"En Cuba para ser joven y disfrutar de la juventud no puedes trabajar para el Estado, tienes que luchar", es la sentencia de Aaron Machado, un joven habanero de 25 años de edad, mientras consume con su pareja y amistades en uno de los bares más exclusivos del casco histórico de La Habana Vieja.
Luego de culminar sus estudios como técnico medio en Contabilidad, él intentó sustentar económicamente, a través de empleos estatales, a su familia: ambos padres, jubilados por peritaje médico y con un hermano menor en edad escolar.
"Era imposible con mi salario y con las dos chequeras de los viejos. Mucho menos cuando llegó el reordenamiento y la inflación como consecuencia. Toda nuestra familia es del campo, con dos primos que migraron al extranjero, pero que en realidad no tienen compromiso para ayudarnos monetariamente, así que decidí salir 'luchar' en la calle y dejar de trabajar para el Estado, o la casa se nos caía encima y a mí la juventud se me escapaba", relata Machado.
Desde trabajar sin contrato en pequeños negocios privados, reajustando los libros contables, hasta comerciar harina de trigo, joyas y drogas, Machado "zanganeó" por cuanto negocio ilegal apareciera en las calles habaneras. Actualmente se dedica a abastecer, de cualquier insumo, a los grandes negocios privados de la ciudad.
"Solo puedo decirte que toda la mercancía sale de grandes almacenes y que todo el mundo es sobornable en este país. No tengo una gran fortuna, pero mi casa está reparada como Dios manda, a mis viejos no les faltan sus medicinas, mi hermanito tiene de todo, y yo puedo disfrutar mi juventud en una isla donde no puedes hacerlo con un salario estatal", afirma.
A pesar de la insistencia del régimen cubano de que los jóvenes en la Isla pueden vivir de trabajar para el Estado, con las garantías de sustento económico debidas, la realidad es opuestamente distinta. Ninguno de los jóvenes entrevistados pudo ofrecer testimonio de que sus respectivos salarios estatales alcanzaran para garantizarles más allá de una sobrevida resumida en el racionamiento, las eternas colas, y el ansia de emigrar.
"Los que no podemos escapar del país, porque no tenemos nada que vender, estamos obligados a las apariencias: hacernos los que trabajamos para el Estado y sobrevivir del 'invento'; porque en Cuba todos estamos obligados a 'inventar' para llegar a fin de mes", acota la joven Idalmis Marichal, madre de una menor de edad.
"Mi trabajo es de los llamados 'pasmaos'; es decir, de los que no producen ni almacenan ninguna 'búsqueda' para equilibrar con el salario mensual que actualmente no alcanza ni para comprar un par de zapatos. Sobrevivo de revender absolutamente cualquier cosa, porque ni siquiera prostituirse es un buen negocio y ya tampoco hay extranjeros como antes para dedicarte a jinetear. La mujer que sueñe con ser mantenida por un cubano está embarcada, porque los hombres atraviesan las mismas circunstancias para sobrevivir, y las cárceles están llenas de aquellos que lo intentaron sin cuidarse", añade Marichal.
A la severa crisis económica que azota al país, se suma un ambiente de creciente violencia social y un aumento de la represión gubernamental contra cualquier indicio de protestas o quejas ciudadanas contra la gestión del actual Gobierno. El miedo a expresarse libremente se acrecentó luego de las represalias del régimen el 11 de julio de 2021, cuando centenares de miles de cubanos tomaron las calles en un hecho inédito en la historia de Cuba.
El relato de la joven Amelia muestra que ni siquiera el catalogado salario máximo en Cuba —de unos 9.800 pesos mensuales— permite a una joven sentirse segura de apostar por vivir en la Isla. Graduada de Veterinaria y con un puesto laboral en el llamado Polo Científico, Amelia devengaba mensualmente un salario que en ocasiones rozaba los 10.500 pesos.
