Sin duda alguna la agricultura desempeña un papel crucial en la lucha contra la pobreza y el desarrollo sostenible en cualquier país en vías de desarrollo. Pero en el caso de Cuba, bajo la crisis actual, es más que eso: es de vida o muerte.
La agricultura ha sido destruida literalmente. De caras a una Cuba más funcional y mejor, sea en el contexto que sea, es fundamental explorar cómo esta actividad podría contribuir a mejorar la vida de las personas, tanto en el campo como en la ciudad. Y cómo podría ser el motor de arranque de cambios mayores y más profundos en nuestra sociedad.
¿Cómo los cambios en la agricultura podrían impactar?
La agricultura es una fuente importante de empleo en las áreas rurales de Cuba. Al mejorar la productividad agrícola y modernizar las prácticas, se pueden crear más oportunidades de empleo para los habitantes del campo. Esto no solo reduciría la pobreza directamente al proporcionar ingresos a las familias, sino que también disminuiría la migración hacia las ciudades en busca de opciones de vida.
Por otro lado, en la situación de crisis alimentaria que se encuentra nuestro país, de desabastecimiento de alimentos por disminución de importaciones, inefectividad de la política agraria oficial y encarecimiento del comercio alternativo privado (MPYMES), debido al elevado precio del dólar y los bajos salarios, la liberación de la agricultura de las trabas del sistema, de sus ataduras burocráticas, podría ser una salida inicial a los problemas generales.
Una agricultura sólida es esencial para garantizar la seguridad alimentaria en Cuba. Al aumentar la producción local de alimentos, se puede reducir la dependencia de las importaciones y garantizar que las personas tengan acceso a una dieta equilibrada. Esto no solo beneficia a los agricultores, sino también a los habitantes urbanos que dependen de los productos agrícolas y al incipiente sector privado, que puede potenciarse más en este campo.
Además, crear todas las infraestructuras necesarias generan empleos y fomentan crecimiento a los demás negocios que participan, además del transporte, principalmente a las MPYMES privadas, generando más empleos y potenciando mayor productividad en los encadenamientos de la economía.
Los pequeños agricultores son la columna vertebral de la agricultura en Cuba. Proporcionarles acceso a créditos, capacitación y tecnología les permitiría mejorar sus actividades productivas y aumentar sus ingresos. Esto no solo beneficiaría a las personas del campo, sino también a las comunidades urbanas que dependen de los productos agrícolas. Y a aquellos que participan de esos servicios y capacitación, que ya no todos son del sector estatal, también el privado.
Por ejemplo: el capital privado, en manos de la gente y de los emprendedores, que actualmente se niegan por cautela y desconfianza a ponerlo en los bancos, si se les permite legalmente hacer préstamos individuales o conformar cooperativas crediticias con un impuesto mínimo o libre de impuestos a tributar, estableciendo gravámenes justos y fijos a los deudores, con documentación oficial reconocida por la ley en casos de reclamos, sería una fuente rápida y segura de financiamiento agrícola. Movilizar el capital circulante hacia la agricultura y otros negocios asociados a su buen funcionamiento, sería de gran empuje al desarrollo de las fuerzas productivas.
Cuba tiene un clima diverso que puede ser aprovechado para cultivar una gran variedad de cultivos. La diversificación agrícola no solo reduce la vulnerabilidad ante choques climáticos o de precios, sino que también crea oportunidades para la agroindustria y el procesamiento de alimentos. Esto podría generar empleo y aumentar el valor agregado de los productos agrícolas. Basta con eliminar las trabas del estatismo.
Ya que la industria azucarera fue destruida por las malas prácticas económicas del sistema totalitario, que actualmente nos han bajado a los niveles del siglo XVIII, se puede impulsar la recuperación del sector de una manera menos extensiva: con el 50% de las tierras que antes se dedicaban a caña de azúcar es factible desarrollar cañaverales cultivados de manera más intensiva, (con mayor índice de riego y por consiguiente mayores rendimientos agrícolas). Lo cual sería pan comido si se abre la industria al capital exterior, nacional y extranjero, de conjunto con una apertura similar en la parte agrícola. Lo que beneficiaría a decenas de miles de actuales usufructuarios.
Sin dudas la agricultura tiene ese gran potencial. Podría contribuir enormemente a reducir la pobreza y mejorar la vida de las personas en Cuba. Sin embargo, esto requiere cambios significativos en las políticas gubernamentales actuales, conlleva cambiar lo que no funciona por lo que sí está probado que genera desarrollo: libertad económica con políticas gubernamentales no intrusivas, solo cooperativas.
Si se toman las medidas adecuadas, la agricultura podría ser una fuerza transformadora para el bienestar de todos los cubanos, tanto en el campo como en la ciudad. Estas podrían ser algunas de esas medidas:
- Permitir la compraventa de la tierra, así como de las cesiones de usufructos, sin mediación ni imposiciones por parte del Estado.
- Eliminar la mediación forzosa de las cooperativas actuales, que son como cuasi-empresas agrícolas estatales, además de las empresas agrícolas y de seguro estatales, en la gestión agrícola.
- Permitir la libre asociación de los agricultores en verdaderas cooperativas, si es que lo desean y les conviene.
