Como un oasis operan ciertos grupos en las tablas cubanas. Destacadamente, Argos Teatro. Aunque la obra que presenta la compañía no haya sido dirigida precisamente por Carlos Celdrán, como el caso que nos ocupa, su nombre se ha vuelto promesa de rigor artístico. En estos días de sequedad nacional, donde el país vive la crisis de abandono y perfidia que sabemos, los artistas han continuado haciendo su trabajo. Se trata de una realidad que podría escandalizar a algunos románticos pero, la verdad es que, incluso en el clímax de una hecatombe mundial, la cotidianidad se infiltraría como el agua.
Escrita y dirigida por la actriz Liliana Lam, la nueva producción de Argos Teatro tiene como asunto la prostitución masculina en La Habana. Un tema que, al decir del especialista Julio Cesar González Pagés, constituye todavía un tabú no solo para las instituciones del Estado sino para la sociedad misma: "De la prostitución femenina, aún se habla un poco; pero la masculina es como si no existiera". La obra se titula Kilómetro Cero y, a pesar de que el periódico Granma la ha acogido con hospitalidad, no se trata de una pieza despreciable.
La escenografía, la dramaturgia y la actuación, sobre todo, son de primera línea. Con una máxima economía de objetos en escena y explotando un audiovisual que se convierte a veces en recurso expresivo dueño de la narración, el diseño escenográfico es memorable. El trabajo actoral, por su parte, también merece elogio. Uno podría nombrar los líderes que llevan la mayor carga dramática del relato, pero sería injusto con el resto del elenco que cumple perfectamente con su función.
Todo el mundo está en su lugar en Kilómetro Cero, lo cual debe atribuirse al hecho de que la directora es una actriz ella misma. Se sumará a la lista que encabezan El Ciervo Encantado y el Buendía de actores que pueden conducir un relato, pues la dramaturgia y la dirección también irradian calidad. Detrás de los diálogos y clímax de Kilómetro Cero, sin dudas hay alguien que sabe contar una historia. Lástima de didactismo, lástima la demasiada exposición.
La pieza Kilómetro Cero está basada en el libro Pingueros en La Habana, escrito por el profesor de historia Julio Cesar González Pagés y publicado en 2014 en Colombia. Se trata de una rigurosa investigación sobre el mundo de la prostitución masculina en La Habana, conducida de 1998 a 2012 y que estudia a 120 sujetos de todas partes de Cuba; jóvenes a quienes la pobreza empuja a la capital a buscarse la vida, la tercera parte de ellos víctimas de abuso sexual. Pingueros en La Habana es un esfuerzo historiográfico que la sociedad debería agradecer. El autor, por su parte, ha dejado claro que sus intenciones no fueron solo científicas sino también prácticas, en el sentido de que pretende que mediante el conocimiento del asunto pueda ayudarse a los sujetos en cuestión, múltiples veces marginados. Propósitos encomiables para una obra científica, no para una obra de arte.
Desgraciadamente, la dramaturgia de Kilómetro Cero se encuentra tan cerca al libro Pingueros en La Habana, que no solo quiere compartir sus objetivos, sino que lo expresa interrumpiendo la obra, tomando por momentos la forma de una clase donde los personajes son explicados. Varios principios que espantarían a un esteticista son aquí maltratados. El primero es la pretensión de que una obra de arte sirva a otro dios que no sea el placer estético. El provecho social, la actualidad, la relación con el contexto, no son más que desviaciones peligrosas del objetivo de una obra de arte, que es ella misma. Oscar Wilde, que siempre tenía la razón, en un momento de The Decay of Lying habla sobre cómo el drama inglés utilizó la vida y los antiguos mitos: "La historia fue totalmente reescrita y no hubo un dramaturgo que no reconociera que el objetivo del Arte no es la simple verdad sino la compleja belleza". La obra de arte no debe aleccionar de nada, ni ayudar a nada que no apunte directamente a lo bello. Lo demás es pérdida.
El primer fin de semana hubo cola de dos o tres horas para entrar a la reducida y acogedora sala de Argos Teatro. En cuanto se corra la voz de que allí se presenta una buena obra, seguro marcan de madrugada, como con el pollo. El libro Pingueros en La Habana no ha merecido la atención de las instituciones del Estado. Con suerte, espera el autor, será presentado por una ONG en la próxima Feria del Libro.
Sr Encino es la verdad nunca Cuba estuvo tan prostituida, Cuba es un asco de pais se ha perdido todo
Mayor tabú es abordar que Cuba se ha prostituído a cualquiera que le ha pagado lo suficiente para mantener la "revolución" en funciones, o sea, que Cuba es una tremenda puta.
¡¡¡ Amén, Sr. Encino; Amén !!!