La reconfiguración global seguirá en marcha en 2023, teniendo como factores la invasión rusa de Ucrania, con su impacto directo sobre Europa, o la batalla especialmente comercial entre China y Estados Unidos. En esa discusión global que se espera cargada de tensiones, no se prevé que la voz latinoamericana sea una orquesta unitaria y afinada, sino que más bien que estará caracterizada por las voces solistas y participaciones individuales de los distintos países.
La lectura que hacen analistas consultados por DIARIO DE CUBA es que pese a los anuncios y discursos oficiales a favor de relanzar iniciativas ya existentes de integración (en la práctica, menguadas o casi inexistentes), estas se quedarán en las palabras, sin posibilidades reales de materializarse en América Latina.
La necesidad de integración es genuina para atender problemas comunes que afectan a la región o a subregiones latinoamericanas, y el escenario internacional global también demanda que los países de América Latina puedan hacerse oír con una voz unificada y armónica. Sin embargo, no es esto lo que luce factible para 2023.
El 2023 comenzará precisamente con los intentos de reflotar, por parte principalmente de México y Argentina, a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), con una cumbre en Buenos Aires. En esa cumbre se espera el regreso a la escena regional del gobernante de Venezuela, Nicolás Maduro, tras varios años de aislamiento como medida de presión que ejercieron diversos países de América Latina alineados con la política de tensión máxima del Gobierno de Donald Trump (2017-2021).
Con las gestiones del presidente de Colombia, Gustavo Petro, se ha invitado a Venezuela a regresar a la Comunidad Andina de Naciones, y voceros de los presidentes Alberto Fernández (Argentina) y Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil) han dejado saber que el régimen de Maduro será reinsertado en el Mercosur, una vez que el septuagenario líder de izquierdas asuma la Presidencia brasileña el 1 de enero de 2023.
Elsa Cardozo, exdirectora de la Licenciatura y Maestría en Relaciones Internacionales de la Universidad Central de Venezuela (UCV), tiene dudas de que todos los anuncios de relanzamientos o la decisión de reincorporar países en los mecanismos de integración vaya a significar, más allá de los discursos, una verdadera integración regional.
"Más allá de la retórica, de que se realicen algunas reuniones, no me parece probable que se generen y materialicen acuerdos concretos", afirma Cardozo al ser consultada por DIARIO DE CUBA. Ella viene observando (y cree que esta será la tendencia en 2023) una actuación individual de los distintos países de la región en política exterior.
Para Andrés Serbin, presidente de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES), se echará en falta la existencia de una instancia sólida y genuinamente articulada, de integración regional, cuando en 2023, producto de la transición global, América Latina sea requerida de alineamientos en el escenario internacional.
"Esto será decisivo para muchos países de América Latina en materia de política exterior, si la región no logra constituir un mecanismo institucional lo suficientemente sólido, como para tener una respuesta común ante la coyuntura de la transición global y la conformación de un nuevo orden mundial", proyecta Serbin.
"América Latina va a tener una demanda de alineamiento. Un grupo de intelectuales y académicos creemos que es necesario un no alineamiento activo; esto en función tanto de la confrontación más específica bilateral entre EEUU y China, como también de la confrontación del bloque occidental y el no occidental o euroasiático", sostiene este experto ante preguntas de DIARIO DE CUBA.
A partir de lo ocurrido en 2022, Serbin pronostica un incremento "en la tensión entre Occidente y lo que podemos llamar el bloque euroasiático, o pos occidental". A su juicio en 2023, se incrementará la búsqueda de alineamientos por parte de estos bloques con solicitudes al llamado "sur global", dentro del cual está América Latina.
"Hay una serie de indicadores de que hay una confrontación creciente para que los países no alineados se alineen con estos bloques", precisa Serbin.
En América Latina tres países tienen claramente una posición antioccidental, como es el caso de las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela, que ya han manifestado su respaldo a Moscú, tras la invasión a Ucrania, o aumentaron sus lazos con China e Irán, en medio de las tensiones globales.
A juicio de Cardozo, los países democráticos con peso geopolítico claro, como son Argentina, México y Brasil, apostarán por "una política exterior pragmática" en 2023, que podría traducirse en reinsertar a los regímenes autoritarios en diversos mecanismos de integración y dejar en un segundo plano una agenda centrada en exigencias de democracia y respeto a derechos humanos en las naciones latinoamericanas regidas por autocracias.
Cardozo y Serbin coinciden en prever un 2023 de malestar social en América Latina, con gobiernos (sean de izquierda o conservadores) con un margen limitado para dar respuestas a las demandas sociales, partiendo de las proyecciones que han hecho organismos económicos especializados de pobre o limitado crecimiento para la región.
Para el presidente de CRIES, la combinación de crecimiento económico limitado junto a un empobrecimiento y desigualdad que se acrecentaron por efecto de la pandemia de Covid-19, con el terreno fértil para no descartar estallidos sociales y protestas como signo del 2023 en la región.
Una frágil gobernabilidad, por esta tensión entre demandas sociales y capacidad limitada de los gobiernos latinoamericanos, es en opinión de Elsa Cardozo una característica posible de 2023.
En el cómo los distintos países harán frente a estos problemas de gobernabilidad está, según Cardozo, una clave central en la región: "A mi modo de ver, no es tanta la diferencia entre izquierda y derecha, sino entre aquellos países en los que hay contención institucional, donde existe la separación de poderes, y en los que además pueda haber campo para el diálogo, la negociación y la búsqueda de consensos; y aquellos países radicalmente autoritarios, en los que no hay alternancia democrática, no existe la competencia por el poder o es inexistente el equilibrio de poderes públicos".
Cardozo adelanta que el trío dictatorial de la región también se verá afectado por la tensión entre demandas sociales y capacidad oficial de dar respuesta. Pero a su juicio, en estos tres países "los gobiernos seguirán enfocados esencialmente en la preservación del poder".
Al cotejar los puntos de vista de estos analistas, no se proyectan escenarios de transición democrática en Cuba, Nicaragua y Venezuela en 2023.
Finalmente, en América Latina estaremos ante la contradictoria posición en torno a la alternancia en el poder. Los gobiernos de la llamada marea rosa (México, Argentina, Chile, Colombia) que justamente llegaron al poder gracias a la alternancia democrática en sus países, como respuesta —según Serbin— ante el descontento con las gestiones oficiales que les precedieron y no tanto por una afinidad ideológica de sus sociedades, no harán un punto de honor en su política exterior del trabajar para que en las naciones gobernadas por autoritarismos pueda haber una alternancia democrática en el poder.
Eligen y reeligen a ineptos y delincuentes con demagogias casposas y de comprobada ineficiencia y pretenden que se les respete y se les tome en cuenta.