- Eliminar la imposición del objeto social de la tierra dada en usufructo, que de manera general sea libre, excepto si es otorgada como parte de un programa de desarrollo local o nacional.
- Ampliar el límite de posesión privada o en usufructo, o de ambas sumadas, a un límite mayor.
- Eliminar el monopolio de la comercialización que tiene Acopio y que sea una comercializadora más, que compita con el sector privado en igualdad de condiciones.
- Permitir que las MPYMES produzcan y comercialicen insumos agrícolas.
- Estimular el fomento de MPYMES que presten servicios a la producción agrícola.
- Permitir la importación privada de todo tipo de maquinaria agrícola y fomentarla también desde el Estado, libre de gravámenes y con créditos de bajo interés para su compra.
- Mantener los actuales fondos de crédito agrícola estatal, pero hacerlos más dinámicos y efectivos: dividirlos en microcréditos con rigor mínimo y en créditos mayores, con más rigor, pero sin la disfuncionalidad actual.
- Permitir que los cubanos en el exterior sean socios en los emprendimientos agrícolas o asociados a la agricultura, que inviertan de manera segura y legal sus capitales y trasladen sus experiencias, así como que potencien la exportación.
- Eliminar las actividades prohibidas al sector privado relacionadas con la agricultura.
- No fijar precios: dejar que el mercado los baje solo hasta los niveles de equilibrio funcional.
- Que las empresas agrícolas estatales en general compitan con las privadas en condiciones de igualdad, que las que funcionen eficientemente sobrevivan y las que no, que desaparezcan o sean absorbidas por formas productivas más eficaces: sector privado, cooperativas, autogestión de sus trabajadores, la que proceda y funcione.
Incluso sin producirse un cambio radical del sistema político-económico imperante en Cuba hacia una democracia liberal, como necesitamos, hacer estos cambios de manera puntual en la agricultura sería un salto inmenso en ese camino.
Sin lugar a dudas, se revertiría la situación desastrosa en el campo cubano en pocos años y a más tardar un lustro, el país podría estar produciendo la mayor parte de sus alimentos. Ello paliaría enormemente la crisis alimentaria que sufre el pueblo cubano, que roza la desnutrición.
Se bajarían los costos y disminuiría poco a poco la dependencia de las importaciones. Sería un cambio positivo en todos los sentidos, porque una apertura así a la libertad económica, incluso puntual, destrancaría a mediano plazo toda la economía por el efecto de su ejemplo, que sería contagioso. Muy probablemente, esta se convertiría en un portal ineludible hacia el cambio que Cuba necesita.
Pero si los castristas hace décadas que lo llevan haciendo.
¿A cuántos guajiros han liberado de su trabajo para irse de la "isla de concentración"?
Nuestro experto agrícola mayaricero propone "un primer paso 'experimental' hacia la solución de la crisis en Cuba". Vaya, otro plan piloto. Otro de tantos experimentos que se han llevado a cabo a lo largo de 65 años de planes pilotos y ocurrencias que no despegan ni han servido para ser generalizados e implantados a nivel nacional. El ingeniero Osmel se propone como el gran gestor agropecuario, como el reformador del socialismo y salvador sociata de Cuba. Todo el mundo, empezando por la cúpula castrista, sabe lo que hay que hacer para que el país despegue. Más bien diría: saben lo que no hay que hacer para que prospere el campo y la sociedad en general: liberar las fuerzas productivas, dicho un poco a lo ñangara. Pero no oyen consejos ni recomendaciones porque no desean al guajiro libre aunque cunda el hambre en la otrora fértil isla de Cuba. No quieren perder ni un ápice de su poder absoluto. Lo que tienen que hacer es morirse los históricos e irse al carajo los menos viejos. Y punto.
Buenos puntos,pero los comunistas no piensan así,si liberan la agricultura, entonces tienen que pagarle al campesino a precio de mercado y ellos no están dispuesto a eso
Efectivamente estimada Ana, es lo que todos sabemos que deberían hacer si sus intenciones fueran ver prosperar al país, pero que nunca harán por voluntad propia, pues esto conlleva una pérdida de poder, inaceptable para ellos.
Empecé a leer este artículo pensando que había cambios en la agricultura cubana. Pero no. Es lo que debiera ser. No que el autor no tenga razón, es que los del régimen ni escuchan, leen, ni les interesa.
Es indudable que la liberación de las fuerzas productivas, no sólo en la agricultura, es la única fórmula demostrada hasta el momento para desarrollar la economía, pero esto conlleva a la pérdida de dependencia del gobierno, cosa que los dictadores socialistas no están dispuestos a renunciar. Aún cuando decidieran aceptar estas reformas, sin cambiar la esencia del sistema en sí, tienen un grave problema, que es la desconfianza creada en el pueblo por 65 años de darle para alante y para atrás a sus propias medidas. El punto número 11, es ilusorio, los cubanos en el exilio, y aún más, los que tienen capital para posibles inversiones, no están dispuestos a arriesgar su dinero con gentuza que nunca han tenido pudor ni palabra, la ofensiva revolucionaria es prueba más que suficiente. El exilio con vergüenza y cautela no invertirá un dólar mientras estos cínicos continúen en el poder.