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Azúcar

Los fantasmas no producen azúcar

El intento de resucitar la fallecida industria azucarera de Cuba por parte del régimen nos introduce en el mundo de los espíritus.

La Habana
Fotograma de 'A Ghost Story', de David Lowery, 2017.
Fotograma de 'A Ghost Story', de David Lowery, 2017. TUK

En Cuba, en 1913, 11 años después de inaugurada la República, en medio de la ruina económica generada por la Guerra de Independencia iniciada en 1895, se produjeron 2,5 millones de toneladas de azúcar, y en 1952 se sobrepasaron los 7,2 millones.

Consecuencia del fallido intento de producir 10 millones de toneladas de azúcar en 1970 comenzó un declive gradual hasta que en el año 2001 la producción no rebasó los 3,5 millones, una cantidad que se había producido en Cuba en 1918 (3.598.489 toneladas). En ese año, ante el indetenible retroceso, con el propósito de volver a producir los seis millones de toneladas que Cuba alcanzó en 1948, el ministro del Azúcar, general de división Ulises Rosales del Toro, anunció la tarea bautizada como Álvaro Reynoso, diseñada para extraer 54 toneladas de caña por hectárea. Sin embargo, de forma contradictoria, Fidel Castro ordenó cerrar, primero 71 de los 156 centrales activos y luego otros 29, a la vez que se destinaron esas enormes extensiones cañeras para otros cultivos.

Cuando Cuba era la primera productora de azúcar en el mundo, pero ocupaba el último lugar en productividad agrícola, Álvaro Reynoso, padre de la agricultura científica cubana, realizó un análisis sistémico dirigido a resolver esa contradicción. En su estudio —primera obra de ciencia agrícola cubana—, Reynoso incluyó el vital tema de la pequeña propiedad como componente básico de la modernización de la economía agraria. Los resultados quedaron registrados en su obra cimera: Ensayo sobre el cultivo de la caña de azúcar, publicada en 1862 y reeditada en Madrid, Paris y Holanda, en la que integró todas las operaciones relacionadas con el cultivo y cosecha de la gramínea.

Sin embargo, después de la implementación de la Tarea Álvaro Reynoso, continuó el declive. La zafra de 2002 fue de 2,1 millones de toneladas, casi la mitad de lo que se producía en 1919, hasta que en 2010 la producción se detuvo en 1,1 millón de toneladas, la misma cantidad producida en 1894, el año anterior a la guerra de 1895, que fue de 1.110.991. A pesar de tan brutal retroceso, la producción de 2010 parecía ser una línea infranqueable, pues la suma del consumo interno más las exportaciones contratadas, no permitían otro paso en falso, a tenor de aceptar que la primera productora y exportadora del dulce había pasado a engrosas la fila de los importadores. Sin embargo, la realidad la capacidad destructora de la economía estatizada fue más fuerte.

Diez años después, en 2021 la zafra terminó con alrededor de 800.000 toneladas, una cifra similar a las 807.742 toneladas producidas en 1891. En esta oportunidad Dionis Pérez Pérez, director de Informática y Comunicaciones de AZCUBA, declaró, casi en tono de victoria, que "la cantidad de azúcar producida era suficiente para garantizar la canasta familiar", ocultando con ello que la revolución victoriosa había pasado la frontera entre productor y exportador.

Pero el declive continuó. En 2022, de los 56 centrales activos solo molieron 35, de los cuales 32, a pesar de la "superioridad" de la economía planificada, incumplieron. La producción descendió hasta 480.000 toneladas, casi igual a las 462.968 logradas en 1855. Tal retroceso me llevó a escribir el artículo "20 de mayo, día del fallecimiento de la industria azucarera cubana", publicado en este mismo diario.

Para la zafra de 2023, a las dificultades ya tradicionales con el combustible, la explotación de la maquinaria, la baja disponibilidad técnica de los equipos y la escasez de fertilizantes y herbicidas, según el mismo Pérez Pérez, se añadirá "la falta de motivación de los trabajadores, la pérdida gradual de la fuerza laboral y el atraso en el plan de siembra anual que se encuentra al 41%". A lo que añadió: "hasta la fecha ninguna empresa ha cumplido su plan".

No reconocer la muerte del azúcar permitió al Gobierno eludir la responsabilidad histórica por la destrucción de la otrora locomotora de nuestra economía. Por tanto, al hablar hoy de producción azucarera, es hablar de un espíritu, de un espectro, de un fantasma.

La salud que caracterizó a la producción de azúcar en Cuba desde su conversión en la primera productora y exportadora mundial, desde fines del siglo XVIII hasta la primera mitad del siglo XX, indica que la enfermedad fue adquirida posterior a esa fecha. Un dato que nos remite a la implantación del monopolio estatal de la propiedad industrial y agrícola, y por consiguiente a la pérdida del interés de los productores por los resultados económicos; momento a partir del cual debutaron los padecimientos que condujeron a su defunción.

El intento de resucitar la fallecida industria del azúcar, en ausencia de otra producción capaz de sustituirla (me refiero al tabaco, el ganado, el café, el níquel, la carne de cerdo, o el arroz, las viandas y hortalizas), a la vez que nos aleja de las leyes que rigen los fenómenos económicos, nos introduce en el mundo de los espíritus.

La propiedad, como el mercado libre, por la capacidad para generar intereses es una institución fundamental para el crecimiento de la economía. Sus variadas formas son medios de un fin: el hombre como ser humano. Conservar una de sus formas, por razones ideológicas o de poder, en este caso el de la propiedad estatal, una vez demostrada su incapacidad para generar desarrollo, la convierte automáticamente en factor de freno.

En el aporte de Reynoso, negado por la revolución de 1959 al fundir los grandes latifundios republicanos en el gigantesco e inoperante latifundio estatal, radica el declive, la muerte y la conversión de la producción azucarera cubana en un fantasma que amenaza. Repitiendo la frase atribuida al empresario azucarero José Manuel Casanova Diviño: "Sin azúcar no hay país". Mucho menos lo habrá con la transfiguración del azúcar en un fantasma.

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3 comentarios

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Profile picture for user Nico

Las cifras que anota Dimas son escalofriantes. Constatar que la producción azucarera del 2022 fue de "480.000 toneladas, casi igual a las 462.968 logradas en 1855", clama al cielo. Y eso que la comparación se hace en términos absolutos. Si la comparación se hiciese en términos relativos, vale decir, expresada en percápitas, la diferencia se agravaría mucho más, puesto que en 1855 la población de la Isla era apenas de un millón y pico, mientras que en 2022 rebasa los 11 millones. Lo cual quiere decir que la producción azucarera a mediados del siglo XIX era más de diez veces mayor.

No tengo los números, pero es probable que sea mas barato comprar azúcar del Brasil que producirla en Cuba.

Todavía les queda, gracias a su amigo gringo, un bloqueo imperialista para culpar.
El experimento cubano de 1959 no funciona, nunca ha funcionado. Pero, sin embargo, no colapsa sino que amenaza con continuidad por 63 mil milenios más.
¿Quién está detrás de esa ineficiencia económica descomunal impidiendo el colapso? Y lo más importante :¿por qué?