Yiliannis Bueno Espinoza, de 29 años, fue asesinada brutalmente en la localidad de El Sur, en municipio de Tercer Frente, justo cuando el régimen se autofelicita y proclama vencedor en su "lucha contra el delito", que califica como ejemplo de "garantía del orden y la tranquilidad ciudadana" en Cuba.
La crueldad del feminicidio conmocionó tanto a los residentes de la Sierra Maestra, como a los de Santiago de Cuba, que no se resignan a ver morir a sus jóvenes por la negligencia del Estado para implementar un programa que ataque las causas y no las consecuencias de los crímenes que los enlutan.
"Fue espantoso, horrible. Hasta herida, Yiliannis batalló para quitarse al marido de encima, que le dio una puñalada y le alcanzó el corazón a la muchachita. Como no le bastó, trató de asfixiarla en un fanguero cercano a la escuela de una de sus dos hijas", explica una de las vecinas que la auxiliaron.
El tío de la víctima, Liuván Lozada Carbonell, confirma que "el hecho ocurrió a manos de su expareja", quien fue detenido en el intento de darse a la fuga.
"Ella iba a llevar a una de las niñas a la escuela y la mandó con un vecino. Al regresar, el marido estaba detrás de unos arbustos esperándola. Primero la apuñaló de frente, en el pecho. Al defenderse y correr, llegó a un camino lleno de fango, y ahí fue donde él empezó a ahorcarla con la cara de frente al agua", lamentó el familiar al comentar el hecho en las redes sociales.
Otros habitantes de la demarcación aseguraron a DIARIO DE CUBA que, al trasladarla, la víctima estaba viva, pero falleció en el camino. "Cuando llegó al policlínico había perdido mucha sangre y ya no tenía pulso", dice una enfermera.
Los campesinos impidieron que el presunto agresor huyera hacia el monte. Mientras que los maestros evitaron que los niños observaran el desenlace de una relación que terminó con un acto de violencia sexista y estuvo precedido de gritos, amenazas, coerción, daños físicos y actos agresivos.
"Yo conocía a Yiliannis, ella no merecía eso", dice Lilit, quien vivía cerca de la difunta. "Qué dolor tan grande para esa familia y esas niñas que han quedado huérfanas".
Oneida, otra amiga, publica en Facebook: "Aquí cuidaremos a tus princesas como mismo tú lo harás en el cielo. Espero que este crimen no quede impune. Qué horror, todos los días es un mar de sangre".
Yerkenia Berenguer es de las internautas que dicen haber perdido la cuenta de los feminicidios y critica que "aunque se denuncie en la Policía, no pasa nada. La violencia doméstica se ha vuelto algo normal en Cuba".
En otro ángulo de las opiniones, Marinelis Manet especula que "Cuba es una carnicería y parecemos animales". Para Daymara, "los hombres piensan que las mujeres les pertenecen". Y Egelcy cuestiona: "Hasta cuándo van a seguir los asesinatos y los barriga llenas no hacen nada".
En la Sierra la sumisión acentúa los riesgos, el maltrato
El Sur es una intrincada localidad del principal macizo montañoso de Cuba que pertenece al Consejo Popular Arroyo Rico. Está habitada por apenas un centenar de campesinos y colinda con Dos Palmas, El Laurel, Comecará y Cruce de los Baños, cabecera de Tercer Frente.
Como otros asentamientos, está marcado por la miseria, el machismo, las enfermedades venéreas, el alcoholismo y la agresión a las mujeres.
La pobreza se enraizó en esa zona desde 1963, cuando a raíz del huracán Flora (que en solo 93 horas reportó 1.560 milímetros de lluvias) cientos de familias quedaron sin viviendas y se dañaron irreversiblemente los cafetales y la infraestructura agrícola que les proporcionaba el sustento.
Aunque en 1990 se hizo un simulacro por transformar esos lomeríos, el deterioro continuó y se agravó con el huracán Dennis, en 2005, que casi hizo colapsar la producción forestal y terminó por destruir las escasas soluciones que "medio cobijaban" a los residentes frente la indigencia.
Desde entonces el sometimiento, la sumisión y la dependencia económica de las mujeres y las niñas de la sierra no solo las coloca en desventaja, sino que acentúan los riesgos que las exponen a los crímenes pasionales.
En muchas familias las relaciones de pareja son difíciles, caóticas; y por lo general la mayoría se resigna a la cultura del patriarcado, donde los hombres se sienten en el "derecho y la obligación" de ser violentos; y los agresores ven con normalidad infringir sufrimiento con armas, maltratos o golpes.
Este panorama no difiere mucho del resto de la provincia de Santiago de Cuba, donde el Observatorio Independiente Alas Tensas (OGAT) y la Plataforma #YoSíTeCreo en Cuba (YSTCC), han denunciado este año al menos diez feminicidios y otros están en fase de confirmación.
Aunque las autoridades son muy herméticas con las estadísticas, estos asesinatos son cada vez más frecuentes. Ante el auge de los feminicidios, Odexa Fuentes Medina, coordinadora de programas y objetivos del Gobierno, reconoció que elevar el enfrentamiento contra este flagelo es una urgencia para un territorio donde 1.400 familias se desenvuelven en situaciones de violencia y la agresividad doméstica.
La profesora Yamirka Robert reconoció que "el problema existe en Cuba y en Santiago de Cuba. Lo más triste es que se ha naturalizado en lo subjetivo por algunos, porque han adquirido manifestaciones simbólicas". Y todo tiene que ver con "la manera de educar a los varones dentro del marco familiar".
Caridad Rondón, una reconocida jurista, llamó a "trascender los eslogan y consignas" e instaurar un actuar consciente en "la batalla por la no violencia contra las mujeres y las niñas".