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Opinión

Un fantasma recorre el mundo: el nacional-populismo

'Que ese fantasma no sea más que eso, un fantasma, dependerá del curso de las luchas democráticas que hoy tienen lugar en el Occidente político.'

Oldenburg
Vladimir Putin habla a sus seguidores en la Plaza Roja.
Vladimir Putin habla a sus seguidores en la Plaza Roja. AFP

Hay cierto acuerdo tácito entre quienes nos ocupamos del no siempre simpático trabajo de caracterizar a movimientos y gobiernos políticos. Ese acuerdo es el de llamar a los nuevos movimientos sociales que se levantan en contra de la democracia que ellos llaman liberal, como nacional-populistas.

En un comienzo era tendencia denominar como fascistas o neofascistas o post-fascistas a movimientos como los de Le Pen, en Francia, Demócratas Suecos, Liga Norte en Italia, AfD en Alemania, VOX en España. Más difícil ha sido seguir sosteniendo el calificativo cuando estos movimientos toman la forma de gobiernos como ocurrió con el Fidesz de Orban, Ley y Justicia de Polonia y, recientemente, con Los Hermanos de Italia.

Por cierto, todos incorporan elementos fascistoides, entre ellos discriminación racial en políticas migratorias, la misoginia, la homofobia, un furioso anticomunismo sin comunistas. Pero pronto fueron agregados a su repertorio otro elementos de clásico tipo conservador. Entre otros, el culto a los símbolos patrios y a la familia tradicional, agregando a la lista una tenaz lucha en contra de la despenalización del aborto, en nombre del "derecho a la vida".

Justamente ha sido ese acercamiento a los valores religiosos y morales de tipo conservador un obstáculo para denominar a esos movimientos como fascistas pues, como es sabido, los fascismos "clásicos", sobre todo los de Hitler y Mussolini, fueron moralmente disolutos y radicalmente antirreligiosos. Ideológicamente un Orban, un Marutowicz, una Meloni, se encontrarían más cerca del integrismo franquista que del totalitarismo fascista al estilo de Mussolini y Hitler.

Más difícil todavía fue mantener el concepto de fascismo cuando logró percibirse que los nuevos movimientos unían a su conservadurismo demandas exigidas por las izquierdas occidentales, entre ellas la limitación de la globalización, de instituciones internacionales como el Banco Mundial en lo económico y la UE en lo político, todo acompañado con una negación, compartida por las izquierdas occidentales, a la democracia liberal. Odio o aversión que ha llevado a mucho de esos movimientos y gobiernos a identificarse con la Rusia de Vladimir Putin, convertida en vanguardia de los gobiernos antidemocráticos del mundo.

Ahora bien, intentando buscar denominadores comunes, encontramos que todos esos movimientos se declaran nacionalistas. Algunos han llegado a incorporar el nombre de sus naciones en la designación de sus partidos. Alternativa para Alemania, Patriotas por Suecia, Hermanos de Italia, entre otros. Por lo tanto, en cualquiera definición general, algo que no puede faltar es el término nacional, o nacionalismo. Estamos frente a una ola antidemocrática y nacionalista a la vez. Que ese nacionalismo sea más retórico que práctico, es otro tema.

Podríamos afirmar en sentido gramsciano que los nuevos partidos nacionalistas están ganando en Occidente la lucha hegemónica al apropiarse del concepto de nación. Quizás esa es una de las varias razones que explica por qué tales organizaciones han llegado a constituirse en partidos y gobiernos de masas. Pues al presentarse como defensores de las tradiciones nacionales en contra de los demócratas globalistas y liberales y de las izquierdas internacionales, han construido una narrativa que sitúa a la nación como una entidad amenazada por fuerzas externas frente a las cuales solo cabe defenderse.

Partiendo de esa base, los movimientos migratorios son para ellos destacamentos desnacionalizantes, hordas de bárbaros cuyo objetivo es robar "nuestra" identidad nacional, imponiéndonos sus culturas, sus tradiciones y hasta sus religiones, como destaca la buena, pero muy tendenciosa novela de Michel Houellebecq, Sumisión. Naturalmente, siempre ha habido y habrá movimientos nacionalistas. Lo nuevo es que el nacionalismo ya no es de grupos sino de masas.

