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Opinión

Economía cubana: la planificación del desastre

'En esta isla sin desarrollo, y ya casi sin país, pululan dirigentes, cuadros, secretarios, leyes, disposiciones, normas, regulaciones y límites por todas partes a la iniciativa privada'.

La Habana
Un cubano camina por la calle Neptuno, en La Habana.
Un cubano camina por la calle Neptuno, en La Habana. Diario de Cuba

No se comprende la economía cubana si no se entiende que el objetivo de la planificación económica socialista no es la prosperidad, sino el control y sujeción de las masas a la voluntad de la casta y su claqué de oportunistas.

Si la meta fuese desarrollar económicamente a Cuba, 66 años de planificación centralizada resultantes en un país arrastrado a la indigencia serían suficientes para descartar como terrible error metodológico la planificación como camino hacia el bienestar material.

Pero en esta isla sin desarrollo, y ya casi sin país, pululan dirigentes, cuadros, secretarios, leyes, disposiciones, normas, regulaciones y límites por todas partes a la iniciativa privada. Todo para impedir que surja a partir de la creatividad individual una sociedad civil independiente al Gobierno, con capital propio y capacidad política.

Y es que la planificación centralizada de la economía es ideal para conservar a la población dependiente, sumisa y pobre. Adjetivos que bien describen a este pueblo que, en seis décadas de planificación socialista, solo ha sentido relativa y temporal mejoría cuando el Gobierno consigue recursos de algún aliado extranjero —URSS, Venezuela—. Recursos que distribuye creando una ilusión de prosperidad que siempre se desvanece.

La economía planificada es un mecanismo de control político inherente a todo sistema totalitario —comunismo, socialismo, nazismo, fascismo—, que obstaculiza la generación de riquezas en el país y lo justifica ideológicamente —raza, nación, soberanía, clase social–, aunque en última instancia solo se planifica para el bien del grupo dominante y a costa del mal de los dominados.

La planificación económica puede parecer razonable, pues como mismo un director de orquesta sinfónica distribuye tiempos, ritmos e intensidades para evitar un caos armónico, un planificador económico central podría distribuir recursos, medios de producción, materias primas, planes de fabricación y financiamiento, evitando el caos social y aspirando a sociedades más equitativas.

Tal fantasía atrajo a muchos en la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX. Pero pronto se demostró inviable porque, mientras un director de orquesta se ciñe a una partitura preconcebida, la música económica interpretada por la sociedad es constante improvisación y descubrimiento. La economía ni tiene ni puede ceñirse a un plan que cancele la creatividad individual, hija de la libertad de emprender para triunfar o perecer. Sin el espacio creativo acunado en libertad individual no habría ciencia moderna y, en vez de estar fabricando cohetes, seguiríamos herrando caballos y muriendo de un resfriado.

Otro problema de la planificación centralizada es la comunicación. El maestro de una sinfónica puede darle instrucciones a su pequeña cantidad de músicos, no solo porque sabe de antemano cuándo y cómo deben estos tocar para obtener la mejor interpretación musical, sino que además de darles instrucciones acordes al patrón predeterminado —partitura— recibe feedback inmediato y constante de lo que está haciendo cada músico, y así ajusta y armoniza la interpretación colectiva.

Si la orquesta tuviese diez millones de músicos y la pieza tocada fuese improvisada, sería imposible esa imprescindible comunicación bidireccional entre director e intérpretes que permite a aquel obtener lo mejor de la interpretación de estos.

Con tal cantidad de participantes —la sociedad entera— en constante improvisación, la comunicación arriba-abajo, planificador-planificados, se vuelve un lastre.

La economía sorteó ese problema desarrollando la comunicación horizontal en red mediante el sistema de precios como lenguaje universal, descentralizado y espontáneo que se ajusta automáticamente a las necesidades de la población —demanda— y las posibilidades de la producción —oferta—. Lo que genera un diálogo entre estas dos fuerzas contrapuestas pero complementarias, que orienta donde deben colocarse los recursos, en qué cantidad, de qué calidad o a qué ritmo.

La planificación centralizada, al decidir de antemano la oferta y la demanda, anula el sistema de precios y deja a la economía sin orientación, dándose la paradoja de que buscando el orden se obtiene caos, y en vez de al desarrollo se llega a la miseria.

Se puede planificar la economía de un cuartel donde el ordeno y mando no deja espacio a la espontaneidad, pero bien advirtió Martí que "un pueblo no se funda …como se manda un cuartel". La creatividad, que es el motor del desarrollo económico —como hacer más con menos— solo brota de la libertad individual, esa libertad que precisamente mediante planificación centralizada busca reprimir el castrismo.

Cuando el castrismo habla de planificación, aunque menciona cifras económicas, planes de desarrollo, metas de producción, problemas que se resolverán y socialismo próspero, de lo que está hablando realmente es de mantener el control político sobre una sociedad amordazada y pobre, como bien demuestran estos ya casi 66 años de planificación centralizada socialista.

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2 comentarios

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Había una vez una república – dijo quien tú sabes. “Tenía su Constitución, sus leyes, sus libertades, … El gobierno no satisfacía al pueblo, pero el pueblo podía cambiarlo. … Deseaba un cambio, una mejora, un avance, y lo veía cerca. Toda su esperanza estaba en el futuro.” Casi 72 años después, los cubanos nos preguntamos, ¿qué esperanza?, ¿qué futuro?.
Por el comunismo se opta una sola vez. Aunque el consorcio Marx, Engels, Lenin & Cía haya intentado vendernos el paraíso, la triste realidad es que el comunismo es la máxima aspiración del burócrata. Se pueden resistir los desastres naturales, las guerras, y más, pero no la burocracia comunista. Es omnímoda y ubicua, empobrecedora y represiva. Se extingue a largo plazo por falta de … todo.
Felices navidades y año nuevo, Rafaela, DDC, y los usuarios de este sitio.

Profile picture for user EL BOBO DE LA YUCA

Pues sí, estimada Rafaela: en Cuba no te puedes comer un aguacate, pero existen 15 leyes que regulan la venta de aguacates, otras 15 que regulan los impuestos por vender aguacates y, lo que es peor, existen en cada CDR 1500 hijos de putas que aplauden si se los decomisan al carretillero o lo multan o lo meten preso por vender aguacates