"No hay viandas en Mayarí. Ni el frijol está barato y abundante como otros años, en esta época de cosecha, sigue a 160 pesos la libra. El tomate no baja de 80 pesos la libra. Ha sido una cosecha malísima por la seca y esta, 'la de frío', siempre es la mejor campaña. Ahora sí que va a haber hambre y precios abusivos, de ahora para adelante esto se va a poner peor", augura Rolando, un agricultor del valle de Mayarí.
"Yo vivo en Guayabo, una zona de las más productivas del municipio, tenemos una presa gigante sobre nuestras cabezas y no podemos aprovechar el agua para regar los cultivos. Por más de diez años hemos esperado y no nos han instalado la conductora. Es algo que nadie puede entender: tiraron las conductoras en lugares lejanos, sin gente para trabajar, con tierras menos fértiles y que llevan gasto de combustible para regar, y aquí al lado de la presa, por gravedad, con tierras de las más productivas y mano de obra experimentada, no nos conectaron", comenta.
"Hace poco nos dijeron los directivos que fue un error estratégico, pero que ahora no hay dinero ni recursos para ponerla. Todo es una locura y después hablan del bloqueo (embargo estadounidense)… ¿Para qué hace falta bloqueo con estos jefes que tenemos?", cuestiona el campesino.
Según Alex, un joven tabacalero, "esta va a ser mi peor campaña. La mía y la de la mayoría de la gente por aquí. Se sembró poco por la falta de insumos y el desencanto que tenemos con la empresa (Tabacuba)… Y para rematar, no llueve. El tabaco de dos meses de sembrado, que debería estar más alto que un hombre, nos da por los tobillos. Esto se jodió", asevera.
El valle de Mayarí es una de las zonas agrícolas más importantes del país, con suelos de aluvión tipología uno, es decir muy fértiles. Más de 2.000 hectáreas de este tipo se podrían poner bajo riego por gravedad de la presa Mayarí, por encontrarse en sus inmediaciones y a una elevada altitud. Sin embargo, solo la mitad del valle fue incluido en el proyecto de instalación de las conductoras para el riego, dejando fuera la parte con más experiencia agrícola donde se cultiva la mayoría del tabaco de exportación, y se producen los alimentos.
Es por ello que la sequía inusitada del último semestre ha golpeado tanto al municipio, que depende en un porcentaje alto de lo que se produce precisamente en las áreas agrícolas que dejaron en secano. Un semestre que, a pesar de ser siempre el más seco del año, normalmente no hay sequía extrema y se producen suficientes lluvias como para que sea el más productivo. Gracias también a las temperaturas menos altas y una menor incidencia de plagas.
"En septiembre una libra de boniato la comprábamos a ocho pesos y la vendíamos a 12 o a 15 pesos cuando más. Ahora la cogemos a 30 pesos y la vendemos a 40 pesos. Es una locura", comenta Yorlenis, un vendedor ambulante de productos agrícolas.
"La gente 'chilla goma' (protesta), pero no pueden hacer nada porque la cosecha se perdió por la sequía y la vianda está perdida. Los tamburales, (campos de plátano burro), se están cayendo por falta de agua, y con tanta que hay en la presa. Es de locos. El tambur (plátano burro) era peste hasta hace poco y ahora casi nunca lo tenemos en venta, y cuando aparece son fruncidos (feos, de poca calidad), y carísimos. Una mano de diez más o menos, a 50 pesos. Un crimen, pero qué vamos a hacer. Ojalá hubiese abundancia y pudiéramos vender barato", lamenta.
Según datos recopilados por un meteorólogo aficionado en la localidad, en Mayarí desde septiembre, los registros de precipitaciones se han quedado muy por debajo de la media histórica: en septiembre un 40% por debajo; en octubre, que es el mes más lluvioso, un 20% por debajo; en noviembre un 60% por debajo; en diciembre también un 60% por debajo; en enero casi no hubo precipitaciones, con un 95% por debajo de la media; y en lo que va de febrero se comporta igual que enero, casi nulas.
El embalse Mayarí ocupa un área de 12 kilómetros cuadrados y almacena cerca de 350 millones de metros cúbicos de agua, siendo la segunda mayor del país después de la Zaza en Santi Spíritus, y la de mayor altitud. Su construcción, más la del trasvase que ha de llevar el preciado líquido hasta Las Tunas, no se detuvo ni cuando la pandemia del coronavirus paralizó al país. Sin embargo, por los males endémicos de la economía planificada y excesivamente burocrática, no puede tener un impacto realmente significativo en la producción agrícola.
La sequía viene a agravar aún más la crisis de desabastecimiento y la inflación escalonada que sufre el pueblo cubano, de una forma mucho más aguda desde hace alrededor de un lustro. Una situación cada vez más agravada por los planes económicos del Gobierno, cargados de medidas incongruentes con las necesidades reales de un país que demanda al menos mayor libertad económica y dinamismo.