España cultiva 23,2 millones de hectáreas, con ellas alimenta a 45 millones de habitantes y, además, genera una balanza comercial agrícola positiva de 21.200 millones de euros. Calculando una ratio promedio, cada hectárea agrícola española alimenta a dos personas y produce 921 euros en exportaciones.
Si Cuba tuviera esas ratios —algo factible con suelos más fértiles y mejor régimen pluvial que el de la península ibérica— partiendo de que explota seis millones de hectáreas, podría alimentar holgadamente a 12 millones de personas, y además, exportar anualmente 5.500 millones de dólares en productos agropecuarios.
La diferencia se explicita en la productividad por trabajador. Cada obrero agrícola español atiende 25 hectáreas, alimenta 50 personas y exporta 23.000 euros anuales. Un obrero agrícola cubano, por su parte, trabaja solo siete hectáreas, con ellas, malamente logra alimentar —con calidad y variedad muy inferior a la española— a solo seis personas, y no genera excedente alguno para exportación. De hecho, hay que importar para alimentarlo a él.
No obstante esta enorme discrepancia en la agricultura de un lado y otro del Atlántico, este sector tan productivo en España solo representa el 2,4% de su PIB, mientras que lo poquísimo que logran producir los guajiros, representa el 4% del PIB cubano, cifra que revela cuán miserable es la economía lograda tras 64 años de castrismo.
¿Por qué el campo cubano, que durante el siglo XIX engendró más riquezas que las extraídas por España durante los tres siglos anteriores en todas sus minas sudamericanas, hoy prácticamente no produce? ¿Por qué España exporta 60.000 millones anuales en productos agrícolas, mientras Cuba debe importar 2.000 millones para no morir de inanición?
La respuesta superficial, que inmediatamente destaca por lo trabajo-intensiva que es la agricultura cubana, es la falta de capital invertido en ese sector, donde el último grito de la moda es arar con bueyes y abonar con orina humana. Pero la raíz de tal descapitalización está en el régimen de propiedad. En España la propiedad es privada y es de muchos, en Cuba la propiedad, aunque también privada, es de uno solo, un tal PCC.
Reflotar la agricultura cubana, inexorablemente, pasa por reconocer el derecho y libertad de los campesinos, una vez convertidos en propietarios reales, a explotar o comerciar con sus tierras del modo que estimen. Aunque no es causa suficiente, si es causa necesaria que exista propiedad privada y libertad comercial generando un mercado de la tierra, para que se modernice y enriquezca la agricultura.
Por mercado se entiende un proceso, un mecanismo donde se forman precios consistentes con las condiciones físicas de cada parcela y su potencial productivo, precios que informan, fundamentalmente, sobre las condiciones de acceso a la finca, su ubicación, disponibilidad hídrica, infraestructura instalada, condición de los cultivos, calidad del suelo, topografía y tamaño de la propiedad.
Partiendo de esos fundamentos, se estima un valor que no es más que el flujo esperado de beneficios netos de la parcela, descontados por la tasa de interés. Ese valor, como brújula, orienta la dirección, cantidad y estructura de capital a invertir, minimizando los desperdicios de recursos y maximizando la inversión.
Así, antes de hacer producir la tierra, es imprescindible conocer su valor verdadero para saber a qué dedicarla, y para calcular que combinación de técnica y mano de obra maximiza su productividad. Ese valor solo es congruente con la realidad cuando surge de las interacciones del mercado, y no de la voluntad o parecer de burócratas y científicos.
Dada la complejidad y grado de incertidumbre con que trabaja este mercado, en parte a causa de que la tierra es un bien limitado no reproducible, en cuya valuación impacta más la demanda que la oferta, y que además es un activo que puede ser usado como capital o como reserva de valor, se necesitan intermediarios inmobiliarios y financieros —que solo surgen en mercados maduros— extremadamente especializados para depurar el valor fundamental de cada hectárea, amén de las fluctuaciones de precio por shocks de oferta, demanda, o picos de costo de bienes complementarios, como los insumos.
A las 63 medidas tomadas por el Gobierno cubano para reanimar la agricultura podrían agregarle otras 63 y, además, cambiar 63 veces de ministro, que todo será inútil mientras la finca de seis millones de hectáreas no se divida en cientos de miles de explotaciones verdaderamente privadas y con libertad absoluta para, disponiendo de ellas, generar un mercado de tierras que asigne precios reales a cada propiedad.
Sin la correcta valoración que solo puede proveer un mercado libre no surgirán jamás economías de escala que atraigan la inversión extranjera al campo cubano, para industrializar y automatizar el sector, único camino para reducir costes y aumentar la productividad. Mientras los Castro no suelten la finca, habrá hambre en Cuba.
Siento informarles que a la dictadura no le interesa "reflotar" la agricultura cubana. Lo que le interesa, como siempre ha sido el caso, es mantenerse en el poder, y el pueblo que resuelva como pueda.
"Reflotar la agricultura cubana pasa inexorablemente por...acabar con la tirania totaliotaria, cualquier otra expectativa, deseo o intencion es ficcion.
Rafaela, parece que nadie te lee o escucha en cuba. DD publico una noticia sobre argentinos viajando a cuba en diciembre diz que a cultivar tierras ociosas. No hay que ser un guru de nada para predecir el fracaso de esa iniciativa con los gauchos.
Trabaje en el banco en cuba, atendia las CPA. Asi que se de primera mano el desastre que provoca el tal PCC en todo lo que toca. Un guajiro tabacalero, por citar un ejemplo, no puede trabajar de 8 a 5. Pero en las CPA ese era el horario. De mas esta decir que de dichas CPA quedan pocas. Conoci a muchos guajiros cabreados con el gobierno pues decian que los habian engañado.
Moraleja de la historia, mientras el PCC sea el Dios en cuba; pues habra hambre y mucha.