"Pepín", como lo conocen sus comensales, mueve con un gran cucharón de madera 136 kilos de picadillo en salsa de tomate. Es la comida con que una institución religiosa cubana alimenta cada día a 2.200 personas en una de las zonas más pobres de La Habana, informa AFP.
Antes de que llegaran los primeros casos de Covid-19 a la Isla, en marzo de 2020, el comedor atendía a unas 700 personas cada día; pero la pandemia, sumada a la agudización de la crisis económica, hizo crecer el número de comensales.
Pedro Pablo Vázquez, "Pepín", es el cocinero del proyecto comunitario Quisicuaba, dedicado a la reinserción social en Los Sitios.
"Yo era un muchacho que andaba en la calle, sin trabajar, nunca había trabajado, tuve problemas... era psicópata. El padrino me recogió aquí. Ahora, gracias a él, me he hecho un muchacho de bien", dice a la AFP Vázquez, de 40 años, moviéndose con agilidad en la angosta cocina donde trabaja desde la madrugada.
El padrino al que alude es Enrique Alemán, director del Proyecto Comunitario Quisicuaba y quien lidera una organización religiosa espiritista que apoya a madres solteras, familias de presos, portadores de VIH, alcohólicos e indigentes.
"El boom, como decimos nosotros, del alza en el comedor social viene a raíz del bloqueo (embargo) en medio de una pandemia", opina Alemán rodeado de objetos relacionados con el espiritismo, en su oficina del centro religioso y museo, perteneciente a su familia desde 1932 y aledaño al comedor.
"Estamos enclavados en uno de los 61 barrios de La Habana con mayores vulnerabilidades", explica, desde este viejo caserío de ex esclavos kissis, llegados desde Angola en el siglo XVI.
A diferencia de algunos grupos que reclaman cada vez más libertades y denuncian las difíciles condiciones económicas, el proyecto comunitario Quisicuaba dice coincidir "con los sentimientos de la Revolución y la voluntad de la Revolución cubana", comenta su líder.
Tras las masivas manifestaciones que estallaron el 11 de julio al grito de "Tenemos hambre" y "Libertad", Miguel Díaz-Canel designó más de 60 barrios vulnerables de la capital como prioritarios para impulsar programas sociales.
Cuba enfrenta su peor crisis económica en décadas, con una caída del PIB de 11% en 2020 debido a la pandemia, la mala gestión de las autoridades y el embargo.
La crisis golpeó más a los que menos tienen. Y, en este barrio con problemas de abastecimiento de agua y otros servicios básicos, también aumentó la pobreza alimentaria.
Pero el comedor no recibe fondos gubernamentales y se financia con los recursos de la comunidad religiosa, donativos y limosnas.
Isabel Antomarchí, de 70 años y quien lleva 30 en Quisicuaba, sirve con un viejo cucharón de metal el picadillo acompañado de un humeante arroz amarillo.
Es para "gente que está ambulante en la calle, que no tiene familia, que no tiene donde vivir, los botan de sus casas y tienen que venir a recoger su poquita de comida", dice, orgullosa de que todos la llamen "tía".
Los comensales esperan en un terreno aledaño a que un voluntario devuelva cada recipiente lleno a través de una ventana.
Las organizaciones religiosas han empezado a llenar espacios que el Estado no puede abarcar en Cuba.
El ateísmo marxista no prosperó. El 70% de la población tiene alguna creencia sincretista que mezcla religiones como la católica o la evangélica con cultos africanos o espiritistas.