He aquí un libro que se lee y se escucha como una música celestial. Se trata de Cuba, une histoire de l’île par sa musique et sa littérature, escrito por Marcel Quillévéré, un artista lírico y musicólogo bretón cubanizado, a quien conozco desde hace muchos años.
En 2016, Marcel realizó decenas de programas destinados a las radios públicas francófonas de Canadá, Suiza, Bélgica y, naturalmente, Francia, sobre la historia y la actualidad de la música cubana. Esas citas cotidianas estivales llevaban como título genérico "Carrrefour des Amériques".
Para mí fue un intenso placer escuchar todas las tardes la apasionada voz de Marcel introduciendo temas del barroco hasta la salsa, pasando por la habanera, el danzón, el son, el mambo o la música culta, de Guillermo Portabales a Bola de Nieve, Antonio Machín y Ernesto Lecuona, del Benny a Olga Guillot, Celia Cruz y otros, innumerables. Un encanto.
El volumen publicado ahora conjuntamente por la editorial Albin Michel y France Musique está diseñado con un conjunto excepcional de fotos, de discos y de sus intérpretes, para constituir un hermoso regalo de Navidad. Pero no hay ninguna concesión a un público profano en materia de música cubana ni a los demasiado numerosos, a menudo ignorantes, que la confunden con los viejos integrantes de Buena Vista Social Club. Las creaciones de nuestra isla adquieren en este volumen su máximo esplendor.
La idea de los programas musicales y del libro se remonta a unos cuantos años atrás, a 1994, cuando le pedí a Marcel Quillévéré un texto sobre su especialidad, la música llamada clásica, para un libro colectivo que dirigí —La Habana 1952-1961—, publicado primero en francés y luego en español por Alianza Editorial, en Madrid. El texto de Marcel, titulado "Sinfonías y ballets con resonancias africanas", fue uno de los que mejor atravesaron el tiempo. La prueba es esta publicación tan esperada y bienvenida.
La publicación de este libro viene acompañada por un gran concierto parisino, el 23 de noviembre, con la presencia de varios músicos cubanos exiliados, cuyos instrumentos pueden parecer extraños, como la viola de gamba, lo que demuestra la presencia del barroco en nuestras tierras. Igualmente deben actuar, en más recientes zarzuelas, varios artistas líricos, cubanos o no, entre ellos el mismo Marcel Quillévéré. Un colofón musical para una obra que es también literaria.
En ella, en efecto, aparecen varios de los escritores que acompañaron la investigación: Liliane Hasson, traductora y autora de una biografía de Reinaldo Arenas, desgraciadamente aún no publicada en español; Antonio José Ponte, autor, entre otras obras, de los ensayos Un seguidor de Montaigne mira La Habana y Las comidas profundas; Gastón Baquero, nuestro inmenso poeta, aquel del "Testamento del pez" que tuve el placer de traducir, y otros, cuyos libros fueron publicados en Francia. El prefacio del libro corre a cargo de Philippe Lançon, buen conocedor de Cuba, amigo de Liliane Hasson y de Marcel Quillévéré, periodista de Libération, quien conoció la tragedia de ver a algunos de sus colegas asesinados durante el terrible ataque islamista a la redacción de Charlie Hebdo el 7 de enero de 2015, y de ser él mismo gravemente herido.
Literatura y música se funden en esta obra que es también una reivindicación de la intensa creatividad de Cuba y de su exilio. Marcel Quillévéré no teme contar el desastre provocado por el castrismo. El relato de sus andanzas por La Habana, guiado por el musicólogo y hombre de teatro Juan Piñera, sobrino de Virgilio, pone de relieve la destrucción arquitectónica y moral de la ciudad. La música de antaño, transmitida de generación en generación durante siglos, sirve de contrapunteo a la ideología comunista y al empobrecimiento material y cultural del país, que muchos aún no quieren ver en el extranjero. Un libro bienvenido, imprescindible. Podemos estarles agradecidos a su autor por el rescate de lo más imperecedero de nuestra cultura.
Marcel Quillévéré, Cuba, une histoire de l’île par sa musique et sa littérature (Albin Michel y France Musique, París, 2022).