En algún lugar leí que los libros ofrecen la oportunidad de viajarpor las mejores mentes de la humanidad. La imagen en el espejo: algunas confidencias, del reconocido autor cubano Abilio Estévez, brinda algo más: el placer de aproximarse al alma de un escritor que vive en la literatura.
La evocación es quizás el hilo conductor de este texto que se va elevando poco a poco en espiral hasta alcanzar el vuelo de lo transformador. La palabra escrita se vuelve susurro, intimidad, y llegamos al convencimiento de que lector y narrador son la misma persona y comparten el sitio de las grandes memorias. Nos vamos alimentando de calles, anécdotas, lecturas, acechos, exilios, melancolía aristotélica, y terminamos convertidos ineludiblemente en habaneros.
Comprendemos que el texto, por su fuerza y espíritu, es universal y cubano, pero parte, gira, se regodea y retorna, como un huracán, a esa ciudad que surge en la bahía y se expande al secreto inventario donde nacen seres tan improbables como Martí o Lezama. Estévez hurga en ese misterio. Se halla fascinado y nos fascina con la interrogante. El periplo comienza justo con ese asombro: "He comenzado diciendo que de adolescente tenía la certeza de que había sido preferible haber nacido en cualquier otra ciudad […]. Ahora, después de haberla abandonado […] es cuando he terminado de percatarme de lo que significaba mi ciudad y de lo que significó vivir en ella".
Ya en mitad del sendero vamos de la mano de Lorca, Cernuda, Hemingway, Zambrano y tantos más que no han podido resistir el numen de La Habana y se entregaron a él con el entusiasmo de quienes desean ser parte de algo superior y edificante. Y como si esto no fuese suficiente, Abilio nos presenta, como en un juego de cartas, el abanico de esos escritores que nos identifican y van marcando el paso de lo que verdaderamente somos: Julián del Casal, Virgilio Piñera, Lino Novás Calvo, Carlos Montenegro, Reinaldo Arenas, hasta llegar a obras tan capitalinas como Tres tristes tigres, Paradiso o Estampas de San Cristóbal.
El libro sigue ascendiendo. Toca hojearlo minuciosamente, detenerse en sus imágenes, marcar las frases más felices. El escritor consagrado muestra su reino, su poder y su gloria frente a nuestros ojos. Entre líneas nos va confidenciando: "Sin literatura no hay ciudad". "Toda novela impone unas maneras, un cierto modo de respirar y comprender la realidad." "La literatura no nace de las carencias, sino de la exigencia de encontrar una estructura." Pequeñas, pero imprescindibles advertencias que el monarca concede a todo aquel que quiera aventurarse en el remolino de la escritura. Remonta el texto, se perfila entre las nubes, como "París" sobre La Habana, hasta que creemos verlo desaparecer, pero en realidad aún está anclado en nuestra imaginación y en el hablar cotidiano.
Como en toda intimidad, no solo es tomar, sino que se deja algo en cada gesto. Y esa ofrenda es la certeza de que hay esperanza, de que hay resurgimiento más allá de los distantes palacios arruinados, las reminiscencias y los exilios. La literatura cubana, nos revela cada párrafo, desde principio a fin, está ahí para salvarnos, para decirnos que siempre retornamos a su sagrado encanto al leer y releer los autores olvidados, los que aún viven, de una forma u otra, en todas partes y han sabido distinguir el invisible que nos nombra, el alma de una isla, la brisa que nos envuelve y nos deja en las orillas de un espejo y sus confidencias.
Una vez más, Abilio Estévez nos empuja hacia nuestra única verdad: el ardor, consciente o inconsciente, de nuestra literatura —nosotros mismos—, en ocasiones vilipendiada, pero intrigante y llamativa como la extraña lucecita que el Almirante vio en el horizonte de cemíes. Ya es hora de abrir el libro.
Abilio Estévez, La imagen en el espejo: algunas confidencias (Ediciones Furtivas, Miami, 2022),
Sugerente recomendación de una fascinante compilación de ensayos y crónicas, que alguna vez pasearán por La Lisa.