La rebelión de las masas

Uno de los secretos del éxito de los nuevos nacionalismos es que han sabido adaptarse a las formaciones sociales propias a la era de la revolución digital. Ya sea por la desestructuración de estructuras sociales y clases que ha traído consigo el desarrollo de un capitalismo cada vez más global, nos encontramos ante la aparición de una nueva sociedad de masas solo comparable a la que tuvo lugar en la Europa de fines del siglo XlX y comienzos del siglo XX, cuando la industria destruyó estructuras de origen medieval y arcaicas comunidades agrarias.

Entonces el modo industrial de producción fue impuesto en contra de la resistencia de sectores laborales desplazados por la maquinaria y después por la automatización. El movimiento ludista inglés, cuyos integrantes eran llamados "destructores de máquinas", fue una de las más conocidas, pero no la única, resistencia social frente a la era industrial que se avecinaba.

Por otra parte, a un nivel más bien elitista surgió el movimiento cultural romántico europeo, considerado por los historiadores como una protesta intelectual en contra de la modernidad anunciada por la maquinaria industrial. El fascismo recogería parte de la nostalgia elitista pre-industrial para convertirla en un relato asequible a las grandes masas. La aparición de las hordas fascistas ocurrió cuando las clases se disolvieron en la masa. Tuvo así lugar, "una alianza entre las elites y el populacho" (Hannah Arendt).

Y aquí llegamos al segundo punto más característico de los nuevos fenómenos políticos: los movimientos nacionales y nacionalistas de Europa y América Latina son en primera línea organizaciones de masas en una sociedad de masas, del mismo modo que los partidos socialdemócratas fueron en su tiempo partidos de clase en una sociedad de clases. Esta y no otra es la razón que explica por qué los movimientos y gobiernos a los que nos estamos refiriendo pueden ser denominados como nacional-populistas.

El populismo es la política en la sociedad de masas, hemos escrito en otros textos. Es cierto. Pero la adhesión de las masas a una organización política no la define de por sí como populista. Si así fuera todos los gobiernos surgidos de elecciones masivas serían populistas. Lo que identifica al populismo entonces no es solo la masificación de la política sino la relación que establecen las masas con un liderazgo populista. Dicho en breve: no hay populismo sin líder populista. Masificación y líder son componentes insustituibles de todo movimiento o gobierno populista. Faltando uno de ellos, no hay populismo. Esa es mi tesis.

Masa y líder

Pero no todos los líderes políticos son populistas. El populismo existe cuando se da una relación de amor intenso entre masa y líder.

El populismo ha sido y es esencialmente antropomórfico. El carácter profético, mesiánico e incluso mágico de los líderes populistas, solo se da en relación directa con una rebelión de las masas, como lo explicaron de modo filosófico Gustave Le Bon, José Ortega y Gasset y Elías Canetti. Si extraemos al líder de esa relación, podemos contemplarlos en toda su pequeñez. Un Mussolini o un Hitler, un Perón o un Chávez, separados de su relación con la masa, pueden ser mirados como lo que fueron: personajes muy mediocres. Hasta el cine y la literatura se burlan hoy de ellos. Mussolini aparece como un chillón histriónico. A Hitler lo mostró Charles Chaplin como un payaso ridículo. Cuando desaparezca del todo el peronismo, Perón será visto como un gesticulador incoherente. Chávez ya es visto como un simple charlatán. Trump como un ignorante pretencioso. Y sin embargo, todos fueron idolatrados hasta el punto de ser seguidos más allá de la Constitución, de las leyes y de las instituciones de cada nación.

Este último aspecto debe ser tomado en cuenta. El líder populista, al aparecer situado sobre las instituciones, no debe ajustarse a los imperativos que imponen las mediaciones del poder, entre ellas el Parlamento. No es casualidad que la mayoría de los movimientos populistas han terminado por ser radicalmente antiparlamentarios. Y desde la perspectiva del populismo, hay en esa posición, suma coherencia. El Parlamento es el lugar donde son hechas las leyes a través del debate. El líder populista es la institución que constituye al pueblo como pueblo sin Parlamento ni debate. El pueblo del líder no es, y no puede ser, por lo tanto, igual el pueblo constitucional. Así entendemos por qué los populistas, cuando llegan al Gobierno, o intentan dictar una nueva Constitución hecha a su medida, o gobiernan simplemente sin Constitución, solo por decreto, como lo hizo Hitler.

