A la hora de explicar los procesos productivos y sociales, la ciencia económica otorga una destacada relevancia a las expectativas de los agentes económicos. Uno de los problemas fundamentales de la economía cubana, a diferencia de lo que se está empezando a observar en otros países del mundo, es la falta de expectativas de la población. Los informes de prospectiva de diversos organismos internacionales destacan que, una vez superada la crisis económica provocada por la pandemia del Covid-19, muchos países se van a ver estimulados por unas expectativas muy optimistas de sus ciudadanos.
Sectores como el turismo o la automoción, ya están descontando en sus previsiones para 2021 estos efectos positivos derivados de un retorno a la normalidad, acompañado de un mayor crecimiento económico y prosperidad para la población. China, sin ir más lejos, ha sido el primero, anunciando una revisión al alza de la tasa de crecimiento de su PIB hasta el 6% para 2021. Otros irán detrás.
Sin embargo, que nadie espere que esto mismo ocurra en Cuba. Los dirigentes comunistas se han metido, ellos solos, en un proceso denominado Tarea Ordenamiento que en estos dos primeros meses de aplicación ha mostrado ser muy negativo sobre la población, las empresas y en general, la actividad económica. Se han confundido los objetivos con los fines y los medios.
Una política económica en la que se había estado trabajando más de una década, que ha sido incapaz de predecir los efectos inflacionistas derivados de una devaluación asimétrica, o que no ve la imposibilidad de aumentar salarios sin respaldo de productividad del trabajo, entre otros, está condenada al fracaso. Y lo que es peor, dejará un rastro de frustración, incertidumbre e inquietud en numerosos sectores sociales. Sobre todo los más desfavorecidos, rompiendo con ese efecto expectativa por el que están apostando todos los países del mundo.
Además, los dirigentes comunistas cubanos quieren superar los graves problemas de la economía ellos solos, entendiendo que Cuba puede quedar al margen del resto del mundo, y para ello justifican la decisión de orientar, con criterios autárquicos, sus decisiones de política económica, por un falso embargo o bloqueo, que aparece cada vez más como una ensoñación dirigida a fomentar un clima de alta belicosidad que otorga importantes réditos políticos.
Con el Congreso del PCC por delante
Todo ello viene acompañado de un silencio vergonzante de las autoridades, al no ser capaces de reconocer que los excesos fiscales cometidos en tiempos de pandemia, que han elevado el déficit público al 20%, se tendrán que corregir en algún momento; cuanto antes mejor, adoptando decisiones difíciles que dejarán muy dañados a los mismos sectores sociales que siguen dando respaldo a la denominada "revolución".
Y es importante reconocer esos excesos y asumir que se tienen que corregir, porque si no se acomete esta tarea con responsabilidad y firmeza, no se podrá arrancar con unas bases de partida más sólidas que las actuales, y vuelta a empezar con los mismos problemas que han conducido a la actual situación.
Los dirigentes comunistas no quieren entrar en esta cuestión, porque tienen por delante un congreso en el que se moverá la cúpula dirigente, y no quieren arriesgar. Gran error. Los cambios que realmente funcionan llevan asociados niveles de riesgo crecientes. La inmovilidad de planteamientos políticos es lo más reaccionario que existe, y en esas coordenadas se mueven los comunistas cubanos, tratando de hacer creer al mundo (no a los cubanos) que autorizar 2.000 especialidades para el trabajo por cuenta propia, supone un "retorno" a la economía privada.
Falso. Ninguno de los actuales dirigentes cubanos se plantea públicamente las reformas estructurales que se necesitan para que la economía cubana funcione. Mucho hablar de trabas y obstáculos, y de necesidad de flexibilidad y autonomía, pero cuando formulan la estrategia, aparecen con un diseño deficiente como la Tarea Ordenamiento, cuyo resultado ya se conoce, y no hará falta esperar un año para evaluar.
Los detractores de Raúl Castro tendrán que reconocer que, en su momento, dispuso decisiones económicas que, de haberse llevado a término hasta el final, habrían arrojado una imagen de la economía cubana muy distinta de la actual. Pero, por alguna razón (que algún día se conocerá), aquel impulso reformista que quería lograr objetivos relevantes como adelgazar las plantillas del Estado o reducir los excesos de una administración burocrática e ineficiente, quedó frenado y las consecuencias son bien visibles.
