Alexis Ramos Romero es uno de los jóvenes cubanos que no ocupará las 12.875 ubicaciones laborales que, según la prensa oficial, estarán disponibles para todos los egresados universitarios en 2022. Entre realizar su proyecto de vida en la Isla y emigrar, Ramos Romero optó por lo segundo.
"Cuando comencé la carrera (Ingeniería Informática) me enamoré de todo su contenido, pero la universidad en Cuba se trata de algo más que docencia, aprendizaje o academicismo. Se te exige que des un apoyo total al sistema ante cualquier 'provocación' o que participes en actividades políticas de lo que llaman 'reafirmación revolucionaria'. Si no lo haces, te pueden cuestionar como miembro de la Federación Estudiantil Universitaria, lo que significa que te puedan expulsar de la carrera, y que te estigmaticen socialmente", cuenta este joven a DIARIO DE CUBA.
"Lo que acabó por abrir totalmente mi mente al cambio llegó cuando todas las universidades cerraron a partir del año 2021 debido a la llegada del Covid-19 a nuestro país. A todos los alumnos nos encuestaron buscando nuestra disposición para laborar en las zonas rojas de los hospitales, atendiendo a enfermos graves de esa enfermedad".
"Por supuesto que di mi consentimiento, para posteriormente enterarme de que se pretendía, al final de la carrera, conformar un escalafón llamado integral donde se tendría en cuenta más que las calificaciones de los graduados, su trayectoria participativa en la vida política de la facultad. Por ese escalafón se le daría la ubicación del servicio social a cada alumno graduado, especificando que para los graduados del sexo masculino la ubicación militar era la más probable, sin derecho a cambio ni réplica so pena de que les invalidaran el título que con tanto sacrificio habían alcanzado".
"Hablé con mis padres y con mi hermano para que apoyara mi partida hacia los Estados Unidos, abandonando la carrera, no sin pesar, en el cuarto año de la misma".
Recientemente, Miguel Díaz-Canel expresó en un Pleno Extraordinario del Comité Nacional de la Unión de Jóvenes de Comunistas (UJC), que la juventud cubana "ha demostrado en todo momento que sobre sus hombros se pueden depositar grandes tareas". "Esa juventud la encuentro todos los días, por dondequiera que camino", añadió.
Pero mientras el gobernante habla en estos términos triunfalistas, el país se vacía de jóvenes que no ven un futuro que construir en Cuba.
Yasmany, un joven emprendedor en el campo de la dulcería en Holguín, ve su negocio arruinado por la inestabilidad de la materia prima y la inflación.
"Estoy vendiéndolo todo para irme, la motorina, el refrigerador y hasta el horno de hacer los dulces. ¡Todo! El huevo casi no aparece y lo estamos pagando hace rato a 30 pesos. Y la harina carísima, perdida y de mala calidad", lamenta en diálogo con DIARIO DE CUBA.
"El azúcar a 100 pesos la libra es cuando más barata aparece, pero ya hay gente que pide 120 y hay que pagarlo a veces. No hay seguridad ni garantía de nada. El cake pequeño, que cuando comencé lo vendía a 60 pesos, ahora cuesta 600 pesos. Subió diez veces el precio. Pero los ingredientes han subido el doble, 20 veces. Entonces, parece que ganamos más, pero es mucho menos, porque el dinero está devaluado".
"Y hay que parar mucho por falta de materiales, esperando que aparezca y a veces me paso tres días que me falta algo y no lo encuentro. Así no se puede trabajar. Trabajar no es malo, lo malo es pasar trabajo para trabajar. Y es lo que nos pasa aquí en Cuba. Hay que irse, este país no lo aguanta nadie", concluye.
Para José, un transportista privado, la situación es similar y ya tiene su moto en venta para irse a EEUU "mientras se pueda, antes de que vayan a cerrar, porque ya no da la cuenta trabajar".
"Nunca pensé irme de aquí, yo era de los que decía que de aquí no me iba, que yo buscaba soluciones aquí. Pero las soluciones ya no las encuentro", lamenta.