Como su antecesor, el nacional-socialismo, el nacional-populismo es la política de las masas representadas por un líder escogido por las masas. Es, si se quiere, aunque parezca paradoja, la más directa de las democracias. Tan directa que, para existir, no necesita mediaciones institucionales y constitucionales. El populismo, en fin, lleva a la democracia a su radicalización extrema.

La radicalización de la democracia, según Jascha Mounk (El pueblo contra la democracia), al lesionar las instituciones sobre las que se sustenta la democracia, conduce al fin de la democracia: a la dictadura del líder a través del pueblo y a la dictadura del pueblo a través del líder. En breve: al fin de la política como medio de comunicación racional entre seres ciudadanos. Esa es la tónica del nacional-populismo de nuestro tiempo. Su ataque a la democracia liberal es un ataque a la democracia en general, hecho nada menos que en nombre de la democracia.

El retorno de los dioses

El populismo es el gobierno directo de las masas a través del líder. Ahí reside justamente su peligrosidad. Pues para que el líder de masas sea tal, ha de representar un poder sobrehumano, y eso quiere decir, sobrepolítico, y en cuanto lo político se sustenta en instituciones, anti-institucional. Pero como lo único sobrehumano es Dios o los dioses, el líder aparecerá dotado de plenos poderes, como un representante divino situado al nivel de lo terreno.

Hay en todo populismo una fuerte tonalidad religiosa, hecho descuidado por la mayoría de los autores dedicados a analizar el fenómeno. Advirtiendo ese descuido, la socióloga venezolana Nelly Arenas, en un notable ensayo titulado "Populismo y religión", nos da a conocer la vinculación de los actuales movimientos populistas con el universo religioso.

Escribe Arenas: "Aunque la sociedad en general pareciera experimentar una vuelta hacia el sentimiento religioso, no es posible prever todavía una reversión del proceso de secularización del Estado experimentado por Occidente. Habría que tener en cuenta, no obstante, que la inclinación manifiesta de los populismos, particularmente los de extrema derecha, es la de imponer al conjunto social una moral conservadora y retrógrada en línea con los  preceptos confesionales". 

El retorno de lo religioso en lo político es uno de las principales amenazas que porta consigo el avance del nacional-populismo. ¿Estamos frente a una disyuntiva des-secularizadora? Es la pregunta formulada, entre otros, por Iván Garzón Vallejo. Hay indicios que hacen temer esa posibilidad.

El proceso de des-secularización, muchas veces encubierto, puede tomar, y ha tomado, dos vías que bien pueden ser paralelas. Una, es conferir a un gobernante poderes divinos. Esa fue una de las vías del populismo fascista de la era industrial: Mussolini, Hitler, Perón, fueron idolatrados como dioses. La segunda vía es incorporar instituciones religiosas al poder político.

Podría pensarse que el franquismo tomó esa vía, pero Franco estaba lejos de ser un líder de masas y, como hemos dicho, sin participación de masas no hay populismo. En el paisaje actual hay dos gobernantes con pretensiones populistas que tampoco han llegado a ser populistas porque no han logrado erigirse como caudillos de masas. Me refiero a Erdogan y a Putin. El primero intenta fundar una república islámica desmontando el legado secularizante del mítico presidente Mustafá Kemal Atatürk, contando para ello con los sectores más conservadores del islamismo turco. El segundo ha llevado a la Iglesia Ortodoxa al poder, hasta el punto que su pope superior, Kirill, ha otorgado a la invasión a Ucrania un carácter de cruzada.

Distinta es la situación en Polonia y en Hungría. En Polonia, aún sin ser miembro activo del Gobierno, el ultracatólico Kazinski es un líder de masas. En Hungría, a su vez, Orban ha logrado establecer una relación directa entre Gobierno, Estado, pueblo, religión y líder.

Giorgia Meloni también es religiosa, y su compañero de ruta, Salvini, es un fascista de tomo y lomo. El peligro de formación de un movimiento nacional-populista (religioso, además) desde el Gobierno, es una posibilidad latente en Italia. No obstante, ese exiguo 25% que la llevó al Gobierno hace imposible considerarla por el momento como una líder de masas. La suerte de la futura Italia dependerá en gran parte de la reconstitución de una oposición que, estando disgregada, continúa siendo mayoría.

En Brasil, en cambio, llegando o no al Gobierno, Jair Bolsonaro, al igual que Trump en EEUU, logró a través de elecciones consolidar su liderazgo nacional-populista. Incluso ha dotado a su movimiento de algo que faltaba al trumpismo: la introducción de la religiosidad. El papel que podría cumplir la incorporación de las agrupaciones evangélicas en su movilización política debe ser analizarlo con seria atención.

