Sobre la esquizofrenia mediática que vivimos dentro de Cuba versa Normalización, una performance en escena de los jóvenes Lázaro y César Saavedra Nande, dirigida por Nelda Castillo.
No es la primera vez que los hermanos Saavedra Nande (bailarín uno y artista visual el otro) se unen para crear. En esta ocasión, cada cual aporta de su formación artística en una pieza de aproximadamente una hora cuyo dilema es importantísimo en la Cuba actual: a medida que pasa el tiempo y nada cambia, aguantamos la respiración ante el peligro de que la tragedia que vivimos pierda su pathos, se diluya en el tedio de lo cotidiano. Para ello es clave la tarea de los medios oficiales de comunicación, que consiste suplantar los acontecimientos horribles por una ficción en nuestro imaginario.
"Hipernomalización —explican los autores en el preámbulo— se toma del libro de Alexei Yurchak de 2006 Everything was forever until it was no more: the last soviet generation, sobre la paradoja de la vida en la Unión Soviética durante el último período comunista antes del colapso, cuando todo el mundo sabía que el sistema estaba cayendo pero nadie podía imaginar una alternativa al status quo y los políticos y los ciudadanos quedaban resignados a mantener un falso funcionamiento de la sociedad (…) la falsedad aceptada por todos se volvió real, efecto que Yurchak llamó hipernormalización".
En la obra, un televisor que transmite en tiempo real los programas de la televisión cubana, acompaña los sonidos documentales del éxodo de cubanos que ocurre ahora, de la precariedad, también de representaciones abstractas, corporales, del dolor, o insinuaciones que delatan la dictadura. Al final, el tema "Apagón" del puertorriqueño Bad Bunny invita al Poder a largarse en lugar de nosotros. La obra plantea una buena pregunta, un buen problema, y lo lleva con dignidad. No sé si con cabalidad.
Me llama la atención que en el paralelismo "real" que acompaña a la televisión cubana, en la obra, no haya signos de la represión que también vivimos. Se escucha la palabra pronunciada en algún momento, pero no hay mucho más rastro de ella; tampoco de los gestos libertarios que la han provocado, en las calles de Cuba. Es curioso porque, en el último año, este ha sido el principal blanco de la normalización que pretende la propaganda: los disparos de la policía en la calle, las patadas, los perros, la tortura, la cárcel, la dictadura enseñando su verdadero rostro... Nada de eso ocurrió, negarlo ha sido la única manera que ha tenido el Poder de lidiar con ello y lo ha hecho con constancia: desde la infame conferencia de prensa el canciller Bruno Rodríguez el 13 de julio de 2021 hasta el 24 de noviembre de 2022, el día antes de la puesta, en el tribunal de Diez de Octubre, donde los mismos policías que dispararon a la gente en Toyo juraron que sus armas no tenían balas y por tanto los tiros que se ven bien en los vídeos nunca ocurrieron.
Los medios oficialistas colaboran para que esta realidad se borre, pero también el tiempo y la costumbre están haciendo el trabajo sucio de devolverles el maquillaje. También nosotros.
Lo terrible de la normalización es que nosotros mismos la construimos al pasar por alto el acontecimiento irregular que nos disturba porque reconocerlo desestabilizaría demasiado nuestras vidas. Los perros, las patadas, la tortura, la cárcel, los disparos, son una conciencia difícil de sostener, como la conciencia de la muerte. Puede que muchos de nosotros no estemos preparados para vivir en una dictadura sangrienta, así es que inconscientemente queremos atenuarla, obliteramos su crimen porque este nos interrumpe demasiado la vida. Lo terrible de la normalización no es su imposición, sino su necesidad.
El arte no está obligado al realismo, ni siquiera a referirse a un contexto histórico, pero en las piezas que reclaman la realidad cubana para la denuncia (y que ocurren "dentro de la Revolución") me gustaría ver reconocida la cara que el régimen enseña desde hace año y medio: la que trata de ocultar con sus mentiras.
Normalización acaba de estrenarse en la sede de El Ciervo Encantado en el Vedado. Estará en cartelera todo diciembre.
Ah, la normalización de lo absolutamente anormal. Bueno, supongo que si Obama no figura en la obra, que por lo menos mencionen su contribución al proceso.