El artista cubano Marco Antonio Castillo Valdés, cofundador del Colectivo Artístico Los Carpinteros, opina que "hacerle un boicot a La Bienal de La Habana no se puede entender como un atentado", ya que en realidad "es un sacrificio".
"La Bienal de La Habana, ha sido una herramienta muy importante para muchos artistas que nos hemos lanzado desde ahí. Justamente porque ha sido tan importante para nosotros es que la usamos como instrumento para llamar la atención de las autoridades cubanas", considera en entrevista con DIARIO DE CUBA.
Castillo, cuya obra es una de las más influyentes del continente americano de los últimos 20 años, hace hincapié en que ya "La gente se ha intentado expresar pacíficamente a través de su verbo, de su escritura, cinematografía, de su arte; y estas plegarias no han sido escuchadas por el Gobierno cubano que ha dado justificaciones banales que evitan el diálogo para no profundizar en los problemas importantes".
"Hoy en día, hay un gran número de artistas plásticos que intentan poner en blanco y negro lo que significa colaborar con un evento que organiza una institución absolutamente conectada con el Gobierno cubano. En Cuba, el Ministerio de Cultura no es diferente al Gobierno. Formar parte de la Bienal de La Habana implica un conflicto ético", razona Castillo.
Defiende que todos los artistas, estén fuera o dentro de Cuba, tienen el derecho a protestar en contra del encarcelamiento por la expresión de ideas. "Nunca estaré de acuerdo con el exterminio ideológico que están haciendo en Cuba".
El artista, originario de Camagüey, inició sus estudios en el Instituto Superior de Arte (ISA) justo cuando fue derribado el Muro de Berlín (1989). "Fue un momento muy interesante, pasamos mucha hambre. Cuando empecé a trabajar con Dago y Alex (Dagoberto Rodríguez Sánchez y Alexandre Arrechea, los otros fundadores de Los Carpinteros) llegué a un punto que dije 'bueno, me como a uno de los dos y con el otro sigo trabajando'", dice entre risas Catillo.
"Recuerdo que esa etapa fue un momento creativo muy lindo, esa tristeza económica no dejaba casi deseos para el pensamiento político y nos enfrascamos en la artesanía, los orígenes del arte, de las tradiciones y por eso el trabajo tiene ese sabor. Se lo debemos al Periodo Especial", asegura el artista.
Según Castillo, trabajar y crecer en colectivo en esa época fue una tabla de salvación. "Dago, Alex y yo no nos unimos solo por lo profesional, sino porque éramos amigos, y esa unión nos salvó en ese período tan difícil. Muchos amigos nuestros se prostituyeron, se perdieron, había hábitos de jinetear, caerle atrás a los extranjeros, había mucha necesidad y nosotros nos concentramos en la amistad y la colaboración".
Para el artista, "Los Carpinteros" no solo crecieron juntos como artistas, sino también como personas. "Aprendí cómo discutir, porque cuando estás en un colectivo se crea una relación profunda con el prójimo. Una enseñanza psicológica para el resto de la vida", dice el artista, quien inició su carrera en solitario hace unos años.
"Ahora estoy comenzando una vida artística en solitario con una emoción tremenda. Me recuerda cuando empezó el trío Los Carpinteros (…) He hecho varias series, una de ellas es una investigación profunda de la modernidad cubana. En Cuba se reunieron mucha gente brillante en los inicios de la Revolución que intentaron influir en la sociedad. Diseñadores cubanos de los 60 que trabajaron en el interiorismo para crear una sensación de clase media. Eso no funcionó porque los objetivos de Fidel Castro eran otros. Se generó una vanguardia que luego fue traicionada. El buen gusto fue estigmatizado y considerado burgués. Yo estoy creando ese universo que pudo haber sido Cuba", explica.
El artista opina que la Historia está escrita a base de decisiones, incluso personales. "Una decisión personal puede cambiar el curso de la Historia. Por ejemplo, Fidel Castro decidió en un principio de la Revolución hacerla su propia Revolución y que esa Revolución fuera una dictadura. Él pudo haber tomado la decisión de hacerla una democracia. En cualquier cosa que hubiera decidido el pueblo lo hubiera seguido. La gente lo aplaudía, lo admiraba, así que lo iban a seguir si hubiera construido una democracia y la realidad de los cubanos sería diferente".
"También Díaz-Canel pudo haber decidido unirse a las manifestaciones del 11J y liderarlas, hacer catarsis. Cuba estaba en un momento perfecto para hacer una revolución dentro de la Revolución, y hubiera sido posiblemente algo genial y de Premio Nobel, pero no lo hizo. Tomaron la decisión de combatir esas manifestaciones. Dio una orden de combate que le puso un sello, una marca a su Gobierno. Ya a raíz de esa decisión no es el mismo presidente que cuando entró", considera Castillo.
A su juicio, el futuro de Cuba está en manos de los jóvenes. "Ha comenzado un proceso que el único fin que tendrá es el que quieran los jóvenes. Los viejos no van a aguantar en el tiempo (…) si los jóvenes quieren democracia, democracia van a tener".
"Estos jóvenes han tomado la decisión personal de salir a las calles, no hay tradición de manifestarse en Cuba, a no ser por convocatorias del Gobierno. Ahí hubo una decisión personal y eso tiene mucho mérito. El Gobierno intenta decir que fueron seducidos por el 'imperialismo', obviando la propia capacidad del cubano", añade el artista.
"Estos jóvenes son los que lucharon contra el Decreto 349, exigen sus derechos de género y demandan una legislación de protección de la ecología en la Isla", señala.
Marco Castillo, quien próximamente estará presentando una exposición en Berlín, confiesa que sus inauguraciones lo "deprimen un poco" por el vacío que queda al final de cada proyecto. La intención de su arte es la de "mover emocionalmente a la gente", dice.
A pesar de los años de experiencia y el éxito, para Castillo persiste el miedo básico de los artistas: "que no te presten atención, que no existas para los ojos del público".
"Yo hago lo que me da la gana, pero me encanta hacerle cosquillitas al público. Que quieras hacer vibrar al público no significa que te estás doblegando o haciendo concesiones", aclara.
Castillo dice ser camaleónico y guardar el traje de artista algún que otro día. "Cuando llego a casa me convierto en el chef de mis hijos, ellos me esperan porque les gusta como cocino. Me pongo el delantal y les hago comida exquisita, ahora estoy investigando la comida tailandesa. En mis casas tengo una esquinita con mi propia hortaliza, hago mi agricultura y también tengo mi veta de decorador (…) Espero que mi mujer esté contenta porque le quito un montón de trabajo", dice divertido.
Sobre el arte digital, opina que es el futuro. "Me encanta la idea de un nuevo medio, aunque no hago nada para NFT (non-fungible token), pero definitivamente la cosa se va a mover hacia ahí porque la vida se está moviendo hacia las plataformas digitales".