El nacionalismo y la religión han sido grandes inventos de la humanidad. Las dos entidades merecen el más profundo respeto. Pero cuando logran acceso al Estado y comienzan a unirse en un solo poder, surge un fenómeno que lleva a la destrucción de otra invención, muy antigua y muy moderna a la vez. Nos referimos a la llamada por el filósofo Claude Lefort "invención democrática".

Probablemente los triunfos de los nacional-populismos no serán totales. No es descartable que en algunos países sean domesticados por las mismas instituciones que hoy adversan. Eso, por lo demás, ya ha ocurrido en el pasado. Por ejemplo, cuando el movimiento socialista se vio obligado a organizarse en partidos socialdemócratas. O cuando los ecologistas se vieron obligados a representar sus ideales a través de partidos parlamentarios.

En otros casos, los movimientos nacional-populistas no han sido más que antecesores de formas antidemocráticas de gobierno. Muchas de las autocracias que hoy infectan la política occidental han tenido un pasado nacional-populista. La mayoría de esos gobiernos autocráticos apoyan hoy a la dictadura de Putin en su guerra imperial contra Ucrania. El nacional-populismo, si es que triunfa, puede ser entendido como la fase inicial de la autocracia.

Un fantasma recorre el mundo. Es el fantasma del nacional-populismo. Que ese fantasma no sea más que eso, un fantasma, dependerá del curso de las luchas democráticas que hoy tienen lugar en el Occidente político. Nada está escrito todavía.


Este texto apareció originalmente en el blog Polis: Política y Cultura. Se reproduce con autorización del autor.

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17 comentarios

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Profile picture for user Ana J. Faya

A mí también me gustó este artículo. Lo debí haber dicho por lo claro en mi anterior comentario. Pienso que Mires es uno de esos analistas nada abundantes que no se pueden etiquetear ni en la izquierda ni en la derecha. Como analista de la política y la sociedad intenta lograr lo que se le llama "visiones objetivas" de sus sujetos de estudio. Recomiendo este artículo sobre lo del 11J en Cuba publicado en su blog, que suscribo por completo: "Cuba: Otra historia ha comenzado", en su blog Polis: Política y Cultura. DDC perdió la oportunidad de publicarlo.

Este es el artículo más POPULISTA q he leido en los últimos tiempos, menciona dictadores sin tomarse el trabajo de mencionar a los Castro, solo a su seguidor mas fiel el desaparecido Chavez. La emprende rabiosamente contra partidos como VOX en España q luchan por sacar la peste izquierdista de alli, contra la Meloni, Trump,etc. No lo veo decir nada de la izquierda tomando forma en EU y acabando con la economia y haciendo de este pais el hazmerreir del mundo, belicistas y regala billones mientras el pueblo esta sumido en la mayor crisis energetica provocada x el propio Biden q a golpes de decretos revirtio todo lo hecho por Trump en materia de energia y inmigracion, esta ultima tambien desbocada por sus politicas. Dice el autor( a ojos vistas militante de la izquierda) "un furioso anticomunismo sin comunistas", en que planeta vive este señor? Voltee hacia los destrozos y la pobreza en la que sume la izquierda todo lo que toca, si eso no es doctrina comunista que cosa es?

Profile picture for user Ares

Muy buen artículo. Gracias al autor.

Profile picture for user Proscopito Arrechabaleta

Uy qué miedo VOX uy uy uy brrrrrrr... el comunismo podemita en el gobierno no es peligro, qué va.

Al compañerito Fernando se le ve el plumero a la legua.

El plumero nada mas? Esto es una apologia a la izquierda en toda su extension, solo hay que mirar a quien ataca y ya sabemos a quien defiende esta rata.

El autor todavía no se ha dado cuenta que es parte del adoctrinamiento de la izquierda globalista, es ese que se cree bueno y no es más que el perfecto tonto útil. (Palabra "tonto" utilizada sin ánimo de ofender, sino parafraseando el alimento de la izquierda internacional).

Profile picture for user JCAleman

El populismo más fascista es el de los comunistas. Dos regímenes hermanados que aniquilan las libertades individuales y que las focas intelectuales en su hipocresía identifican desde la orilla de enfrente pero en el mismo río de mentiras.

