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Desabastecimiento

Precios topados otra vez en Villa Clara: más escasez y clandestinaje

'La gente no tiene dinero, socio', dice un vendedor de productos agrícolas. 'Mis vecinos solo comen col, porque se las regalo'.

Caibarién
Tarima de un vendedor de productos de agro en Villa Clara.
Tarima de un vendedor de productos de agro en Villa Clara. Diario de Cuba

—Oye, César, ¿tienes arroz, frijoles, viandas? —pregunto al vendedor de la esquina, que remolonea en su kiosco de hojalata despintada entre cajas plásticas vacías.

—Jajaja… ¿No ves ahí afuera malanga y boniato? —me devuelve por respuesta otra pregunta, haciendo una mueca de disgusto.

—Es que no hay ni uno que sirva. Parecen dedos de muerto… ¡y a 55 pesos la libra! Apretaste, asere.

—Es lo que queda, hace una semana que no me traen más que tomate "soleao", algún pimiento y mucha col. Además, no fui yo. Fue tu Gobierno. Si quieres arroz y demás, vete a ver a Muñito, de mi parte. Está al fondo de su casa, y no le vayas a gritar que enfrente vive tronco de chivato.

El Portal del Ciudadano de Villa Clara topó precios el 6 de marzo, invitó a delatar en cada municipio a los infractores el 7, y el 11 emprendió la cruzada anunciada contra ellos.

Cesar lleva tiempo asociado a una Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) en Caibarién como "representante". En 2022 pasaron a todos los miembros a la categoría de "trabajadores por cuenta propia". Ahora debe abonar a la Oficina de Administración Tributaria (ONAT) su patente como vendedor-distribuidor, haya o no qué vender a lo largo del mes.

Tiene casi 60, aunque parece mayor a causa del sol que se le cuela por los mil huecos de su tarima, o quizá por haber labrado surcos durante años.

"Nunca, jamás, hubo 'nada pecuario aquí', todo es 'de mamá tierra'", añade, espantándose las moscas, para explicar la falta de carne.

Desde que las autoridades proclamaron los precios máximos para "20 productos del agro acordados previamente con sus productores", estos "desparecieron, como siempre", asevera.

Resulta más duro aún alcanzar el plato básico de arroz con frijoles "para no morirnos en la contienda", dice.

—¿Y a cómo tiene Muñito el material soterrado? —le pregunto.

—El arroz, a 150, del precocido que dieron por la cuota, buenísimo. Si hubiera criollo, sería a más. Y los frijoles, igual; si son coloraos, a 160... Tiene boniato a 40 y yuca a 35. El trozo de calabaza cuesta más que un bisté. También tendrá leche, un día sí… y otro también, a 400 el galón, por encargo.

—¿Viste? —le digo—. Siempre se puede más. En otros lados están peor. En Santa Clara no encuentras ya ni plátano burro. Y en Santi Spíritus y Cienfuegos pasó lo mismo, pero sin ruido de listados (de precios), como aquí.

Venidos de esas provincias, o enterados a través de mensajes compartidos, muchos comentan que "en toda la región central" se vive —y padece— la misma suerte de desabastecimiento que el resto del archipiélago.

—Pero aquí lo hicieron para acabar con el abuso, no con los productos, según el gobernador provincial—, le azuzo, pero calla.

Me muestra una lista actualizada "que me dejó fotografiar la inspectora", quien quiso multarlo "por vender la col a menor precio" del que en el papel se prescribe.

Me comenta que "han quitado del Portal ese (del Ciudadano)" el video que explicaba el anterior arreglo, por las burlas constantes del pueblo.

—Veo que estás vendiéndola a 70, y en la pizarra dice a 18 la libra.

—Esos anormales creen que poniendo el arroz a 90, pero la col cara, van a resolver la jodienda del hambre. Cualquiera pesa entre seis y ocho libras. Son más de 140 cañas. Y, fíjate, así y todo, se me marchita por rastras. Culpa del arribazón. Igualito el tomate, que se me pudre, aunque de 42 lo bajaran a 35. La gente no tiene dinero, socio. Por las noches mis vecinos, que solo comen col porque se las regalo, no dejan dormir a nadie con el traqueteo de sus tripas…

Observo la placita. Tiene mameyes movidos y papaya verde, únicas frutas. Ajo y cebolla en ristras y al menudeo, que oscilan entre 500 y 3.000 CUP, bastante resecas, por cierto. El resto son sazonadores comprados en MLC en las tiendas, que los vendedores se apresuran a esconder cuando algún sospechoso se acerca.

Entonces, llega un carretón de caballo. Trae racimos pintones de plátano fruta. Se arma enseguida una colita de avisados. Pregunto a César a cómo saldrá la mano. Me dice que a 50, que hasta ayer era mucho menos, "pero en todos lados están a 60, y alégrate, son los últimos de la temporada. Los ladrones están vaciando los campos y los custodios son los primeros en cargar".

Desparecido el plátano vianda por causa de la extrema sequía, y el ñame ya fuera de estación, el chopo picante de malanga guagüí parece ser la única opción para esta primavera que comienza sumamente desprovista.

A un costado de la tarima, estaba pegado un cartel —por alguien del Consejo Municipal Electoral, seguramente— promoviendo el cansino slogan de "A Votar por Todos" para las "elecciones" del pasado 26 de marzo. Le pregunto si alguien se paró a leerlo…

"Solo quien lo puso lo revisaba de reojo, como para que no lo arrancaran. Para los marchantes es como si no estuviera. No están para esa comepingancia", concluye metiéndose para adentro.

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3 comentarios

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Mientras en las mesas de los militares y los enguayaberados funcionarios de alto nivel no falta nada....

Profile picture for user Pedro Benitez

Ni al centro del país llega la distribución.

Otro chivo expiatorio a culpar por la carencia: el mercado negro.