La semana pasada, el Gobierno reunió a los gobernadores provinciales en el Palacio de la Revolución, en conclave presidido por el primer ministro, Manuel Marrero Cruz, para regañarlos porque los precios, principalmente los de los alimentos, no paran de subir.
En enero de 2022 los alimentos fueron un 45% más caros que un año antes, y en febrero de 2023, un 73% por ciento más costosos que en la misma fecha del año anterior, indicando que no solo siguen encareciéndose, sino que lo hacen cada vez más rápido, un enigma que sería inexplicable si se tiene en cuenta que los salarios están estancados, pero que encuentra respuesta en que la oferta sigue disminuyendo.
Aunque la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) reporta aumentos interanuales en ventas de alimentos, esta medición a precios corrientes solo toma en cuenta el volumen de ingreso monetario, que ha subido, sí, pero a causa de la inflación. Vendiendo menos productos, pero más caros, el Estado ingresa más y las estadísticas salen positivas. Es como hacer trampas al solitario, solo que el hambre y los precios no hay cómo esconderlos.
Para el primer ministro, el problema está en que "hay que exigirle más a toda la cadena de mando", pues "hay un nivel alto de entrega y sacrificio de cuadros principales —como él mismo—, pero a veces quien tiene que estar todos los días incidiendo en determinados temas no hace lo mismo".
Habría que preguntarle al compañero Marrero, ¡tan entregado y sacrificado!, si esos que "tienen que estar todos los días incidiendo" en el problema, es decir, los cuadros bajos, andan también en carros de alta gama, cómodos y climatizados —como el de Marrero—, si comen y beben manjares —como Marrero y su familia—, si viven en una mansión —como la de Marrero—, si sus hijos viajan al extranjero en jet privado —como el hijo de Marrero—, o si sus hermanos poseen negocios de lujo en hoteles —como la hermana de Marrero—.
¿Será que el primer ministro, como él mismo dice, tiene "rodilla en tierra" porque está bien incentivado, mientras los burócratas inferiores no tienen "el mismo nivel de compromiso y de convencimiento de la responsabilidad que les asiste con el pueblo y con la solución de los problemas", porque están sufriendo casi las mismas necesidades que el resto de los cubanos?
Ante esa aparente desidia de los cuadros bajos, el Gobierno, por boca de la ministra de Finanzas y Precios, Meisi Bolaños, dio una serie de recomendaciones a sus gobernadores provinciales para que se pongan las pilas, pues "un papel rector que no se está desempeñando en los municipios es el control al control".
A ver, señora Bolaños, si hay problemas con el control al control, será que hay dificultades con quien debe controlar el control al control, y eso solo puede estar pasando porque el controlador que controla a quien controla el control al control no está controlando, y si este no está controlando, es porque a su vez, quien controla al controlador que controla al que controla que se controle bien el control al control tampoco está controlando como la Revolución necesita.
¿Algún día comprenderán que la economía funciona por incentivos y no por controles? En economía el único control válido es el de la competencia en el mercado, donde si sirves bien a los consumidores, ganas, y si lo haces mal, quiebras; todo lo demás, por muy democrático o dictatorial que sea, es perder el tiempo y malgastar recursos.
No obstante, como esa es una lección que al Gobierno cubano no le interesa aprender, pues controlar es la esencia del totalitarismo —¿y a quién le importa si eso empobrece al país?—, la ministra Bolaños insistió en que "urge que las direcciones de Finanzas y Precios, como rectoras de la actividad en municipios y provincias, desempeñen las funciones que les corresponden, dígase el cierre de establecimientos, el decomiso, y el control del cobro de las multas de altas cuantías; todo eso en aras de hacer efectivo y sostenible el enfrentamiento" a quienes ponen "precios abusivos y especulativos", una categoría imposible de definir más allá de lo que al Gobierno, o al inspector de turno, le dé su real deseo.
Destacó la ministra como actividades que más le preocupan al Gobierno "la comercialización de productos agropecuarios, la gastronomía ligera, la panadería y la dulcería, el expendio de productos listos para la venta (refrescos, aguas, jugos, maltas, confituras…), así como los servicios asociados a la construcción, el transporte, la fabricación de muebles y bienes varios, útiles para el hogar, y el arreglo y reparación de enseres y equipos electrodomésticos", es decir, todo, y ordenó regular los precios "a través de la concertación".
"Concertación", sin embargo, implica acuerdo de dos partes que negocian desde posiciones igualadas. ¿Es concertación cuando llega un inspector y te amenaza con 10.000 pesos de multa, decomisarte la mercancía y quitarte la licencia si no le das un buen soborno… digo, si no bajas lo precios? Tampoco parece ese un ambiente atractivo para que más personas se animen a invertir en Cuba, que es precisamente lo que se necesita.
Pero, igualmente, la creativa ministra da "ideas" para "concertar" precios con los productores; por ejemplo, no dejarlos vender "en un espacio de alta concentración de personal" si los precios no están a gusto del inspector o, ya en plan más suave, propone bonificaciones del impuesto sobre ventas y disminución en tarifas de arrendamiento de locales estatales. ¿Sabrá la ministra que cuando no hay competencia cualquier disminución del costo se convierte automáticamente en ganancia para el vendedor y no en rebaja para el consumidor? Supongamos que como ministra de Finanzas y Precios algo de eso debe saber Meisi Bolaños.
Control, más actividad de los cuadros del PCC, multas, represión, nada de eso se come, como no se come el 75% de participación en unas elecciones con colegios electorales vacíos. ¿Y eso qué tiene que ver con los precios? Pues que la solución de Cuba hace mucho que dejó de estar en las reformas económicas que nadie cree, ni pueden funcionar porque se implementan sobre unas instituciones surgidas para el control, no para la creatividad y la innovación.
La estructura institucional castrista no es apta para el progreso, como mismo un tocadiscos antiguo no puede reproducir un moderno CD, por más que se le coloque y se le ponga a dar vueltas. La única solución real está en botar ese tocadiscos por el que casi nadie votó.
Brillante Rafaela, como siempre.
Gracias a Dios un economista que se da cuenta de que el problema en Cuba es político. Muy muy buen artículo
La corrupción -en tiempos del deterioro político- crece con agresividad. Las empresas del saqueo también continúan empujando los precios.
Parece que inflando los precios disfrazan la escacez