Apenas triunfada, la Revolución reemplazó la Constitución de 1940 por unos estatutos constitucionales desde los cuales inició un proceso de control sobre la sociedad con la estatización de la economía, la desmovilización cívica y el adoctrinamiento masivo.
Para conservar el orden recién establecido se creó un sistema de instituciones estatales y paraestatales —Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica, la Imprenta Nacional, la Editora Nacional de Cuba, el Instituto Cubano de Radiodifusión, el Instituto Cubano del Libro, la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba y el Consejo Nacional de Cultura—, fortalecidas en 1961 con la declaración del carácter socialista de la Revolución, la "Ley de Nacionalización General y Gratuita de la Enseñanza" y el discurso conocido como "Palabras a los Intelectuales", donde el líder de la Revolución expuso de forma enfática: "La preocupación de nosotros, los agentes de la revolución, es la Revolución en sí misma y después las demás cuestiones. Frente a ese derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella".
A partir de ese momento los derechos de los escritores y artistas —revolucionarios o no revolucionarios— quedaron circunscritos a la línea trazada: "Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho"; un principio, que el líder aclaró en su discurso, era "general para todos los ciudadanos". Luego, con la "Ley Reforma de la Enseñanza Superior en Cuba", dictada en enero de 1962, se completó el control sobre las instituciones culturales y las universidades.
La exportación de la revolución mediante la guerra de guerrillas, entre los años 1964 y 1967 provocó fricciones con la Unión Soviética y con los partidos comunistas de América Latina adscritos a la coexistencia pacífica y a la toma del poder mediante elecciones. Una de sus consecuencias de ese desencuentro fue la reducción de la cuota de petróleo que se enviaba a la Isla para mantener a flote la ineficiente economía.
En ese contexto, cuatro eventos resultaron cruciales: 1) la muerte de Ernesto Che Guevara en Bolivia (octubre de 1967); 2) el Congreso Cultural de La Habana (enero de 1968), donde se puso en evidencia que a pesar de "Palabras a los Intelectuales", el debate sobre la libertad de expresión y el papel del intelectual continuaban vivos; 3) la Ofensiva Revolucionaria (marzo de 1968) que expropió las 55.000 pequeñas empresas sobrevivientes hasta ese momento; y 4) el apoyo del Gobierno cubano a la invasión del Pacto de Varsovia a Checoslovaquia (agosto de 1968).
Esos eventos marcaron un viraje del Gobierno revolucionario hacia la dependencia del bloque soviético. La crítica pública a la Unión Soviética cesó, se aplacó el apoyo a las guerrillas y Fidel Castro reconoció que era posible llegar al socialismo por las urnas. El giro se vio reforzado por el fracasado intento de producir diez millones de toneladas de azúcar en 1970 para crear una base económica independiente.
El elogio de Fidel Castro a la Unión Soviética y a las ideas de Lenin —expresado en su discurso por el natalicio del guía soviético, el 22 de abril de 1970—, desbrozó el camino del reencuentro, a cambio de desentenderse de los intelectuales opuestos tanto a la línea ideológica de Moscú, como a las limitaciones establecidas en "Palabras a los intelectuales".
En 1971 había sido arrestado Heberto Padilla, autor del poemario Fuera del juego. La detención causó la protesta de un nutrido grupo de destacados intelectuales, entre ellos el peruano Mario Vargas Llosa y el argentino Julio Cortázar, quien advirtió: "Fidel nos ha excomulgado a los escritores que le mandamos un mensaje pidiéndole información sobre el arresto". (Cortázar recularía de inmediato.) Estos y otros hechos pusieron fin al apoyo de esos intelectuales a la revolución cubana.
El desenlace del conflicto tuvo lugar en la clausura del Congreso Nacional de Educación (1971), renombrado Congreso Nacional de Educación y Cultura, donde el líder de la Revolución decidió subordinar la cultura a la educación: "Si la educación es atractiva, la cultura forma parte de la educación; las mejores obras culturales, las mejores creaciones artísticas del hombre y de la humanidad forman parte de la educación […] ¿Es que acaso entre casi 100.000 profesores y maestros, para señalar solo un sector de nuestros trabajadores, no podrían promover un formidable movimiento cultural, un formidable movimiento artístico, un formidable movimiento literario? […] Si nosotros podemos hacer eso en todas las escuelas, y podemos hacerlo… podemos y debemos hacerlo desde los círculos infantiles, en la escuela primaria, en la secundaria, en la fábrica. ¿Qué pueden preocuparnos a nosotros las magias de esos hechiceros? ¿Qué pueden preocuparnos, si nosotros sabemos que tenemos la posibilidad de a todo un pueblo hacerlo creador, de a todo un pueblo hacerlo intelectual, hacerlo escritor, hacerlo artista? ¡Todo un pueblo!".
La cultura, un proceso milenario en el que la persona humana es principio y fin, se subordinó a una enseñanza sometida a la ideología del poder. En consecuencia, los maestros que desde 1959 se venían formando como soldados, serían el nuevo intelectual revolucionario; mientras los intelectuales que en los momentos más difíciles de la Revolución asumieron su defensa, pasaron a ser hechiceros.
El 20 de abril de 1971, la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), en la marcha estudiantil por el aniversario de los mártires de Humboldt 7, enarboló las consignas: "La Universidad para los revolucionarios" y "La ideología, asignatura de nuestra Universidad". Al mes siguiente la revista Verde Olivo, órgano de las FAR, suplió al movimiento intelectual cubano, y Luis Pavón, entonces segundo jefe de la dirección Política de las FAR y director de Verde Olivo fue designado al frente del Consejo Nacional de Cultura. Así comenzó el llamado "Quinquenio gris", caracterizado por la represión contra escritores, artistas, periodistas, profesores y alumnos universitarios.
Zanjadas las diferencias con el Kremlin, en 1972 Cuba fue admitida en el Consejo de Ayuda Económica (CAME) de los países socialistas, lo cual implicó copiar las características del modelo soviético en el que la ortodoxia leninista fungía como ideología. Con ese paso, la "base económica" quedó garantizada, la cultura subordinada y la función crítica del pensamiento erradicada de la geografía cubana.
Dos décadas después, el hundimiento de la Unión Soviética agudizó la crisis del modelo totalitario, contexto en el cual el disenso reverdeció. Ante la realidad, el presidente Miguel Díaz-Canel, tratando de calmar el creciente malestar, retomó en 2021 las "Palabras a los intelectuales". A falta de otros argumentos, expresó: "El Gobierno ha cuidado particularmente a la cultura, a los artistas e intelectuales, destinando fondos y recursos al sostenimiento de quienes a su vez alimentan la espiritualidad que nos salva de una cuota importante de angustias […]. Para que se tenga una idea, y no se asusten, del presupuesto del Estado se han destinado 620 millones de pesos para el financiamiento a artistas no subvencionados, beneficiando con ello a 10.457 músicos y artistas escénicos y a 3.222 personas que ejercen como personal de apoyo de la producción artística y en la asistencia técnica".
A pesar de ello, el disenso trascendió al sector de la cultura para convertirse en la tormenta social que desde julio de 2021 viene estremeciendo las estructuras del poder.