Consecuencias inesperadas pero probables de la bancarización en Cuba

Lo primero es entender esto: bancarizar, más que económica, es una decisión política para profundizar ese control totalitario que permite a un pequeñísimo grupo dominar Cuba. Si el castrismo se lanza a ello ahora, es porque tiene apoyo externo para desplegar la tecnología necesaria, probablemente de los rusos, que estarían condicionando su entrada a Cuba como soporte del régimen a que se acometa una profunda liberalización del mercado.

Y aun cuando el país está en el peor momento posible para dedicar recursos a esto, puede preverse que el Gobierno gastará lo necesario para perfeccionar el sistema totalitario que lo mantiene en el poder, antes de acometer cualquier reforma estructural demandada por los rusos que permita mayores libertades económicas en la Isla.

Partiendo de ahí, debemos asumir que la bancarización es posible, pero no tiene garantías de éxito, pues su mayor escollo no está en la falta de recursos, sino en la reacción de los cubanos, no con resistencia directa, sino con ajustes adaptativos en los comportamientos individuales que se reflejarán en la economía como un todo.

Estos ajustes individuales pueden, sin pretenderlo, generar un aumento tan inaguantable de la miseria que provoque la implosión del régimen antes de que este pueda implantar las reformas de mercado para las que se está preparando ahora, después de 65 años de destrucción socialista.

En economía interactúan tantas variables que no puede predecirse con certeza cuál será el resultado de una intervención en el sistema, de ahí que, incluso en países democráticos, los legisladores frecuentemente terminan provocando consecuencias imprevistas y hasta contrarias a lo que pretendieron con una ley.

En Cuba esto se agudiza, pues el Gobierno tiene un set mental de ordeno y mando que le conduce a dirigir la sociedad no mediante incentivos, sino mediante prohibiciones y castigos, lo que ha creado en los cubanos una cultura de resistencia pasiva individualizada.

Esa cultura subyace en el fracaso de tantas leyes castristas que, en vez de concebir a la persona en su humanidad, la han considerado parte de una masa en manos de ingenieros sociales que pretenden construir el socialismo usando a las personas como arcilla fundamental de su obra.

Entonces, contrario a lo que desea el Gobierno, la bancarización puede producir consecuencias concatenadas que agudicen la miseria y provoquen el estallido social que está tratando de evitar, o al menos preparándose para reprimir con apoyo ruso. ¿Qué consecuencias?
 
Muy bien puede ser que este intento de convertir a los bancos estatales en eje de la economía provoque el efecto contrario, y las personas, temiéndole al impositivo sistema financiero castrista, usen medios tecnológicos y de comunicación para desarrollar una protobanca privada, ilegal pero efectiva, tal como se ha desarrollado el mercado cambiario paralelo, mucho más eficiente en cuanto a asignación de recursos, que el mercado cambiario legal.

Acompañando esta huida del sistema financiero estatal, y sabiéndose que el Gobierno no respeta el dinero guardado en casa, puede multiplicarse el ansia por abandonar la moneda nacional y pasarse al dólar, que hoy cumple mucho mejor las funciones de medio de cambio, reserva y medición de valor.

Entonces, en vez de los cubanos volcarse hacia ese peso pretendidamente respaldado por el Estado y con "facilidad" para circular electrónicamente, podrían huir, más aún, hacia el dólar y el euro, prefiriendo convertir a divisas esa enorme masa de CUP hoy en manos privadas antes de ir al banco, y disparando el tipo de cambio.

Este encarecimiento súbito del dólar pasaría en poco tiempo al resto de los precios, pero antes provocaría un shock de oferta, pues al subir más rápido el precio del dólar que el de las mercancías, los negocios tardarán en cubrir su necesidad de divisas, con lo que inicialmente deberán ajustar recortando importaciones.

A estos efectos severos de corto plazo sobre el valor de las divisas y las cadenas de suministro, habrá que adicionar un efecto a largo plazo debido a la pérdida de credibilidad del castrismo.

Esto que llamamos bancarización con razón se percibe como un cambio unilateral de las reglas del juego, una confirmación, si es que hacía falta, de la poca confiabilidad del Estado cubano y de que invertir en Cuba es altamente riesgoso, lo que aleja del país aquellas inversiones productivas que requieran largos periodos de maduración, precisamente las que más necesita la economía cubana, mientras atrae inversiones que se limitan a revender y sacar rápido beneficio, que son las que calientan los precios.

Shock de oferta, pérdida de credibilidad, disminución de la inversión y dólar cada vez más caro, significan más gasolina para el fuego inflacionario que está carbonizando el sustento de las familias.

Familias que, para colmo, tendrán que acudir a un mercado ilegal ya no de divisas, sino de la propia moneda nacional, puesto que los bancos estatales, al tener limitadas las extracciones a 5.000 pesos diarios, en muchos casos no cubrirán la liquidez que necesitan familias y negocios, que tendrán que obtenerla de esa protobanca privada ilegal que antes mencionamos, pagando un sobreprecio.

Lo mejor de todo es que, siguiendo su metodología de ordeno y mando, el castrismo está imponiendo la bancarización coactivamente y no mediante incentivos, con lo que son altísimas las probabilidades de que la reacción de los cubanos sea contraria a la esperada desde el Gobierno.

Si resulta así, podría ser que no llegue a tiempo el mayor control social deseado por el castrismo antes de lanzar una reforma de mercado, y una inflación mucho peor que la actual se convierta en la chispa que desate el odio, sí, el odio de los cubanos contra el Gobierno. Si al castrismo este tiro le sale por la culata, podría quedarse sin escopeta.