Acabo de ver el documental Sueños al pairo, de José Luis Aparicio y Fernando Fraguela, sobre el trovador Mike Porcel, una obra censurada en la Muestra Joven ICAIC 2020. Es un trabajo que permite conocer, a los que no lo conocen, o revisitar, a los que le perdieron el rastro, la vida y la carrera de un músico cubano borrado de la historia.
De estos tristes casos debería haber un canal permanente, con fondos y recursos que permitieran explorar los archivos y contar las tragedias de tantos desaparecidos. Una comisión fílmica de la memoria histórica con un equipo de realizadores encargados de la tarea.
Sueños al pairo no es tanto sobre Mike Porcel, aunque hable de él, como acerca de la miseria humana de los entrevistados —de algunos de ellos, al menos, los de adentro—así como de esos seres terribles que desfilan por los noticieros de la época del Mariel, tirando huevos y pidiendo la muerte de la escoria.
Es decir: se trata, más que todo, de un documento sobre la degradación del cubano. Porque, si los edificios y las calles se han deteriorado hasta el punto de caerse en pedazos encima de sus moradores, el alma del cubano es una loma de huesos parecida a las que vemos en imágenes de Auschwitz y Treblinka.
En Sueños al pairo vemos al castrismo sin careta, al fidelismo como el crimen de lesa humanidad que siempre fue, y a Fidel Castro, como a un dictador enloquecido que reincide, a la vista del mundo y sin el menor asomo de autocrítica, en los mismos atropellos de sus predecesores, un genocida que a finales del siglo XX, y a la altura de sus 54 años de edad, manda a las jaurías a entrarle a cabillazos a los que se le opongan, uno que azuza a la canalla apelotonada delante de una embajada con 10.000 personas hacinadas adentro, haciéndose caca y pipi unas encimas de las otras, para que las golpee y apedree.
Un führer que acumuló todo el poder del mundo, y que todavía no le bastó, y quiso doblegar también al soñador de la guitarrita y al pepillo de los pantaloncitos apretados. Ahí lo vemos en toda su vileza, y el documento de José Luis Aparicio y Fernando Fraguela de alguna manera nos responsabiliza también a nosotros por haberlo dejado vivir, por el crimen histórico de haberle permitido expirar en su cama. Todos somos culpables.
Allí lo vemos, sirviéndose, para sus sucios propósitos genocidas, de los barquitos camaroneros que alquilaron o compraron a precio de oro los exiliados, esas lanchas donde vació sus cárceles y despachó a sus delincuentes, confundidos entre los poetas y los trovadores, entre nuestras abuelas y hermanos. "¡Que se vayan, no los queremos, no los necesitamos!", dice La Bestia, que ahora reposa en los bien guardados archivos del ICAIC.
El terror les impide a los entrevistados expresar indignación. Son sofistas, paqueteros, culpables por omisión y tergiversación. Amaury Pérez es el descarado mayor, haciendo los cuentos de cómo fue reprimido, y contándose entre los gusanos: "¡No hagamos de Mike un mártir!". Pedro Luis Ferrer le exige al camarógrafo que deje de filmar para poder decir la verdad, a medias. José María Vitier calcula y sopesa cada una de sus palabras, no vaya a ser. El pianista Frank Fernández es un asco, un saco de basura recostado a un piano.
Toda esa vileza, que contrasta escandalosamente con la imagen limpia y honesta de Mike Porcel, es lo que el ICAIC quiere censurar, es lo que no quiere que vea la población penal. Las vacas sagradas de la cultura como perfectos degenerados. Esta es la razón por la que Silvio Rodríguez, Pablito Milanés y Argelia Fragoso, declinaron participar en el filme. ¿Y qué iban a decir ellos?
Sin embargo, cuando ruedan los créditos, aparece una larga lista de agradecimientos que incluye a casi todos los que cuentan en el mundo del cine cubano, desde Miguel Coyula y Jorge Dalton hasta Carlos Lechuga, Lynn Cruz, Fernando Pérez y Claudia Calviño, personas que han perdido el miedo y están situadas en el bando opuesto a los Frank Fernández de este mundo.
Les corresponde a ellos exigir la custodia de los archivos del ICAIC, ese repositorio gráfico de los crímenes de la dictadura. La memoria histórica de la nación es la legítima dueña de todas nuestras imágenes, tanto las hermosas como las horribles.
Este artículo apareció originalmente en el blog N.D.D.V. bajo otro título. Se publica con autorización del autor.
Nestor Diaz de Villegas, usted no comprendió bien lo que Amaury Perez dijo en el documental.
Los actos de repudio de 1980 son la página más infame de la historia de Cuba. Aquellos pogromos a lo largo de toda Cuba superan por su extensión los linchamientos y saqueos a la caída de Machado. El desborde de las cloacas nunca había sido de tal magnitud. Ver a un pueblo absolutamente envilecido es lo más repugnante que yo haya visto en mi vida. Hasta muchos que eran desafectos al régimen participaron en esos repudios nauseabundos. Hace bien Néstor en propugnar la recuperación de la memoria de ese triste capítulo del castrismo corriente moliente.
Como bien apunta Díaz de Villegas, lo notable aquí no es Mike Pourcel, un sobreviviente de la locura castrista del Mariel, sino los entrevistados. Miserables como Amaury Pérez o Pedro Luís Ferrer, haciendo malabares o montando la farsa para salir en la foto y seguir tirando en medio de la infamia en la que viven; eso en pleno año 2020.
Pedro Luis Ferrer se ha atrevido a hacer lo que usted y Néstor Días de Villegas jamás hubieran tenido el valor de hacer viviendo allá...Es una pena que el discurso y el análisis sean tan inflamados. Y que conste que estoy en contra de ese gobierno...lo más honesto y sopesado que dice el autor es que lo sucedido es culpa de todos NOSOTROS... cuya mayoría nos fuimos echando y no disparamos un chícharo...
Yo estaba en el pre cuando los actos de repudio. Fui a mi casa el fin de semana y mi padre me pidio que no participara en un acto de repudio que le estaban haciendo a una familia en mi barrio. Me acerque a la casa repudiada y le estaban tirando huevos y piedras. No importaba que hubiesen niños dentro.
Al final no se fueron los repudiados. Años mas tarde el dueño de la casa me confeso que se la tenia jurada a un primo mio porque lo vio cuando estaba tirando piedras a su casa.
Y qué pasó con el HP de tu primo?
Pudiera andar por Hialeah
Todavia anda por el barrio. Aunque la vida no ha sido facil para él. Tenia un almendron y mató a una mujer por ir sobrecargado. Estuvo preso y ahora no se que hace. No se si el repudiado todavia esta en cuba.
La miserabilización del ser humano es una meta oculta -y quizá la más importante- de los regímenes totalitaristas.
Si miran bien la foto yo diría que el 80 porciento de los imbéciles eso están aquí en el exilio. Y si le preguntas y tu tiraste huevos te dicen que no
El año 1980 representa la bajeza moral del pueblo cubano,iban a los tristemente célebres Actos de Repudio de forma voluntaria,solo para sentir el placer de humillar a personas que en muchos casos ni conocían.
Y en otros casos sus propios familiares.