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Urbanismo

El misterio del capital en Cuba

Cuba tiene un enorme potencial económico en la extendida titularización de su urbanismo, a pesar de 63 años de ineptitud económica y nula propiedad privada.

La Habana
Una calle próxima al Capitolio de La Habana.
Una calle próxima al Capitolio de La Habana. Diario de Cuba

En El misterio del capital, el economista peruano Hernando de Soto analiza la incapacidad de muchos países pobres para capitalizar una riqueza que ya poseen. Su análisis del secular atraso económico y social del conocido como Tercer Mundo, difiere del resto de autores en cuanto a que De Soto nos descubre que estos países no necesitan tanto inversión extranjera, como una institucionalidad que permita movilizar y convertir en productivo al capital autóctono ya existente.

Se centra De Soto en la vivienda como activo muy valioso que, por una falta de titularización debida a la inexistente política de desarrollo urbano, es un patrimonio extremadamente ilíquido que mantiene atrapados recursos de millones de familias, incapacitadas para desatar su potencial como capital —medio de producción— dentro de un emprendimiento comercial.

Contrario a América Latina, donde se calcula que entre el 40 y el 80% de las personas residen de manera ilícita ocupando terrenos que no pueden legalizar, en Cuba, el 85% de las viviendas tienen títulos legales de propiedad, y la mayoría está totalmente libre de deuda.

Si en América Latina la imposibilidad de convertir esas casas en capital se debe, fundamentalmente, a la incapacidad estatal para ordenar el desarrollo urbano haciendo respetar derechos de propiedad, en Cuba, el Gobierno repartió e impuso una legalidad urbanística, sí, pero a costa de acabar con el derecho de propiedad mismo, como forma directa de acabar con la libertad: la casa es tuya… pero no.

Por estos días en que una vez más el castrismo apuesta su continuidad a un rescate de inversionistas extranjeros, extendiendo sus redes a ver si además atrapa emigrados cubanos algo despistados, bien podría haber mirado hacia dentro para intentar desatar el capital nacional. Sin embargo, su autoritarismo le impide dar tales libertades.

Y no nos referimos a esas entelequias que Raúl Castro y sus cómplices repiten: "hacer del ahorro una batalla diaria"; "la más rápida fuente de recursos es el ahorro"; "el ahorro de recursos de todo tipo continúa siendo una de las fuentes principales de ingresos del país"… Como si con hambre pudiese ahorrarse.

La verdadera, y probablemente, mayor fuente de recursos en Cuba está en la movilización del capital inmobiliario para que, aparte de proveer servicios de habitación, financie servicios productivos.

Pero movilizar el capital inmobiliario rebasa las posibilidades de la simplista compra-venta, implica el desarrollo de un mercado financiero especializado en operaciones hipotecarias que acepte las viviendas como colateral de préstamos e inversiones, que medie y calce plazos y riesgos entre oferentes de capital (dueños de vivienda) y demandantes de ahorro (empresarios con proyectos disímiles), movilizando el valor inmobiliario hacia los negocios, sin que sea condición necesaria la pérdida de su uso.

Por supuesto, los bancos estatales cubanos son incapaces de proveer este servicio, pero en condiciones adecuadas, es decir, cuando desaparezca el castrismo, muchos especialistas financieros encontrarán en la Isla un terreno muy fértil para, mediante esta propiedad inmobiliaria homogéneamente repartida entre cubanos, animar el resto de la actividad económica.

De hecho, ya hoy, aun cuando las casas solo pueden ser vendidas (mayormente de manera fraudulenta para esquivar la voracidad fiscal del régimen) ya se está usando esta operación para financiar los entre 7.000 y 10.000 dólares por persona que cuesta la travesía hasta la frontera sur de EEUU.

Si calculásemos la cantidad de personas con acceso a 10.000, 20.000 o 30.000 dólares que deciden abandonar Cuba antes de invertir aquí ese dinero, encontraríamos que esta isla padece la mayor proporción de migrantes con respecto a emprendedores que pueda hallarse en el mundo. La falta de libertad y la miseria que esto provoca, han convencido a los cubanos de que migrar —aun con el coste emocional y familiar— es la mejor inversión.

Cuando un cubano —sin importar su profesión— calcula y se percata de que 10.000 dólares equivalen al salario íntegro acumulado durante casi la mitad de su vida laboral, lo que desea es escapar, no invertir.

Pero siguiendo la línea argumental de Hernando de Soto, quedémonos con la idea de que Cuba tiene un enorme potencial económico en la extendida titularización de su urbanismo, aunque, lamentablemente, debido a 63 años de ineptitud económica y nula propiedad privada, no podrá ser explotado sin inversión y experticia extranjera para armar un mercado financiero que logre dinamizar esa riqueza estancada.

Pero es bueno saber que muchos cubanos, hoy miserables, tienen en sus manos (si no lo impiden prejuicios antifinancieros) un punto de apoyo para desatar esa proverbial capacidad empresarial que podría convertir esta isla en la Suiza del Caribe, una vez el castrismo ocupe su lugar en el estercolero de la historia.

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2 comentarios

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En Cuba no queda ese supuesto "capital", lo único que queda es un montón de ruinas, típico escenario de posguerra.
Lo más barato sería derribar la mayoría de edificios y reconstruir nuevas estructuras e infraestructuras.
Esos supuestos "propietarios" sólo son inquilinos, ya que nadie en su sano juicio compraría ruinas si no es para especular. Y las ruinas se compran a precio de saldo.

Cuba lo que pudo, puede ser y no es... no será?