En un contexto de "economía de guerra" y con una agricultura notablemente depauperada, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sigue apostando por sacarle las castañas del fuego a La Habana. En tal sentido, la organización informó este jueves que trabaja en un proyecto con valor de casi diez millones de dólares "para impulsar la producción sostenible en los sectores agrícola y pesquero" del occidente de Cuba.
La agencia estatal Prensa Latina detalló que el financiamiento, de 9,3 millones de dólares, cuenta con el apoyo del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF). Por la parte cubana, en el proyecto participa el Centro de Investigaciones en Plantas Proteicas y Productos Bionaturales (CIPB), cuyo presidente es Manuel Sobrino, quien fuera un muy desafortunado ministro de la Industria Alimentaria.
Según las entidades involucradas, este proyecto, "incrementará la producción sostenible de alimentos en los sectores agrícola y pesquero del occidente de Cuba, mediante un enfoque de economía circular y la implementación de incentivos financieros en el sector público y privado".
Como parte del Programa Global Integrado de las Islas Azules y Verdes, el proyecto transformará los sistemas agroalimentarios en 53.850 hectáreas de tierras y beneficiará a diez municipios de la región occidental de la Isla, "mejorando la producción y el medio ambiente al producir alimentos mientras se protege, restablece y promueve el uso sostenible", indicó Prensa Latina.
El comunicado de la FAO destacó que 18.694 personas, de las cuales más del 50% son mujeres, se beneficiarán de este proyecto de cinco años de duración. No obstante, los beneficios no llegan a las mesas de los cubanos y los campos de la Isla siguen envueltos en una desidia sostenida.
En 2024 fueron varios los proyectos de colaboración de la FAO en la Isla, que incluyeron acciones relacionadas con la pesca, la ganadería y diferentes áreas agrícolas, vinculados sobre todo con la obtención de insumos. Uno de ellos, con un monto de cinco millones de dólares tuvo, para el oriente cubano, objetivos, similares a los ahora anunciados para el occidente, y puso el foco en "la conservación de la biodiversidad en la producción de los cultivos de café y cacao". Sus resultados no han sido publicados, pero las quejas de los campesinos son recurrentes.
A pesar de las recurrentes donaciones de la FAO, el consumo proteico y calórico de la población ha disminuido de forma drástica en los últimos meses y, en tal sentido, la Liga de Campesinos Independientes de Cuba alertó que los apagones están provocando serias afectaciones en la producción agrícola, un hecho que se traduce en el aumento de la inseguridad alimentaria.
Recientemente, el economista cubano Pedro Monreal destacó que "la ruina agropecuaria es el componente más alarmante de la crisis estructural de Cuba, el fracaso más sonado de la política económica gubernamental, un factor crucial del empobrecimiento masivo y fermento de malestar político".
Mientras el régimen se afana en lograr inversiones de organismos internacionales, Monreal lamentó que "se continúa 'ninguneando' a un sector privado que, siendo crucial, la burocracia no se atreve a darle el calificativo de 'columna' que aplica al ministerio y a empresas estatales", En opinión del analista, esto "es parte de la obcecación ideológica que explica la irrelevancia de la política agropecuaria".
"Si alguna actividad productiva en Cuba tiene capacidad para remontar la crisis acudiendo al fomento del sector privado y el mercado, es el sector agropecuario, pero la causa de la inacción oficial no es un enigma: el apego a un fracasado esquema de planificación centralizada", resumió.
