Miguel Díaz-Canel llegó a Pilón con las manos vacías y salió sin ofrecer soluciones para mitigar el destrozo y la desesperación de miles de familias que lo perdieron todo durante los peores terremotos que han sacudido el litoral suroriental de Cuba en los últimos 30 años.
Una semana después de registrarse sismos de 6 y 6,7 grados en la escala de Richter, el gobernante se limitó a decir: "Vamos a ver qué apoyo podemos darles desde el país", una admisión de la incapacidad estatal para socorrer a los campesinos y reconstruir el municipio costero más dañado por los movimientos telúricos del domingo 10 de noviembre.
Al observar los estragos en esa localidad de la provincia de Granma, a Díaz-Canel no se le ocurrió otra cosa que comentar "¡pasaron tremendo susto!", cuando en la práctica el espantado era él, porque su Gobierno no tiene cómo encarar el desastre sísmico y otras calamidades del país. En realidad, lo que ha hecho el Estado cubano en los últimos años es retirarse y dejar a los cubanos a su suerte en medio del empeoramiento de la crisis del país.
Según el Ministerio de Economía y Planificación, las 46.000 viviendas dañadas en seis provincias y el municipio especial Isla de la Juventud figuran dentro de las principales afectaciones provocadas por dos huracanes y dos terremotos en menos de un mes.
Solo por los movimientos telúricos quedaron afectadas 8.612 viviendas de las provincias de Santiago de Cuba y Granma, con los peores impactos en las demarcaciones próximas a los epicentros de ambos fenómenos naturales, donde el Centro Nacional de Investigaciones Sismológicas confirma que se han registrado más de 4.000 réplicas, de ellas 100 perceptibles.
El viejo Lucrecio pensó que lo había visto todo y "estaba curado de espanto", porque durante el huracán Dennis perdió su casa y tuvieron que rescatarlo en helicóptero; sin embargo, cuando llegó a casa de su hija cayó de rodillas y comenzó a llorar.
Una vecina intentó sacarlo del shock, pero él seguía inmóvil, con un ataque de pánico. "Uno de los ocho edificios del Barrio de Sevilla estaba rajado, con los ventanales caídos, las puertas en el piso, inclinado y con las plantas superiores sobre la primera planta".
"Ha sido la peor imagen de mi vida. Parecía que lo habían bombardeado. El impacto fue tan grande que todavía ando con la presión a mil y sin poderla controlar", argumentó.
María Luisa también vivió un momento de terror en la "sala de televisión", locales concebidos para que los habitantes de la Sierra Maestra y otras zonas intrincadas del resto de los macizos montañosos del país tengan acceso a los materiales audiovisuales que al régimen le interesa divulgar.
"Qué sensación más terrible. Casi no podía ni caminar. Cuando vi que el televisor se estrelló contra el piso y la placa lo aplastó pensé que me iba a morir", relató.
El riesgo que corren los habitantes de estas zonas ha sido avisado por los especialistas, que han señalado la falta de mantenimiento de las edificaciones y la imprudencia de diseños que violan la norma cubana de sismo-resistencia.
Durante las últimas tres décadas el doctor Fernando Guasch, una de las voces más autorizada de la sismología en la Isla, intentó convencer a las autoridades sobre los riesgos que entraña ignorar esas normas y protocolos que mitigan los peligros asociados a los terremotos de gran intensidad.
Su alerta "los sismos no son predecibles, pero sus consecuencias sí", adquiere relevancia en el actual contexto.
En 2016, cuando un enjambre de terremotos alarmó a la zona oriental del país, Guasch dijo que Santiago de Cuba ha sido afectada en 20 ocasiones por terremotos de gran intensidad, siendo los más significativos en 1766, 1852 y 1932, ocurridos en el sector Chivirico-Baconao.
"En un sismo sobrevive quien mejor preparado esté", advirtió el entonces coordinador del programa nacional para el Desarrollo de Investigaciones Sismológicas Aplicadas (DISA) de Cuba. Añadió que "los terremotos fuertes en Cuba ocurren cada 60 u 80 años".
En Pilón, más de 28.000 personas fueron afectadas por los movimientos telúricos del 10 de noviembre, con el peor escenario justo en el área de ocho edificios donde radican 305 familias, de los cuales siete fueron certificados precipitadamente como habitables y uno lo tienen que demoler.
Oslay Sánchez Aguilar, intendente del municipio, reconoció que el deterioro de los inmuebles y la falta de mantenimiento influyeron es que se afectaran sus estructuras y la de otras edificaciones, como la secundaria básica Ignacio Pérez Zamora, el Hospital Feliz Lugones y casi un centenar de escuelas, centros de salud y unidades de servicios.
Caldo de "sustancia" y casas de campaña para quienes lo perdieron todo
La escasez de recursos es tan aguda que el Gobierno solo elabora alimentos ligeros y caldo de "sustancias", para las personas a las que se les derrumbó la casa y lo han perdido todo. El resto tiene que resolver por su cuenta.
De acuerdo a lo dicho por las autoridades, cientos de familias serán albergadas. Muchas permanecen en las casas de campaña instaladas por las Fuerzas Armadas.
"Muchos males de Pilón vienen del mar, pero no es el único lugar del que llegan las desgracias. Bayamo y La Habana nos desprotegen y no nos dicen si darán materiales, subsidiarán recursos, concederán créditos y facilidades de pago", dijo Maribel, de La Manta.
Berta, maestra de Estrada, es de las que contra de su voluntad, pero sin otra opción, permanece en las carpas. "Dormimos casi a la intemperie, no tenemos dónde bañarnos, hay una sola letrina para todos y vivimos hacinados y expuestos al fecalismo al aire libre y otras condiciones antihigiénicas".
Enrique dijo que prefiere alquilar un lugar para vivir mientras resuelve la madera y unas tablas de palma para reparar su vivienda, que meterse "en el campo de concentración de las carpas levantadas por los militares para controlar y evitar las críticas de los guajiros".
Parado sobre el montón de escombros a que se redujo su casa, Miguel no deja de lamentar lo perdido. Lo único que pudo salvar fue la yunta de bueyes. "La acababa de sacar del cuarto donde la guardo cada noche para que no me la roben, y por cuestión de segundos no les cayó encima".
"Si terrible fue vivir la experiencia de que no me alcanzaran las manos para sujetar el televisor, el frío y todas las cosas que tanto sacrificio me costó conseguir, peor resulta que me quieran albergar con mis niños en sitios sin condiciones, sin higiene y ningún tipo de seguridad", señaló Rosa cerca del espigón que era el malecón del pueblo y hoy está destrozado.
Obdulia, quien sabe cómo vive una viuda en un batey azucarero, sigue con la vista puesta donde antes existía una pared y ahora hay una sábana. Como muchos, no tiene esperanza de recibir ayuda y tampoco cree en "la politiquería de que nadie quedara desamparado".
"En medio del hambre y pobreza, los campesinos no podremos pagar los arreglos, ni hacerlos con recursos propios", lamentan Lidia y Espinosa, un matrimonio que vive en condiciones precarias y se abrazó llorando cuando escapó del derrumbe de su casa.
Candy es un dirigente comunista perdido en la arcadia de los días finales del Castrofascismo, sin nada que ofrecer mientras lleva cuestas lleva su desesperanza y cobardía sin pensar su lealtad es con el pueblo de Cuba y no con los Castro, entonces debe hacer lo que un tipo con los cojones bien puestos hace .
llamar al pueblo a terminar con los Castro y sus descendientes sino lo hace pasará a la historia como un pendejo. Y eso, la historia no se lo perdonará.