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Opinión

La descentralización de la centralización: Cuba hacia el neocastrismo

Al neocastrismo se llega usando los mismos componentes de su predecesor, variando la cocción de las partes, cambiándolas de lugar o nombre, para presentar un producto final 'moderno'.

La Habana
Marino Murillo, 'zar de las reformas', y Alajandro Gil, ministro de Economía.
Marino Murillo, 'zar de las reformas', y Alajandro Gil, ministro de Economía. Granma

Se tiende a imaginar la economía centralizada cubana como un cónclave de hombres gordos y blancos, todos con guayaberas o uniformes militares, en una oficina —climatizada, donde no falta el café ni una secretaria también blanca y "en zona bateable"— sentados alrededor de una mesa de madera oscura con un enorme y humeante cenicero en el centro, conspirando para conducir el país hacia el socialismo próspero y sostenible con el que sueña —o delira— Raúl Castro.

Aunque hay un fondo de verdad en esto, ese folclore burocrático se ha ido degradando mediante un proceso de descentralización de la centralización, es decir: una desconcentración de las decisiones que antes se tomaban muy cerca de "la cabeza del país", alias Fidel Castro —casi todo lo que se hizo en Cuba desde 1959 a 2007 fue "una idea del comandante"— que ahora se toman en órganos locales más cercanos al actor: grupos empresariales o empresas (monopolios estatales) en vez de ministerios, secretarios del Partido municipal en vez de nacional, la Asamblea Municipal en vez de la Nacional.

El imperio de Castro I se está parcelando en liliputienses reinos, pero no por la fuerza de polos en disputas, como los diádocos en el imperio alejandrino o las taifas tras la caída del califato omeya. En el caso antillano, el centro de poder —que sigue indisputado— previniendo su propia debilidad, dirige una mutación controlada de su estructura para lograr estabilidad, amplía la base de la pirámide para darle solidez al vértice, el castrismo se deconstruye en neocastrismo.

El insigne chef Ferran Adriá explica que deconstruir es "utilizar armonías ya conocidas, manteniendo cada ingrediente, transformando las texturas, así como su forma y temperatura". Al neocastrismo se llega usando los mismos componentes de su predecesor, pero variando la cocción de las partes, cambiándolas de lugar o nombre, para presentar un producto final "moderno" y apetecible, pero que en el fondo es lo mismo… aunque va a salir mucho más caro.

La descentralización de la centralización significa que las decisiones económicas seguirán politizadas, alejadas de los actores reales del mercado, entendiendo mercado como ese proceso que obedece leyes inmanentes, en continuo —aunque inalcanzable— ajuste de ofertas y demandas mediante la reorganización perpetua de la estructura del capital, según los deseos de los consumidores.

Por el contrario, aun habiendo descentralizado, no es contradictorio decir que la economía sigue centralizada, solo que, a otro nivel, pero en última instancia, responde y se subordina a las directrices del órgano central.

Suponer que esta descentralización de la centralización es un avance progresivo hacia una economía de mercado —único sistema que, aun con fallas, genera prosperidad— es delirar. No estamos ante una desescalada progresiva —ni económica, ni política— desde la centralización estalinista del castrismo original, pasando por la actual centralización periférica o local neocastrista, para terminar en la libertad de mercado y la democracia.

El neocastrismo no es un medio, es un fin. Es un organismo previsor que ha comprendido que debía cambiar el modo de manejar la economía centralizada, precisamente, para que no se perdiera la economía centralizada, base de su poder omnímodo.

Para Alejandro Gil, ministro de Economía y viceprimer ministro: "No se trata de improvisar, sino de introducir en los esquemas económicos y en las políticas de desarrollo nuevos actores y prácticas"; "la estrategia toma en cuenta principios fundamentales del funcionamiento del modelo económico, que refuerzan el carácter socialista". Recuérdese que, en Cuba, el socialismo es el disfraz del castrismo.

