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Medicamentos

En una farmacia cubana: si la cola es corta, mala señal

'Aquí todos estamos enfermos'; 'ella es una cara de guante que se aprovecha'; 'por qué no dejó a la hija en casa'... La sensibilidad no sobrevive a las horas de espera, el cansancio y el hambre en las colas para comprar medicamentos en Cuba.

La Habana
Cola en una farmacia de La Habana.
Cola en una farmacia de La Habana. Diario de Cuba

Las colas para adquirir medicamentos en las farmacias cubanas son tan estresantes y agotadoras como las que forman para comprar pollo, aceite o los productos de la canasta básica a principio de mes. La diferencia radica en que mientras en estas quienes esperan varían en cuanto a edad, sexo y condición de salud, la clientela de las farmacias suele estar formada por personas muy mayores o enfermas, o las dos cosas a la vez.

El pasado 14 de junio llegó el segundo de los tres envíos de medicamentos del mes a una de las farmacias del municipio Habana del Este. Como de costumbre, el lote fue distribuido al día siguiente.

"La cola no está tan larga esta vez porque no entraron muchos de los medicamentos que la gente necesita", aclaró Ada María, una señora de cincuenta y tantos años, a un joven sorprendido porque el grupo de personas no pasaba de 20.

Entre los medicamentos más demandados están los usados para tratar enfermedades de los nervios, dolores, alergias, diabetes e hipertensión. Pero en este envío no entraron el alprazolam, ni el diazepam, ni el meprobamato, ni la dipirona, ni la aspirina, ni el captopril, ni el atenolol, ni los sprays de salbutamol. Tampoco antibióticos ni anticonceptivos de ninguna clase.

La falta de la mayoría de estos fármacos obliga a las personas a improvisar para paliar sus dolencias. Algunos médicos incluso se atreven a recetar tratamientos poco ortodoxos.

"Yo tengo un nervio muerto en la rodilla. Los dolores que me dan son muy fuertes y, como no hay otra cosa, el neurólogo me receta amitriptilina", confesó Raquel, de 67 años de edad. 

Pese a que la cola no era tan larga debido a que habían entrado pocos de los medicamentos que necesita la mayoría de las personas, avanzaba con lentitud. A las 11:00 de la mañana solo habían comprado 14 turnos de los 50 repartidos. A medida que llegaban nuevas personas, quienes estaban en la cola les advertían que debían marcar en "la cola de los sin turno".

Los turnos, unos papelitos blancos con un número estampado en tinta de bolígrafo azul, no los había entregado el personal de la farmacia, sino una clienta habitual, de las que llegan en horas de la madrugada y se van luego con una jaba llena de medicamentos.

Las personas de la cola agradecían los turnos pese a su carácter extraoficial y a que no hubieran sido distribuidos por ninguna autoridad, sino por alguien que aprovechaba para reservar números ventajosos para sus amistades y conocidos.

La causa de la extremada lentitud de la cola era, además de la falta de motivación de las vendedoras,  un censo que se estaba realizando.

"Desde el mes antepasado estamos solicitando el carnet de identidad del dueño de cada tarjetón. Además, esta vez estamos tomando los datos del carnet y trasladándolos a un listado para asegurarnos que nadie compre las medicinas que no requiera", explicó una dependienta. 

Las vendedoras gastan varios bolígrafos en el llenado de vales, tarjetas de estiba y otros documentos, para "garantizar" que los medicamentos "controlados" lleguen efectivamente a sus destinatarios. Los días posteriores a la llegada de cada envío son agotadores para ellas: mucho trabajo y poca ventilación en la farmacia; hambre y cansancio. Las compensa el hecho de que el resto del mes la farmacia permanece vacía.

Para la "clientela", los días de comprar los medicamentos son los peores. Aunque casi todos son personas mayores y enfermas, en la farmacia no hay asientos ni condiciones mínimas para una espera prolongada. Expuestos al sol o a la lluvia, el frío o el calor y al aburrimiento, muchos terminan perdiendo cualquier ápice de sensibilidad

"Ahorita vino una madre con su hijo en brazos y la gente de la cola quería comérsela. Le dijeron que ella no podía comprar con el niño, porque los niños no deben salir de casa en cuarentena. Solo una mujer la defendió, aludiendo que no hay mensajeros, que todo es mentira, porque en la mayoría de los casos no funcionan", relató otro de los pocos jóvenes presentes.

El momento más álgido del día se produjo con la llegada de otra madre en compañía de su hija adolescente que sufre una discapacidad mental. Los médicos habían recomendado que no hiciera cola, según aseguró la madre.

"Aquí todos estamos enfermos"; "ella es una cara de guante que se aprovecha"; "por qué no dejó a la hija en casa y vino a comprar las medicinas", fueron algunos de los comentarios de quienes esperaba su turno en la cola desde horas tempranas de la mañana.

A las 2:00 de la tarde estaban totalmente agotados y sin almorzar, y solo habían entrado los 27 primeros de la cola, más unos nueve casos con discapacidad que, según la norma, entran cada tres clientes de la fila.

A ese ritmo, "los sin turno" comprarían sus medicamentos sobre las 6:00 de la tarde, casi al cierre de la farmacia. Si después de dedicar el día casi completo a esta tarea no alcanzaban los medicamentos que necesitan porque no habían llegado suficientes en este envío, tendrían que regresar cuando llegara el siguiente y acometer nuevamente la titánica tarea de adquirir medicamentos en las farmacias de Cuba.

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