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Opinión

¿Qué es eso de que Cuba detiene el decrecimiento de su economía?

El ministro Alejandro Gil maneja datos falsos de caída del PIB y se muestra optimista en falso.

Valencia
Dos hombres transportando materiales de construcción.
Dos hombres transportando materiales de construcción. Reuters

Leo un artículo de Granma y, con enunciados de ese calibre, la economía pasa a ser un cuento chino. Incluso pierde buena parte de la racionalidad predictiva que inspira el pensamiento económico, poco dado a estos paseos románticos en barca al atardecer. Hay que ser más concretos y dejarse de veleidades antes que sea tarde. Porque ni es cierto que la economía cubana inicia proceso alguno de recuperación gradual, ni tampoco está ahora en mejores condiciones para sacar provecho del supuesto control de la epidemia, la apertura del turismo (que no va a tener lugar) y todo el aparato de medidas del régimen para el perfeccionamiento de la empresa estatal y el resto de los actores económicos, incluyendo la experiencia nefasta de la Tarea Ordenamiento.

Me refiero a un artículo de Granma que aborda estas cuestiones tras la intervención del ministro de Economía en un foro empresarial. El artículo afirma que desde 2021 se detiene el decrecimiento económico que se tuvo en los dos años anteriores, tras una caída de un 13% del Producto Interno Bruto (PIB). Falso. Ya empezamos mal. La caída del PIB en 2020 fue del 10,9% y dicho comportamiento negativo se mantuvo también durante el primer trimestre de 2021, con una caída del 13,9%.

Por lo tanto, la "detención del decrecimiento" ha ocurrido en el segundo y tercer trimestres, con avances del 7,9% y 2,4% respectivamente. De modo que, si bien es cierto que ha comenzado un proceso de recuperación gradual, si el año concluyera en septiembre, la economía cubana habría registrado en 2021 un descenso del PIB estimado en un 1,2%, lo que indica que seguiría en recesión por tercer año consecutivo (no conviene olvidar que 2019 cerró con un descenso del PIB del -0,2%).

Por ello, en contra de lo que se afirma en el artículo, citando al ministro Gil, no hay razón alguna para pensar que existen en el cuatro trimestre del año "mejores condiciones para aprovechar las oportunidades derivadas del control de la epidemia, la apertura del turismo y las medidas de perfeccionamiento de la empresa estatal y el resto de los actores económicos". Mensajes de este tipo, lanzados en los foros internacionales de captación de inversión extranjera, pueden conducir a errores que a la larga se pagan, y bien caros.

Por el contrario, la debilidad estructural de la economía cubana se ha dejado sentir en 2021 como consecuencia de los efectos de la Tarea Ordenamiento, combinados con la parálisis provocada por la pandemia del Covid-19, que ha seguido golpeando al país durante buena parte del año. Culpar al bloqueo o embargo de EEUU no deja de ser un argumento que carece de fundamento. Ha sido mucho más perjudicial para la economía cubana la ruptura de los suministros de petróleo por Venezuela, la parálisis del turismo, o el frenazo a la venta de servicios médicos, y nadie se ha quejado de ello.

Por otra parte, en contra de lo que declara el ministro Gil, "las medidas de transformaciones que se han implementado durante el año" no han dado resultados esperados (por ejemplo, las 63 medidas de la agricultura han sido un fracaso) en tanto que, en otras todavía es pronto para que se perciban sus efectos, como ocurre con las cooperativas no agropecuarias y las MIPYMES. La pesada carga de los Lineamientos de la política económica y social del país, exigida por los comunistas, no ha hecho más que producir daños en la maltrecha economía y los cubanos lo saben.

Por mucho que el ministro de Economía diga que "nada es improvisado, nada responde a una urgencia o a determinada presión, todo está en perfecta armonía con el modelo que, soberanamente, hemos diseñado los cubanos y que estamos enfocados en su construcción", lo cierto es que en algunos casos el régimen ha sorprendido con decisiones improvisadas que acaban siendo demoledoras en sus efectos.

Dos ejemplos pueden valer. Por una parte, las tiendas en MLC que, según el ministro, iban a ser temporales. Hoy se han extendido a la mayor parte de productos y servicios, creando penosos focos de desigualdad social y una injusta presión sobre el peso cubano. Por otra parte, nadie entendió por qué en el verano se prohibía depositar dólares en efectivo en las cuentas abiertas en los bancos. Y luego dicen que todo está planeado y en armonía.

De otro lado, la estrategia económica y social orientada a "perfeccionar la empresa estatal socialista, potenciar el desarrollo local y la innovación e incrementar la productividad del trabajo, fijando límites de la dolarización parcial de la economía", no parece que haya logrado alguno de estos objetivos. Las empresas estatales pierden más dinero que nunca, el desarrollo local sigue sin encontrar su espacio y la innovación languidece por la falta de recursos. Mientras tanto, la dolarización parcial avanza sin control.

Si algo dijo el ministro de Economía que vale la pena destacar, es la necesidad de "lograr una estabilidad de los precios y control de la inflación por medios directos e indirectos, así como diversificar e incrementar las exportaciones". Sin embargo, en ningún momento se explicó cómo se quiere conseguir este objetivo. El ministro ha esperado demasiado para actuar. Los precios al consumo crecieron hasta octubre un 66% y en algunos capítulos como transportes o alimentos, mucho más. Cuanto más se tarde en corregir los excesos, será complicado controlar la inflación, que actúa como un impuesto sobre los más pobres y vulnerables. En cuanto a las exportaciones, ya se ve. No despegan, pese a la devaluación espectacular de un 2.300% del peso cubano.