Ahora se están pagando los platos rotos. Y lo que vendrá es peor aún. La crisis del Covid-19 no ha hecho más que poner de manifiesto la existencia de un modelo económico social comunista obsoleto, que es incapaz de resolver uno solo de los problemas de la economía. Y ello coincide con una resistencia reaccionaria de los dirigentes comunistas a cambiar y abrir espacios a la actividad económica libre. Y entonces, lanzan la Tarea Ordenamiento bajo la convicción ideológica que es la única forma de superar los problemas de la economía, y la acompañan de una estrategia económica y social con numerosas referencias al Plan de Desarrollo 2030. Una mezcla de propuestas sin concreciones económicas, obsoletas porque fueron elaboradas hace años, y que no van a servir para ir al origen de los problemas y dar solución a los mismos.
Por el contrario, crece el déficit, y con ello el nivel de endeudamiento, y se disparan las ratios de dinero en circulación sobre el PIB. Un ejemplo de los desequilibrios internos que, si no se corrigen, no dejan superar la crisis porque mantienen una constante tensión inflacionista que va deteriorando las rentas reales de la población. Y ello, sin prestar atención al frente exterior, donde el desajuste es incluso superior, dejando de pagar los compromisos de deuda externa. Un país con una economía al borde del colapso y en situación de default técnico, no tiene futuro, y por ello, los cubanos no tienen expectativa alguna de que las cosas pueden ir mejor.
Pesimismo al mirar al futuro
La visión de futuro es muy pesimista, como una encuesta reciente en Cubadebate ha mostrado. Volviendo al punto de partida, sin una visión optimista de las cosas, todo irá mal y no habrá una recuperación sostenible. La economía tiene un componente psicológico que es tan importante como las cuentas de resultados y los balances de las empresas, y en Cuba esto se ha descuidado desde el estrepitoso fracaso de la Zafra de los Diez Millones, que forma parte del acervo cultural de fracasos económicos en el país. Por no citar la recua de experimentos fallidos de Fidel Castro, que parecía que iban a resolver los problemas de la humanidad.
La acumulación de excesos y fracasos de las políticas económicas comunistas en Cuba explica esa falta absoluta de expectativas de los cubanos que los lleva a huir al extranjero en cuanto pueden. Y lo peor es que cada vez que esos mismos dirigentes comunistas abren la boca para ofrecer soluciones a los problemas, no hacen otra cosa que alarmar a los inversores extranjeros, a los mercados financieros que prestan dinero o a los gobiernos, amigos y adversarios.
En Cuba, además, no existe ahorro. El cubano vive al día. Los niveles de ahorro son de los más bajos del mundo. Sin ahorro, cualquier situación de crisis agrava el nivel de vida. El régimen comunista nunca otorgó importancia al ahorro, porque asumía que las necesidades de las personas serían suministradas por un plan central capaz de saber, mejor que nadie, lo que la gente quiere. Los cubanos entregaron su libertad de elección al Gobierno, a cambio de una cesta de bienes subsidiados. Quien no aceptaba este modelo, debía abandonar el país. No existe alternativa. Y con frecuencia, las autoridades lanzan mensajes de ahorro a los cubanos. Que si ahorro de energía, que si ahorro de agua, que si ahorro de insumos: el ahorro es una prioridad para el Gobierno que la población no puede asumir, porque se parte de niveles tan bajos en el consumo de bienes y servicios que apretarse el cinturón es inviable.
Además, ¿ahorrar para qué? Se preguntan muchos cubanos frente a estas proclamas cuando los excesos no se encuentran en el ciudadano de a pie, sino en los colectivos vinculados a la cúpula del poder que, cuando trascienden a la sociedad, crean no poco malestar. En Cuba, para la población en general resulta imposible vivir por encima de sus posibilidades recurriendo al crédito. Los bancos, de titularidad estatal, no aportan esa financiación.
No llegará recuperación económica, no se producirá el anunciado efecto "rebote" porque las expectativas de los cubanos fallan. Son negativas. El sistema absurdo que no se quiere dejar atrás, como han hecho chinos, vietnamitas o europeos del Este, no da para más. Está agotado, es obsoleto y no va a permitir reactivar los procesos económicos y sociales, como en otros países. El retorno a la normalidad se va a hacer esperar, mucho más de lo que sería necesario, y ello volverá a afectar de forma negativa a las expectativas de los agentes económicos, en un círculo vicioso que tiene mucho de fase terminal.
Para terminar de complicar la situación, las presiones inflacionistas ya están aquí. Han llegado como efecto de la Tarea Ordenamiento, y van a tardar en desaparecer. No existe política monetaria para luchar contra ellas, porque el Banco Central de Cuba no tiene la necesaria autonomía del Gobierno para dirigir el control monetario. Sin referencias válidas para las tasas de interés y sin saber cómo repercutir el coste de financiación en los precios de los productos, el régimen comunista consagra un modelo económico basado en endeudamiento crónico.
La Tarea de Ordeno Y Miento ... es vieja, en eso andan desde 1959 ....
Niiiiiiicceee!!!!!!!!!!!