Lo curioso es que los profesores universitarios y escritores que adoran el populismo comunista y los regímenes totalitarios que paren, nunca han residido en uno, como este articulista que es un activista de la extrema izquierda anclando en una universidad de Alemania y que con su prédica falsa y distorsionada envenena el juicio de no pocos de sus alumnos. El idiota latinoamericano disfrazado de sabio creando nuevas generaciones de idiotas listas a culpar a los ricos y al capitalismo.

No tienen nada que ver estos revolucionarios de Starbucks con los esclavos ignorantes que defienden a sus amos que los desprecian y los ponen a tragar migajas, como un par de ratas que escriben (o al menos lo intentan) en arriesgadas misiones en la web.

Creo que peor es el "facho" populismo que crece en Europa ...Italia, Hungria, Polonia, Francia, VOX, Zelensky y etc,etc...si fuera solo en Europa no habria tanto problema porque la guerra de Ucrania demostro que Europa no tiene poder ninguno...mas peligroso es el "facho" populismo de personajes como el Trump en los USA...pero no deberia criticar...esa es la "democracia" occidental para muchos de ustedes...

No les molestan los nuevos marxistas de caviar que asisten a sus simposios sobre “calentamiento global” y reducción del CO2 en jets privados y que se han adueñado de universidades, medios de comunicación y grandes corporaciones con sus agendas globalistas y el culto Woke. Les molestan estos nuevos líderes, no populistas sino populares, que no les siguen la corriente.

Profile picture for user Espinoza

Que clase de porqueria de panfleto!!!, jajaja!!, vamos pa' tra como el cangrejo!, asi como hemos involucionado de Beethoven a Bad Bunny , tambien lo ha hecho la Intelectualidad de Izquierda; los anteriores a estos de ahora , un poco mas Filosofos, creian que las circunstancias y las necesidades del Grupo o Nacion determinaban los derroteros de la Historia ; estos de ahora , extremadamente histericos, traspolan su histeria al resto de los mortales , colocando la histeria como causa del Nacionalismo. Realmente el panfleto , mas que un analisis es un clamor histerico de "Financienme, miren cuanto puedo Blasfemar sobre la derecha". Hay Alvares Guede , quien te lo iba a decir!

Así que la derecha es " populista" vomitivo su discursito socialistoide...

Profile picture for user JCAleman

Que interesante (asqueante) que estos intelectuales de la izquierda delirante no vean un fantasma 100000 más peligroso y planetario en el socialismo de Gramsci y la agenda 2030.

¿Donde estaba Fernando Mires cuando el 95% de los países de América Latina han sucumbido a líderes populistas de signo socialista?

¿Por que no alza su voz ante lo que está pasando en España con un gobierno quasi marxista absorbiendo todos los poderes del estado y arruinando la nación?

¿No entiende este señor que Sánchez, Maduro, Biden o Trudeau están más cerca del fascismo que los nacionalistas que a el le quitan el sueño?

A estos señoritos de la izquierda caviar les preocupa que los pueblos sigan a líderes populistas que se oponen al globalismo pero están felices con que las democracias occidentales estén siendo desbancadas por caudillos socialistas disfrazados de progresistas y socialdemócratas.

La hipocresía no tiene límites en estos tiempos de ideologías de género y justicia social

Así es, la agenda 2030 es la guía de todos estos lobos disfrazados de corderos "defensores de la democracia" sumados a una revolución (in)cultural y un adoctrinamiento que viene de todos los medios de (des)información. Es increíble que de esto no se hable o que muy pocis sean capaces de levantar la voz. Trump,con todos sus defectos, era la piedra en el zapato de estos guías de la humanidad y por eso lo quitaron del camino.

Profile picture for user Plutarco Cuero

Fernando Mires, el peligroso es Bidél Joe; no el odiado, difamado y perseguido Donaldo Trump ....

Ya lo dijo Donald Trump en su momento: "They’re not after me. They’re after you. I’m just in their way."

Profile picture for user Ana J. Faya

En el caso cubano, si se sigue la explicación que ofrece el autor sobre el nacional-populismo y sus líderes, con la consabida lucha contra la democracia y sus instituciones, hoy se viven los nefastos resultados del líder con esas características que fue Fidel Castro y por fortuna está ya muerto. Hoy día no hay líderes, sino una caricatura de tal, como marioneta bajo el poder de los militares, sin masas que lo sigan.