"Tengo dos hijos y separarme de ellos va a ser durísimo. Pero ya no doy abasto y no les puedo garantizar lo básico para que estén bien. Sería casi un irresponsable si no hago algo diferente y la única opción que se ve es irse, aunque me duela estar sin ellos y sin mi mujer. Y yo soy emprendedor, aparte de taxiar (transportar pasajeros) con la moto tenía otro negocio, de viajar a Panamá, Guyana y Rusia, antes de la guerra, para revender ropas y cosas. Pero con la pandemia primero y el dólar caro ahora, lo tuve que dejar".
Pese al triunfalismo de Díaz-Canel y a que, en septiembre pasado, el ex embajador de Cuba en Estados Unidos José Ramón Cabañas presentó el gran éxodo actual de cubanos como algo "normal" que ha pasado siempre en la historia, al régimen le preocupa la estampida de jóvenes de todos los sectores, desde deportistas hasta emprendedores, hacia el exterior.
Prueba de ello es la elaboración de una "política integral hacia la niñez y las juventudes", por parte de un grupo gubernamental, sobre la que informó el estatal Juventud Rebelde en septiembre último.
Demasiado tarde: entre octubre de 2021 y septiembre de 2022 llegaron a EEUU 224.607 cubanos, un promedio de más de 600 por día. Aunque la cifra incluye hasta a personas de avanzada edad, que han emprendido peligrosas travesías para arribar a suelo estadounidense, muchos de esos emigrantes formaban parte de la fuerza laboral joven de Cuba.
Según un análisis de Cuba Study Group el grueso de las personas que emigran tienen entre 20 y 40 años. Entre ellos hay un alto número de profesionales con los que ya no cuenta el país: ejemplo de estos son Beatriz Pérez (ingeniera industrial) y Miguel Antonio Bachiller (licenciado en Lengua Inglesa), quienes emigraron a EEUU y desde allí contaron su historia a DIARIO DE CUBA, recientemente.
A la pérdida de jóvenes cubanos con estudios superiores se une la pérdida de jóvenes emprendedores en el sector agrícola, en un país que atraviesa una severa crisis alimentaria. Como evidenció un artículo de DIARIO DE CUBA en agosto pasado, las políticas fallidas del Gobierno, las trabas y la falta de incentivos reales desestimulan a muchos jóvenes campesinos, que deciden emigrar.
Efectos de este éxodo masivo: la población cubana, con un 23% de ciudadanos por encima de 60 años, es ya la más envejecida de América Latina. De acuerdo a la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), en 2021 la población de Cuba era de 11.113.215 habitantes, pero en 2016 era de 11.239.224 habitantes. La población total de Cuba se ha reducido en 126.009 habitantes, en cinco años.
No basta que un grupo de sociólogos y expertos de distintas esferas se reúnan a diseñar una "política integral para la niñez y las juventudes", en un país cuyas autoridades no han sido capaces, en seis décadas, de resolver el problema de la vivienda. ¿Quién puede pensar en casarse y fundar una familia sin tener al menos un espacio físico con condiciones mínimas para convivir? ¿Quién puede pensar en tener hijos, con la incertidumbre de no poder alimentarlos?
La mencionada política está condenada al fracaso porque está conectada a políticas sociales fallidas, como las de Vivienda, donde el régimen continúa incumpliendo sus propios planes, y Alimentación. En julio pasado el medio oficial Tribuna de La Habana admitió que hasta el 70% de las embarazadas llegadas a Maternidad Obrera padecían anemia por baja hemoglobina.
La jefa de obstetricia del propio hospital reconoció al medio estatal que el tema de la anemia se extendía a "casi la generalidad de las embarazadas tratadas en la capital". ¿Se les puede reprochar a las cubanas que, en esas circunstancias, no quieran parir?
Lo peor no es que las políticas sociales fracasen, poniendo de manifiesto la inviabilidad del modelo político, social y económico, sino la imposibilidad de buscar cambios de manera legal y pacífica.
Mientras Díaz-Canel decía en el mencionado Pleno de la UJC, que a los jóvenes "sean militantes o no, tenemos que identificarlos, tenemos que atenderlos, tenemos que potenciarlos en cada una de sus esferas de trabajo", cientos de jóvenes cubanos seguían presos por haber exigido, en las protestas de julio de 2021, libertad y esos cambios que podrían contribuir a que quisieran quedarse a construir un futuro en su país, o simplemente el restablecimiento del servicio eléctrico, tras varias horas o días de apagón.