"A cualquiera que viva de espaldas a la realidad cubana le puede parecer mucho, pero cuando un par de zapatos cuesta entre 6.000 y 10.000 pesos, o disfrutar de un fin de semana en la playa, o una salida a un bar o restaurante es el equivalente a tu salario, no puede estar bien. Pero lo más importante es que no te sientes segura viviendo en Cuba. Por una parte, la violencia en la calle cada día aumenta, todas las semanas una mujer amanece asesinada o te enteras de un descuartizamiento. Aumentan los casos de personas jóvenes desaparecidas, niños incluidos. El acoso del Gobierno contra lo que publicas en tus redes sociales, o comentas en el ámbito laboral está a la orden del día. Luego del 11J fui acosada en mi centro laboral por negarme al proceso para ser miembro de la UJC", cuenta Amelia quien, gracias a unas amistades de sus padres radicados en el extranjero, reunió el dinero para llegar a la frontera de EEUU y está a la espera de una entrevista para ingresar a territorio estadounidense.
Osmani Espinosa se arrepiente de su miedo al mar. Miedo que le impidió lanzarse a la travesía de atravesar el estrecho de La Florida en una rústica embarcación. Cuatro de sus amistades llegaron a salvo hace un año a EEUU huyendo de una sobrevida que un salario como empleado del Estado no logra aliviar.
"Trabajo como ayudante de operario en una fábrica por el día, y por las noches, cada tres días, trabajo como sereno en un parqueo del Estado. Aun así, me veo obligado a recoger latas de la basura para vender a Materia Prima, y gracias a mis habilidades como zapatero remendón, ganarme otros pesitos remendando los zapatos de la gente pobre de mi barrio en Los Pinos", comenta Espinosa, quien convive con su madre ama de casa y un hermano menor de edad. Su padre falleció hace cinco años, cuenta, "prácticamente por falta de medicamentos".
"Ni con dos trabajos alcanza para ser joven en Cuba. Particularmente no me meto en negocios sucios porque si voy preso quién cuida de mi madre y mi hermano. Y aquí, si no tienes un negocio ilegal no vives y apenas sobrevives. Ni siquiera me atrevo a buscar una mujer para formar una familia porque con qué la podría mantener", añade Espinosa a quien otra preocupación le roba el sueño diario: el estado pésimo de su vivienda.
"Ni en años luz, con un salario obrero en Cuba, puedo arreglar mi casa. Maldigo mi miedo al mar. Ahora estuviera en EEUU trabajando de cualquier cosa, pero manteniendo a mi familia con dignidad. De qué me sirvió estudiar, y de qué me sirven dos salarios si de todas maneras tengo que buscar en la basura para sobrevivir yo y mi familia", concluye Espinosa.
Y deja que lleguen a Miami…,y conozcan los “biles”.
El primer ejemplo es una joya...el tipo es un vulgar delincuente que disfruta las ganancias de su trabajo con sus amigos en uno de los bares mas exclusivos de la Habana Vieja...solo en Cuba es un "luchador"... otra joven que se menciona es un ejemplo de la miseria en que viven los jovenes cubanos...le era dificil comprarse unos zapatos, irse a la playa o salir a un bar o restaurante...pobre...no menciona nada de gastos de vivienda, gastos medicos o de otros servicios...al parecer no pasaba hambre pues no lo menciona...ahora ya esta a un paso de comprarse todos los zapatos que quiera y pasarse la vida en la playa o de fiesta...
Bueno, bocachancla, peor es ser el verdugo de la tortura de todos tus vecinos y familiares.
O quitarle el pan a todo un país.
O abochornar a todo aquel que le vaya un poco mejor que a uno mismo.
Seguro que su mala baba le impide ver quien es el que provoca la miseria de todo un país.
Y si no es mala baba debe ser porque su nivel de idiotez le impide trabajar en cualquier trabajo honrado.
Un sistema efectivo para desechar la juventud.
A los jóvenes los encarcelan con cualquier pretexto o los meten en el Servicio Militar para que trabajen sin cobrar. Sistema esclavista peor que en en Imperio Romano.