecto decorativo del componente arquitectónico. Para ganar mayor estilismo también fue habitual situar las columnas sobre pedestal.  

Muchas de estas iglesias se retiraron de la línea general de fachada creando un pequeño atrio e incluso una plazuela que anuncia la importancia del inmueble y asiste sus funciones. Vale la pena volver la mirada sobre ellas y descubrir el artificio de su ornamentación, mucho más emparentado al español que al latinoamericano, y aprehenderlas. Los interiores, asimismo, merecen toda nuestra consideración.

Necesitamos tu ayuda: apoya a DIARIO DE CUBA

Más información

Sin comentarios

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.