El hambre de los viejos cubanos y el pan diario cada vez más chiquito

Comunicado público del Ministerio de la Industria Alimentaria: "¡Llega la alegría a la familia cubana! Notando el Gobierno cierta apatía en los hogares, se asignará a cada consumidor —con residencia efectiva en el país— un módulo de fiesta para levantar ánimos, pero como el infame bloqueo no permite más, se comenzará la distribución del módulo 'Felicidad' por el bocadito, así que para que todos sean dichosos, se sustituirá el habitual pan de la libreta por un pequeñín pero alegre pan con pasta de cumpleaños… aunque inicialmente sin pasta". ¡Arriba caballeros! ¡Que comience la alegría!

Claramente, no fue así como hace pocos días el castrismo hizo pública la reducción del gramaje del pan de la libreta. Sin embargo, la realidad cubana es tan grotesca que, aun si lo hubiesen anunciado de ese modo burlesco, no se le añadiría una pizca de absurdidad a un régimen que, en el mismo mes que fustiga al sector privado, tiene que reducir el tamaño del único casi pan, casi nuestro, de casi cada día, que mal distribuye, incapaz siquiera de garantizar esa básica minucia.

Pero "la Cadena Cubana del Pan... continúa con sus ventas de pan liberado como resultado de los encadenamientos productivos con formas de gestión no estatal", detalló Maydel Linares, del Grupo Empresarial de la Industria Alimentaria. Sin explicar cómo esos privados a los que el castrismo acorrala, desprecia y ataca siempre que puede, son capaces de importar harina mientras el Estado, con grandes empresas y ministerios especializados, tiene sus almacenes vacíos.

En nuestras narices el Gobierno socialista está privatizando ese pancito que, aunque duro y ácido, rellenaba con carbohidratos de la peor calidad el estómago de miles de niños que solo tenían para desayunar ese mendrugo con… ¿con nada?

Y es que el castrismo continúa reduciendo y eliminando todo lo que el sistema "gratuitamente" daba en compensación por los derechos civiles y económicos que nos decomisaron, condenándonos a ser mano de obra barata y mano de aplauso entusiasta. Cada vez nos dan menos sin permitirnos ser más, forzándonos a consumir como capitalistas mientras siguen pagándonos salarios y pensiones socialistas. Es de locos, es criminal, es Cuba.

No importa, que no cunda el pánico porque, aunque "desde hoy se reducirá el peso del pan de la cuota de 80 a 60 gramos, será de manera temporal". Y seguro será temporal, como temporal iba a ser la "inflación por diseño" de la Tarea Ordenamiento, temporales serían las tiendas MLC, los apagones o la falta de medicamentos. Decía Milton Friedman que "nada es tan permanente como un programa temporal del Gobierno", pero más permanente aún es cualquier programa "temporal" de esta banda mafiosa que gobierna Cuba.

El problema no es el sistema (¡no, qué va!), sino ese bloqueo norteamericano cruel e inhumano que, extrañamente, permite que se importe pollo, Cadillacs y tequila desde el mismo Estados Unidos, pero no harina desde Rusia o China, dos de los mayores productores mundiales y dícese que amigos solidarios del Gobierno socialista cubano.

¿Hablamos de bloqueo? En el invierno de 1941-1942 se recurrió al canibalismo en el Leningrado sitiado por los nazis, a la ciudad no entraba ni el aire y de ella solo salían ratas y cadáveres hinchados flotando por el Neva. Sin embargo, los cientos de miles de personas atrapadas en aquel infierno recibían diariamente 125 gramos de pan, el doble de cantidad de lo que el castrismo dice que puede darle a los cubanos, pues tiene la cara tan dura como el pan del día que a los panaderos se les va la mano robándose la levadura. Parece que es mejor estar rodeado por el ejército de Hitler que en manos del PCC.

Casualmente y porque no tienen vergüenza, el mismísimo día en que anunciaban oficialmente menos pan para el pueblo, clausuraban por todo lo alto el Festival Internacional Varadero Gourmet. ¿Será que el "bloqueo" es celíaco y por eso no permite llegue harina para el pan del pueblo, pero sí jamones, aceitunas, vinos, quesos, caviar y todo lo necesario para celebrar un festival dionisíaco en una nación anémica?

Como bien recita la copla infantil: los panes de mi cazuela no son para mi comer, pues son para los turistas y amiguitos de Fidel.

A fin de cuentas, ¿les importará a las autoridades del régimen que ese pan que jamás llegaba a los oficiales 80 gramos y que ahora reducen, era para muchos jubilados su plato fuerte del día, la contracara de su osteoporosis, matador del hambre crónica de quienes, encorvados, desandan ciudades vendiendo maní porque 35 años trabajando para una empresa socialista les dejó como pensión 12 huevos al mes? ¿Les importará? Quizás debería importarles.

En 1989 un grupo ni grande ni estridente de empobrecidos jubilados se plantó frete al Consejo de Ministros de la Bulgaria comunista. Una anciana de 75 años que sostenía una pancarta donde se leía "Trabajamos toda una vida, y ahora ¿que nos queda?", le espetó con la furia del desespero a uno de los oficiales del Gobierno presente: "Nos prometieron una vida digna, pero ahora apenas podemos comer pan", y el político se quedó callado pues no tenía cómo responder.

Ese mismo año aquel régimen, tan dictatorial como el castrismo, colapsó, en parte, porque ya no era ni capaz de darle pan a sus ancianos. Aunque, más importante, colapsó porque al resto de la población, a los jóvenes, a los trabajadores, a todos, les indignó el hambre de los viejos, algo que en Cuba parece que aún no nos indigna lo suficiente.