El nivel central, ese núcleo duro que gravita alrededor de Raúl —aunque se ha disgregado porque la fuerza centrípeta del general de ejército es mucho menor que la del comandante— no ha perdido nada de poder y puede intervenir e interviene en las decisiones tomadas más abajo. Es impensable un modelo federal o alguna división de poderes y contrapesos.

Concretamente, el neocastrismo se está implantando en cosas como la Tarea Ordenamiento —fortalecimiento de las empresas estatales a costa de debilitar al privado—, la ampliación de los Planes de Desarrollo Local y la aprobación de MIPYMES, que en ambos casos, podían haber sido cauces para abonar una sociedad civil autónoma con base en la propiedad privada y la creación de redes colaborativas independientes del Estado, pero que las han instrumentado como tentáculos para, desde el Gobierno, infiltrar, controlar y avasallar los focos de propiedad privada que tienen que admitir —quizás temporalmente—, intentando revertir la profunda crisis a la que ha conducido el centralismo de Castro I y el inmovilismo de Castro II y su actual mayoral.

Pero el neocastrismo no solo se delata en lo que ha descentralizado, sino en aquello a lo que aún se aferra, aunque esto sea "por donde le entra el agua al coco" del aumento de la productividad del trabajo, que es imprescindible para lograr alguna recuperación de la economía: la inversión extranjera y el acceso al mercado internacional.

El nexo entre la economía interna y la internacional sigue regulado a nivel estrictamente central, como si fuera la llave del cofre, o más bien, las palabras que abren la cueva de Alí Babá.

La debilidad fundamental del nuevo modelo es que no es nuevo en absoluto; como mismo una tortilla deconstruida aporta la misma cantidad de calorías que una tortilla cualquiera, el neocastrismo arrastra las taras improductivas del régimen anterior.

Los tesoros de Ali Babá se están secando a la vez que menos cubanos se tragan los cuentos de las mil y una noches socialista-castristas, y ambas cosas meten mucha presión en la cúpula de la banda, ¿terminará el naciente neocastrismo como una riña entre ladrones?

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6 comentarios

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Muy acertada como siempre. Me gustaria comparar el producto que se "cocina" en cuba con el tabaco que se hace en Cuba hoy, no sirve para un carajo pero hay algunos trasnochados que se lo fuman y alardean pensando que todavia huele como antes.

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Una vez dije aquí que la Sra. Cruz escribía mucho, y que el riesgo de ser muy prolífico es repetirse o contradecirse mucho también. Dejé de leerla. Hoy estoy un poco aburrido y me aventuré en este texto que me parece bueno. He disfrutado de este párrafo: “ El imperio de Castro I se está parcelando en liliputienses reinos, pero no por la fuerza de polos en disputas, como los diádocos en el imperio alejandrino o las taifas tras la caída del califato omeya”. No estoy seguro que el término liliputiense “aplica” también a los “reinos” y ni siquiera estoy seguro de que las alusiones al imperio alejandrino o al califato omeya vengan al caso, pero suena bien. Refuerza mi idea de que la autora muestra una psiquis hiperactiva, rayana en el delirio. Me recuerda a Huesito Williams, que no podía dejar de escribir. ?. En fin, un buen análisis, a pesar de esos pesares.

" y que el riesgo de ser muy prolífico es repetirse o contradecirse mucho también" que casualidad, lo mismo te dije hace dos dias jjjjjj...el cheo...

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Paoo Weston ___ „…una vez dije..“ y quién carajo te crees que eres tú para decir algo inteligente?

La verdad que sí pública mucho, pero siempre es muy acertada, leyendo a Rafaela C no necesitas buscar más nada sobre economía cubana.

A estos dos hp ya los hubiera fusilado el asesino en jefe por ser elementos de gobiernos foráneos lo que pasa es que el obeso Murillo y el gil fueron bugas de Raúl y el los tiene en su memoria , dejen que el hijito de mirabal se vaya del aire ya verán como acaban estos barrigones.