El filósofo Antonio Escohotado, autor de Los enemigos del comercio, uno de los estudios más amplios, documentados y profundos jamás realizado sobre la evolución histórica de la propiedad y la economía; se cuestiona: "¿Por qué siendo tan positivo el capitalismo sospechamos tanto de él? ¿Podrían el rechazo de la propiedad y el comercio responder a un rechazo más genérico de la realidad prosaica?"
Ese rechazar la realidad ha sido constante en la revolución cubana, que ha preferido siempre lo mitológico a lo fáctico, porque "la realidad es infinitamente más densa e imaginativa que la más delirante de las fantasías", es incontrolable.
Por ello, uno debe permitir "que la realidad te vaya guiando, en vez de ir tú ahormándola a prejuicios", una lógica que Fidel Castro, paradigma del voluntarismo y la arrogancia, maniático del control, jamás estuvo dispuesto a admitir.
La utopía revolucionaria, románticamente difundida como un camino arduo hacia un fin grandioso —el socialismo próspero y sostenible—, parece en realidad un recurso facilista —pero imprescindible— para justificar la imposición de la voluntad de unos pocos, ya no únicamente sobre la voluntad del pueblo, sino, incluso, sobre las leyes mismas que rigen lo humano en lo físico y mental, en lo individual y colectivo.
Cuando la inflación en Cuba se explica —como se hizo recientemente en la Asamblea Nacional— recurriendo a factores productivos, se está apelando una vez más a corromper la realidad para favorecer una fantasía más adecuada a la "visión" y conveniencia gubernamental, lo que conduce a un diagnóstico mendaz e imposibilita sanar eficazmente el problema.
La explicación del Gobierno es sutilmente sibilina y vil, pues menciona el tema monetario (la inflación es siempre un fenómeno monetario), pero solo para inmediatamente exorcizarse de culpas y señalar, acusadoramente, hacia el pueblo improductivo.
La circulación mercantil minorista —oferta total de bienes y servicios a la población— tiene un déficit que se calcula en 60.000 millones de pesos. Del 92% de ingresos de la población que debían recogerse para alcanzar equilibrio monetario, se está captando solo un 67%. "¡Ahí está el desequilibrio!", afirmó Marino Murillo, arquitecto de la Tarea Ordenamiento.
El desequilibrio estaría, según Murillo, en que no se reabsorbe todo el dinero que previamente se puso a circular, debido a la exigua oferta mercantil, es decir, porque los trabajadores no producen lo suficiente.
Pero, ¿quién puso a circular el dinero excesivo? ¿Qué causa la improductividad de los trabajadores cubanos?
Esas dos preguntas, el neocastrismo las responde equivocadamente, pero a su favor, desde una múltiple negación de la realidad que advierten las leyes económicas, prefiriendo la fantasía antes de admitir que:
- Aumentar la masa monetaria, en igualdad de oferta, produce alza de precios.
- Todo aumento de productividad por inyección monetaria es limitado y autorreversible.
- La inyección monetaria pervierte la estructura de precios relativos.
- La productividad solo aumenta sosteniblemente junto a la tasa de capitalización o por innovación tecnológica.
- La obsolescencia generalizada del capital productivo material (maquinaria, fábricas, transporte) e inmaterial (educación, know-how, experiencia) indica que esta es la fuente de la improductividad en Cuba, no el salario nominal.
- Una sobrevaloración del tipo de cambio (reconocible en el diferencial entre el tipo de cambio oficial y el del mercado negro) fomenta el alza de precios por el encarecimiento de las importaciones y la baja competitividad de las exportaciones.
En definitiva, la elemental realidad que los gobernantes cubanos no ven es que el mercado es el mecanismo más eficiente para distribuir los recursos escasos acorde a las necesidades de las personas, y que si bien el Estado, posiblemente, puede "aceitar" este proceso de mercado, no puede sustituirlo.
Esta aparente miopía castrista para ver la realidad, podría explicarse invocando un extremo determinismo ideológico que condiciona una perspectiva analítica anticientífica: asumir una hipótesis a priori y luego resguardarla mediante un fuerte sesgo confirmatorio que favorece, busca, interpreta y recuerda solo la información que confirma sus propios prejuicios, dando una consideración excesivamente menor a la información que desmiente sus expectativas.
Esa ideologización sería una posible causa para la ceguera autoinducida únicamente si se admite que el castrismo se cree sus propias fantasías. ¿Pero es así, son realmente un grupo de delirantes fantasiosos o la "ideología" es solo vil coartada para justificar desmanes?
Puede que algo de verdad haya en la teoría del autoengaño, pero honestamente, a estas alturas y viendo sus panzas, sus relojes, y cómo y dónde viven sus familias, parece que lo que son en realidad es una banda de oportunistas aves carroñeras que rondan el cuerpo de una isla moribunda, ensañados no en curarla, sino en devorarla lo más lentamente posible.
¡Qué cosa esta! La oposición está entre el delirio y la sonsera.
La señora de la foto le vá bien con la involución porque está gordita, a pesar de que el mariconzón el jefe la mira "atrevezao".......