Las sociedades donde existe un gigantesco aparato estatal, que lo controla todo o casi todo, están hechas para el beneficio de una burocracia que administra y dirige en nombre de ese Estado omnímodo. Si contextualizamos ese fenómeno en la esfera económica vemos, de una parte, a directivos y empresarios que nada producen, disfrutan de múltiples prebendas, y conforman la burocracia empresarial, y por otro lado a la masa de trabajadores, preterida y a veces despreciada, que subyace en un segundo plano.
Muchos de los problemas que afronta la economía cubana se relacionan con la poca atención que la burocracia empresarial les brinda a los trabajadores, es decir, a los que crean las riquezas. Durante la reciente reunión de balance del trabajo del Ministerio de la Agricultura en el pasado año 2022 hubo varios planteamientos que insistieron en la necesidad de que la burocracia empresarial visitara más a los productores, y se percataran de las difíciles condiciones en que laboran los hombres que trabajan la tierra. Incluso, llegó a decirse que no habrá abundancia de viandas, carnes y frutas en los mercados cubanos hasta que los campesinos y trabajadores agrícolas sean lo más importante.
La realidad, sin embargo, indica lo lejos que se halla el país de tal condición. Aun lo más elemental, que es recibir el pago por el trabajo realizado, no se garantiza para muchos de nuestros trabajadores del campo. Durante el referido balance de la agricultura trascendió que los impagos a los productores por parte de las entidades estatales ascendieron a 16.842.385 pesos.
Claro que esta situación de desventaja que afrontan los trabajadores cubanos no se circunscribe al sector agropecuario. Hace poco se celebró el balance anual del Sindicato Nacional de Trabajadores de Industrias, durante el cual afloraron, entre otras cosas, las irregularidades que se presentan con la distribución de las utilidades en las empresas y entidades de ese sector.
Según informó el periódico Trabajadores: "Resultó objeto de debate la diferencia existente entre la cuantía que obtienen los trabajadores de las áreas de regulación y control, y los directos a la producción". O sea, que la burocracia empresarial está cobrando más utilidades que los trabajadores que sudan la camiseta.
Como es lógico imaginar, estos contrasentidos hacen que aumente la desmotivación entre los trabajadores del sector industrial. Desmotivación que sin dudas ha influido en los bajos niveles de producción de la industria cubana en los últimos años.
En un artículo anterior nos referimos a los incumplimientos productivos de esa rama de la industria. Pues bien, ahora podríamos agregar la debacle experimentada en otras ramas del sector, como la metalúrgica, la fabricación de equipos de uso doméstico y los componentes para la construcción, entre otros.
De acuerdo con la propia estadística gubernamental, y tomando como base el año 2017, en los dos últimos años han decrecido las producciones de productos de hormigón (prefabricado), tejas de asbesto cemento, azulejos, barras de acero corrugadas, palanquillas de acero, piezas de acero fundidas, puertas y ventanas de aluminio, cocinas de gas, refrigeradores de uso doméstico, ventiladores, equipos de aire acondicionado, acumuladores, remolques agrícolas, arados, alambres y cables telefónicos, y el ensamblaje de ómnibus.
Así las cosas, el primer ministro Manuel Marrero Cruz, durante la asamblea de balance del Ministerio de Industrias, que tuvo lugar en días pasados, llamó a continuar avanzando en la transformación y automatización de la industria para obtener mejores resultados.
El señor Marrero clama por más transformación y automatización de la industria, pero nada dice de hacer justicia con las utilidades que les corresponde cobrar a los trabajadores. En el fondo, él parece ser también un buen burócrata.