En cuanto al "perfeccionamiento de las formas de gestión no estatal", el ministro citó las micro, pequeñas y medianas empresas tanto privadas como estatales, pero a todo esto habrá que darle tiempo para comprobar cómo evoluciona. Si se mantiene la presión del déficit sobre los recursos financieros de la economía, habrá menos dinero para los nuevos actores económicos, y ocurrirán quebrantos, con elevada mortandad de proyectos. El régimen no tiene plan B para este escenario que es muy probable.

Con respecto a las MIPYMES, el ministro declaró que ascienden a más de 700, en poco más de dos meses de iniciar el proceso de constitución, y que han generado más de 11.000 empleos, lo que poco a poco ha ido ampliando el tejido productivo del país en función del incremento de la actividad económica y del nivel de oferta de bienes y servicios a la población. Lo cierto es que habrá que esperar un tiempo para comprobar si la experiencia de los nuevos actores económicos da los resultados esperados. Juzgar el proceso solo en términos del número en aumento, parece poco eficaz.

En cuanto a la empresa estatal socialista, el ministro dijo que "se ha aprobado un conjunto de medidas, muchas de ellas sin precedentes en el país, como la eliminación de los límites en la distribución de las utilidades, que ahora depende de la riqueza que la empresa tenga la capacidad de crear con más producción y mayores niveles de oferta".

También citó dentro de las medidas, "la descentralización, así como la creación y extinción de empresas, y la ampliación de su objeto social, siempre que no contravenga otras disposiciones jurídicas", y también se refirió a "la eliminación de las trabas que existían para un más efectivo encadenamiento del sector estatal y del no estatal, que debe permitir aprovechar el potencial interno y avanzar en la sustitución de importaciones".

El ministro no debe ignorar que este tipo de medidas puede acabar beneficiando a un reducido número de empresas estatales, pero no a todas. En concreto, a aquellas que mejor desempeño presentan y que no se encuentran formando parte de ese directorio de 500 empresas insolventes. Sin duda, la empresa estatal requiere otro tipo de medidas de alcance.

Es lo mismo que pensar que "el proceso de retribución a los trabajadores estatales sin obligación de aplicar la escala salarial, puede ser un incentivo a los que más aportan y para aquellas plazas que tienen un mayor vínculo con la productividad, con los recursos que genera la empresa". Otra medida que beneficia a las empresas que mejor funcionan, pero olvida el drama de aquellas que, por aplicar los aumentos de salarios de la Tarea Ordenamiento, entraron en insolvencia. Conceder mucho a unos, poco o nada para la mayoría, no es un buen plan para ayudar a las empresas.

El ministro Alejandro Gil también incluyó en su listado de medidas de 2021 la "ampliación del trabajo por cuenta propia", al eliminarse la lista de actividades autorizadas a ejercerse, en tanto se aprobó un listado de no autorizadas. Una decisión que no ha tenido resultados concretos, por cuanto el número de trabajadores por cuenta propia se mantiene estable.

De igual modo, hizo mención a la "activación del proceso de constitución de las cooperativas no agropecuarias" que por un tiempo estuvo detenido, revisando la implementación del experimento, pero esto tampoco ha dado los resultados esperados.

Alejandro Gil también se refirió a "la eliminación de los aranceles a la importación de alimentos y medicamentos a personas naturales, además de las restricciones para la venta de inventarios ociosos por las entidades estatales", medidas que irán siendo prohibidas en cuanto las autoridades lo estimen pertinente, aumentando la inseguridad de aquellos que se dedican a estas actividades.

Lo mejor llegó al final. Después de la larga y monótona exposición de medidas, el ministro, dirigiéndose a los empresarios e inversores internacionales, declaró que "en Cuba no existe una economía de mercado, donde aquel que no pueda consumir, sencillamente queda excluido, sino que se ha priorizado la atención a las personas y comunidades en situación de vulnerabilidad". Lamentable opinión la del ministro sobre el modelo de funcionamiento de las economías más extendido y aceptado en todos los países del mundo. Y, además, equivocada. En la economía de mercado no se excluye a nadie por no poder consumir. Tal vez el ministro esté pensando en las historias de Dickens. Sin ir más lejos, hay países que conceden rentas públicas a las familias para que puedan acceder a los bienes y servicios que no pueden comprar con los salarios que perciben.

En la economía de mercado lo que prima es la libre elección, la satisfacción de necesidades por medio del intercambio. Y los vulnerables reciben ayuda de los estados para cubrir esas necesidades. En muchos casos, por medio de programas personalizados y adaptados a las circunstancias de cada situación, permitiendo así una asignación eficiente de los recursos. El ministro debería abandonar esos complejos comunistas y darse de vez en cuando una vuelta por el mundo, para ver que eso que él cree que es la economía de mercado, simplemente no existe.

Estoy seguro de que muchos de los inversores que escucharon decir estas majaderías comunistas, no debieron sentirse reconfortados y más de uno decidió olvidarse de invertir en Cuba. No pasa nada. La culpa del fracaso será del embargo o bloqueo.

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