El Día de la Tierra en Cuba: mucho marabú, suelos estériles y hambre

Cuba llega al Día Internacional de la Madre Tierra con más de 10.400.000 hectáreas registradas, de las que son cultivables 6.400.755, el 58% del total. Sin embargo, hoy solo se cultivan 3.120.926, el 49% de esa cifra, y solo el 7,2% tienen garantía de riego. Son datos oficiales que hizo públicos Jorge Luis Tapia, viceprimer ministro cubano, al comparecer recientemente en el programa Mesa Redonda de la televisión estatal.

Una buena parte de las tierras cubanas, más de 3,5 millones de hectáreas, se reparten entre los terrenos ociosos y aquellos destinados al desarrollo forestal. Dependen de un clima cada vez más caliente y seco y sufren erosión.

Estas tierras ociosas, la mayor parte en manos del Estado y sus políticas incapaces de generar el fruto necesario, están cubiertas de marabú. Estos suelos, cuando se logran reacondicionar, tienen bajos rendimientos.

La explotación de la tierra en Cuba está controlada por el Ministerio de Agricultura (MINAG), que la entrega en usufructo. Quienes la reciben están obligados a vincularse con las empresas y cooperativas agropecuarias, mediante contrato. De estas entidades estatales también depende la comercialización y los beneficios que los usufructuarios adquieran. Así, queda secuestrada la libertad productiva y el sentido de pertenencia a la tierra.

El sector estatal (empresa estatal, granjas del Ejército Juvenil del Trabajo de las Fuerzas Armadas, granjas del Ministerio del Interior) es el indiscutible titular de la tierra. Seguidamente está el sector cooperativo (las Unidades Básicas de Producción Cooperativa, las Cooperativas de Producción Agropecuarias); luego el sector privado (campesino individual, Cooperativos de Créditos y Servicios, usufructuario individual o familiares) y, finalmente, sin derechos de propiedad, pero sí sobre formas diversas de posesión y explotación, las empresas mixtas que ha ido aprobando el Gobierno lentamente.

En los últimos años las autoridades han abogado por entregar más tierras ociosas a actores individuales, pero se trata de suelos en muy malas condiciones para la producción, de los que es muy difícil para los campesinos obtener frutos sin acceso a los medios y equipos motorizados que les auxilien en una labor de gran complejidad. 

Los créditos concedidos por entidades bancarias nacionales, mínimos o nulos, según la actividad a desarrollar, junto a la imposibilidad de acceder a tecnologías de preparación, riego, de drenaje y a otros insumos como el combustible, abonos y plaguicidas, por solo citar algunos factores, han llevado a la quiebra a infinidad de productores.

En medio de trabas y la imposibilidad de reducir el número de áreas ociosas y hacerlas producir alimentos, el usufructuario continúa recibiendo pocos incentivos. La Resolución 19 de 2021 del Ministerio de Finanzas y Precios, por ejemplo, establece el pago impuestos por la ociosidad de tierras agrícolas y forestales.

Marabú y hambre

De las tierras estatales declaradas como ociosas en Cuba, más de un millón están infestadas de marabú, un arbusto lleno de espinas, de fácil diseminación y muy difícil erradicación. A muchos usufructuarios les ha sido imposible eliminarlo. Las empresas estatales ya ni lo intentan y se dedican a hacer carbón vegetal y a exportarlo, un proceso en el que incluso son utilizados presos.

Ciego de Ávila, por ejemplo, antiguamente una de las regiones de mayor producción agrícola y pecuaria de Cuba, con sus tierras rojas fertilísimas y agua subterránea abundante ahora destaca, no por producir alimentos, sino por ser la mayor exportadora de carbón vegetal del país. Así de extenso fue el marabuzal en el que se convirtió.

En 2019 la provincia vendió a Europa 21.951 toneladas de carbón vegetal, por valor de 6,9 millones de dólares, según datos oficiales.

Mientras los suelos en Cuba se degradan y la tierra pierde su cualidad de producir el sustento, el hambre se consolida en las ciudades. Las autoridades promueven la siembra en balcones, canteros improvisados, jardines convertidos en huertos. La solución, sin embargo, lejos de medidas cosméticas anunciadas, está en revertir un sistema que ha arrasado con el campo cubano en toda su extensión.