Si un elemento ha caracterizado la relación entre la cúpula gobernante cubana y los artistas y escritores de la Isla durante estas más de seis décadas del castrismo en el poder ha sido el incremento progresivo del dominio de las autoridades sobre los creadores.
En junio de 1961, en las famosas "Palabras a los intelectuales", Fidel Castro dejó establecido el concepto de honestidad para aquellos escritores y artistas que no clasificaran en ninguno de los extremos del arcoíris político de la nación. Su consigna "Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada” no estaba dirigida ni a los artistas revolucionarios, ni a los que calificó de "incorregiblemente contrarrevolucionarios". Según el gobernante, a los primeros no había nada que advertirles, pues su adhesión al Gobierno estaba plenamente demostrada; mientras que con los segundos era perder el tiempo el tratar de acercarlos a la revolución.
Entonces los escritores y artistas "honestos", que no eran revolucionarios ni contrarrevolucionarios, tenían cabida si sus obras se realizaban "dentro de la Revolución".
Diez años más tarde, en 1971, aunque no reclamó la total adhesión de los escritores cubanos a su régimen, el máximo líder ya no mostró la tolerancia de antaño, sobre todo con aquellos que recibieran algún tipo de galardón por su labor creativa, que no resultara del agrado de las autoridades
En su discurso de clausura del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, celebrado en abril de ese año, y a propósito del premio alcanzado por el poeta Heberto Padilla en el concurso de la UNEAC por su poemario Fuera del juego —aunque no hizo una mención explícita del hecho—, Castro sostuvo: "En lo adelante, para ganar un concurso en Cuba hay que ser poeta de verdad, revolucionario de verdad".
Como se sabe, la cólera del comandante fue provocada por el gran revuelo internacional que causó el encarcelamiento del poeta Heberto Padilla, luego de que la dirección de la UNEAC calificara su poemario de contrarrevolucionario. Muchos intelectuales de otros países que hasta ese momento eran aliados del castrismo, rompieron con los gobernantes cubanos.
Así las cosas, el ambiente que ha rodeado el X Congreso de la UNEAC que acaba de celebrarse en La Habana no ha dado margen a la más mínima herejía. Para formar parte de ese gremio de artistas y escritores, así como también para integrar las filas de la Asociación Hermanos Saíz, casi más que la calidad de sus obras se les exige a los creadores la total identificación con el sistema político imperante en el país. Ya la "honestidad" no tiene para el régimen ningún valor al margen del apoyo irrestricto a las directivas emanadas de las altas instancias del poder.
Gran realce en este evento tuvieron las discusiones en torno a un nuevo fantasma que se alza frente a la labor creadora de los escritores y artistas: la denominada colonización cultural. Un fenómeno del que mucho se habla, pero que poco se precisa acerca de su real contenido.
En lo adelante cualquier creador que le resulte incómodo al régimen o que manifieste determinada admiración por la cultura occidental, podría ser acusado por las autoridades de estar contaminado por la colonización cultural, y en consecuencia sufrir la represión o el ostracismo, con el consiguiente cierre de todos los canales de comunicación con el público cubano.
Dando evidencias de su autenticidad como gobernación totalitaria, la maquinaria castrista del poder estrecha cada vez más el cerco ideológico que mantiene en torno a los artistas y escritores de la Isla.